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EL MOTORISTA SOLIDARIO

Lucas 10, 30-37

Ana María ARQUER


 

 

Una vez había un tal Jaume que tenía un coche nuevo, se lo había comprado hacía poco y le gustaba ir por la autopista a toda velocidad pasando a todos los coches. Llevaba las ventanillas cerradas por el aire acondicionado, y la radio a todo volumen. Corría tanto que no se daba ni cuenta de por donde pasaba, no veía los árboles, ni las montañas, ni los rios, solo veía las señales de tráfico,y porque eran muy grandes y le decían por donde tenía que ir.

Por eso no se dio cuenta de alguien que al lado de la carretera movía las manos pidiéndole que se parara. Siguió corriendo, corriendo para llegar a ninguna parte.

Por la misma carretera circulaba un coche muy, pero muy caro, lo conducía un chofer con gorra y detrás iba sentado un señor con gafas que leía unos papeles que sacaba de una cartera y de cuando en cuando hablaba con el móvil con diferentes personas.

El chofer también vio a alguien que hacía señas al borde de la carretera, pero no se atrevió a parar porque el señor de los papeles le hubiera reñido y era su jefe. Y el señor de los papeles estaba tan enfrascado en leer papeles y hablar por teléfono que no se enteraba de nada de lo que pasaba a su alrededor.

Por aquella misma carretera pasó un poco más tarde una señora con un pequeño utilitario viejo y lleno de abolladuras, la señora era ya mayor y no tenía prisa por llegar a donde fuera que iba. Prefería mirar el paisaje y fijarse en los árboles, el sol y los pueblos por donde pasaba. Todo era muy bonito y se sentía feliz. También vió a la persona que le hacía señales con la mano, pero recordó que la habían avisado de que no se parara en la carretera porque había ladrones que usaban ese truco para robar a los conductores que hizo ver como que no lo veía y siguió adelante.

La persona que hacía señales en la carretera pensó que nadie la vendría a ayudar. Era un hombre ya mayor que respiraba con dificultad. Se sentó en el suelo y emplezó a pensar que sería de él sin nadie le ayudaba. Hacía horas que había empezado a caminar para llegar al pueblo de al lado, pero pensaba que estaba mas cerca y las fuerzas le fallaban.

Cuando ya se le empezaba a nublar la vista oyó el trac-trac de una moto vieja y ruidosa. Ya no se podía levantar y solo movió la mano debilmente, cuando oyó que la moto se paraba, respiró profundamente e intentó llamar con una voz debil.

- “Auxilio, por favor ayudenme!!”

Se le acercó un muchacho con pinta algo extraña, le pareció a él. Tenía unos pelos enredados en rizos extraños, algunos pintados de colorado y otros verdes. El jersey y los pantalones que llevaba tenían agujeros y los zapatos eran unas viejas chirucas a las que ya les quedaban pocos dias de vida.

- "Por amor de Dios, ayudeme, llevo horas esperando que alguien me recoja y me encuentro muy mal”

El muchacho se sentó a su lado, le cogió la mano, le acarició la frente y vió que ardía de fiebre. Se sacó el jersey que llevaba, hizo un lio con él y se lo puso debajo de la cabeza como una almohada. Entonces hizo algo que el hombre de la carretera no se esperaba. Sacó del bolsillo un movil y marcó un número, el hombre oyó que hablaba con alguien pero no supo que decía.

Por unos momentos el hombre pensó que le habían vuelto a dejar solo, pero se había equivocado: al poco rato el muchacho regresó con una cantinplora llena de agua y le dio de beber. El hombre bebió con ansia, hacia horas que no probaba ni comida ni bebida.

El muchacho se sentó a su lado y le iba hablando mientras le tenía cogido la mano. Despues de un rato se oyeron unas sirenas que se acercaban. A su lado paró una ambulancia y un coche de la policía, bajaron unos hombres con batas blancas lo pusieron en una camilla y lo metieron dentro de la ambulancia.

- ¿Quieres acompañarnos? Tendrás que prestar declaración - dijo un policía

- Pero si yo no he hecho nada, solo me he parado - protestó el muchacho

- Es igual, es pura rutina

El muchacho siguió a la ambulancia escoltado por el coche de policía.

Dias despues el muchacho pasó por el hospital donde estaba el hombre de la carretera.

- ¿Cómo te encuentras? -le preguntó

- Ahora mejor, pero el médico me ha dicho que estoy muy enfermo y me he de cuidar.

- ¿Tienes familia?

- Tengo una hermana, pero vive muy lejos y no ha podido venir a verme, es muy mayor y no puede viajar sola.

- Y ¿qué vas a hacer ahora? -le preguntó el muchacho

- Pues no lo sé, porque cuando me den de alta no se donde voy a ir, si tuviera dinero para el autobús iría a casa de mi hermana, pero no tengo nada, cuando estaba en la carretera unos ladrones me robaron todo lo que tenía.

El muchacho sacó de su cartera un billete de 100€

- ¿Tendrás bastante? Acabo de cobrar unas chapucillas

- No quisiera....

- No te preocupes, yo ya me arreglaré.

 

. . . . . . . . . . .

¿Cual de los 4 que pasaban por la carretera te parece que se portó solidariamente con el hombre?

¿Serías tu capaz de hacer lo mismo?

¿Por qué los otros no hicieron?

 

Ana María Arquer

Barcelona, Cataluña

 


 



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