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Jesús los envía en misión

Relectura del envío de Jesús a los doce y a los 72

Gerardo GUILLÉN DE LA ROSA


 

 

La Asamblea estaba llegando a su fin. Estaban por tomar la resolución final. Se acordó que peregrinarían una mujer y un hombre de cada uno de los pueblos originarios. Irían representando a todos y cada uno de los que conforman estos pueblos; una pareja de zapotecos, chontales y hwaves, como de matlatzincas, popolucas y tepehuanes; dos mixtecos, ixcatecos y chocholtecos; así de chinantecos, náhuatles y mazatecos, un par de mixes, altacuates y triques, también de zoques, chatinos y amuzgos. Irían una mujer y un hombre: tlapanecos, mayas y purépechas. Se escogerían dos tzotziles, tzeltales, choles y tojolabal. Parejas de ñañús, mazahuas y totonacos, de wirrárica, coras y mexicanero. Pares de tepehuanes, rarámuris y téneks, como de puricuris, guaicuris y cochimí ooh'tames; dos yaquis, mayos, kikapúes y cuicatecos.

Después de dialogarlo, se resolvió que caminarían a todos los pueblos y lugares acordados y trazados en una ruta. Un niño que había estado presente desde el principio, muy calladito, escuchando el camino a seguir, tomo su crayón y fue uniendo cada uno de los lugares con una línea. Cuando vieron el mapa con la raya trazada se dieron cuenta que tenía forma de caracol. Asintieron con la cabeza, esta es la ruta.

Uno de los ancianos se levantó y dijo:

—Sabemos que es mucho el trabajo y lo que tenemos que hacer para tener una buena milpa y cosechar unas buenas mazorcas, no es cosa fácil, y nosotros somos unos cuantos, por eso debemos pedir, rogar y quemar candela a la Madre Tierra y al Padre Cielo para que cada día haya más gente que quiera cultivar y cosechar para este mundo.

Se sentó.

Después de un silencio, una mujer, ya algo mayor, se puso de pie, se acomodo el rebozo bordado como los hacen en su pueblo, tomó la palabra y, despacito, dijo:

—Vamos a ir como becerros al matadero. No debemos de llevar nada para el camino, sólo lo indispensable y sólo aquella ropa que llevemos puesta.

Volvió a tomar su lugar.

Se escuchó un murmullo que parecía un avispero. Poco a poco fue disminuyendo su intensidad hasta quedar otra vez en silencio. Uno de los principales levantó lá mano para tomar la palabra.

—Aquellos que sean elegidos, cuando lleguen a un pueblo, localidad o ranchería, deben de buscar a los que ya estén organizados, en el templo, el barrio o como campesinos. Primero salúdenlos. Que ellos designen dónde podrán dormir y cómo se organicen para darles sus frijoles y sus tortillas. Agradezcan lo que se les dé. Quédense únicamente el tiempo necesario para ayudar a la organización en lo que les pidan.

Tomó su lugar.

Se comentó lo que se había dicho.

Una mujer, ya mayor, que había permanecido toda la asamblea en un silencio participante, como si únicamente estuviera escuchando, se puso de pie, con cierta dificultad, pero ya levantada se veía firme y bien plantada en el suelo. Suspiró y les dijo:

—Cuando lleguen a algún lugar y no los quieran recibir, no los ofendan, no los critiquen, no los cuestionen. Pero antes de seguir la peregrinación díganles, y que les quede claro, que aun sin su participación este reino de una mejor humanidad se está construyendo y les sería mejor si participaran.

La Asamblea les dio poder y autoridad para hablar en nombre de ellos, para que ayudaran a quitar los demonios que terminan con las organizaciones populares: envidias, avaricias, miedos y para curar los males de este mundo. La falta de solidaridad con los demás, en especial con los que menos tienen. La apatía y desorganización en la participación social. El no luchar por un mundo más justo y humano.

Luego los envió a proclamar la construcción entre todos del reinado de Dios.

 

Gerardo Guillén de la Rosa

México D.F.

 

 


 



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