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El joven empresario

Mateo 19,16-22; Marcos 10,17-22; Lucas 18,18-23

Aminta Elizabeth PEÑA GUARDADO


  Ricky veía insistentemente el reloj y aquellos segundos se le hacían eternos para la apretada agenda que tendría que cubrir. El día siguiente lo terminó de despertar en el gimnasio, luego el desayuno, quince minutos después estaba rumbo a su empresa para ver cómo andaban las cosas, de allí se dirigió a su trabajo, entró apresuradamente, marcó la extensión de su secretaria para que le pasara la agenda de aquel apretado día -tenso y retador- como todos los anteriores...

Finalmente terminó la presentación de presupuesto. Tomó su agenda, y habiendo escuchado en las noticias la visita de aquel Maestro que causaba revuelo, enigma, asombro, decidió hacer un paréntesis para conocerlo cara a cara. Algo le estaba inquietando desde hacía mucho tiempo y no podía quedarse con la duda. Subió a su vehículo, y en medio del pesado tráfico aprovechaba para elaborar la guía de preguntas.

Llegó al Parque Central y no lograba descubrir cuál de todos era aquel a quién él necesitaba ver. Le contaron que el Maestro había hecho muchos milagros ese día, que los había escuchado y que además había hablado palabras esperanzadoras a la gente. En esos precisos instantes, Jesús se levantó dispuesto a seguir su camino. Cuando Ricky se percató, corrió a su encuentro, lo saludó y le dijo:

- “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?.”

- Jesús –desprendiendo una sonrisa- le respondió: “¿Por qué me llamás bueno y por qué me preguntás sobre lo que es bueno? Uno solo es el bueno y ese es Dios. Si querés entrar en la vida eterna, sencillamente cumplí los mandamientos.”

- El joven intrigado dijo: “¿Cuáles? ¿los que aprendí en la secundaria, en la materia de religión?”

- Jesús le respondió: “claro... no asesinar, no adulterar, no robar, no levantar falso testimonio, honrar a tu papá y mamá y amar a tus empleados como a vos mismo”

- Ricky –mientras se arreglaba su corbata- le dijo: “He venido cumpliendo todos esos valores, he participado en el bien común desde hace un buen tiempo: anualmente hago donaciones significativas a la Fundación “Ayúdame a Vivir” y a la Teletón, genero fuentes de trabajo, pago mis impuestos al Estado, trato de pagar puntualmente a mis proveedores, voy a misa cuando puedo, le compro a mi familia todo y más de lo que necesitan... ¿Qué más crees que me falta?.."

- Jesús lo miró fijamente a los ojos, sintió compasión por él y le dijo: “Si realmente querés llegar a la perfección, ya es tiempo que pagués horas extras a tus empleados, que les des un día de descanso, no los maltratés con palabras hirientes, pagales salarios justos –congruentes con el alto costo de la vida-, evita las “mordidas” para obtener las licitaciones, no acosés a tu secretaria, dedicale más tiempo a tu familia...Así tendrás un tesoro en el cielo, después de eso podés regresar y ser mi seguidor.”

Cuando aquel hombre oyó esta absurda respuesta, se sintió muy ofendido, porque la ejecución de aquel proyecto iría en detrimento de sus utilidades, de sus principios de vida, de lo aprendido en las aulas de la Universidad. Se despidió del Maestro, dio la media vuelta -murmurando entre sí- porque le pareció inaccesible y ridícula aquella solicitud.

El día siguiente lo terminó de despertar en el gimnasio, luego el desayuno, quince minutos después estaba rumbo a su empresa para ver cómo andaban las cosas, de allí se dirigió a su trabajo, entró apresuradamente, marcó la extensión de su secretaria para que le pasara la agenda de aquel apretado día -tenso y retador- como todos los anteriores...

 
Aminta Elizabeth Peña Guardado
El Salvador
apena70@hotmail.com

 


 



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