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II Manifiesto del Centro Evangelio y Liberación. Diez años de Utopía en un mundo globalizado

Centro Evangelio y Liberación


 

 

Después de diez años de caminar, el Centro Evangelio y Liberación siente que su programa fundacional: "la liberación como propuesta integral y como tarea permanente" sigue revistiendo rasgos de gravedad y urgencia incluso mayores que los de entonces.

El sistema actual de convivencia alcanza grados de interrelación económica jamás antes vistos y, al mismo tiempo, se expresa como una suicida "exuberancia irracional" de la especulación. Socialmente, dicho sistema ahonda el foso entre los que tienen y los que no tienen; ecológicamente, favorece un consumismo sin freno. La injusticia y la depredación de la naturaleza aparecen así en términos tales como el sufrimiento, el empobrecimiento y la muerte difícilmente son soportables por grandes mayorías.

Aproximadamente, las 4/5 partes de la población mundial asisten a la globalización pero no participan en ella.

Mil trescientos millones de personas han de pasar con menos de un dólar al día.

El monto total de la deuda externa tercermundista llega a la escalofriante cifra de 2 billones de dólares, y sólo 41 países podrán recibir el "generoso perdón".

La administración Clinton ha alcanzado el record de 21,3 billones de dólares en armamento exportado.

En Brasil, durante un año, se desforestaron 16.000 kilómetros cuadrados. En la Amazonía se ha talado una media equivalente a 7.000 campos de fútbol por día.

La cuarta parte de la Tierra está bajo la amenaza de la desertificación.

Se calcula que en el nuevo milenio faltará agua potable para el 40% de la humanidad en este nuestro planeta Tierra que es con más razón "planeta agua".

En los próximos 15 años, el 55% de la humanidad vivirá en las ciudades cuando en el siglo XIX sólo vivía en ellas el 5% de la población mundial.

Grandes analistas de la sociedad tienen la convicción de que atravesamos una crisis estructural y terminal.

Estructural porque afecta a todas las instancias y terminal porque puede ser el fin de la civilización anterior.

El sistema implantado en estos últimos cuatro siglos emite alarmas de encontrarse ante una gran quiebra: no puede quedar impune el hecho de las grandes mayorías pobres, ni puede compaginarse tanto crecimiento económico y tecnológico con la acumulación de tantas exclusiones y carencias.

Nosotros participamos de esta conciencia, reforzada por tres hechos recientes fundamentales: el Concilio Vaticano II, la Democracia y el Jubileo. Estos hechos removieron la necesidad del cambio, de la participación y de la responsabilidad histórica frente al surgimiento de una nueva sociedad mundial humana unificada. El sueño de la propia identidad parece alejarnos definitivamente de la posibilidad de considerar a los vecinos como monstruos.

En esta travesía de crisis, nosotros compartimos el riesgo, las amenazas, las penas y las contradicciones, pero nos acompaña un proyecto de esperanza: caminamos hacia una nueva civilización, hacia una nueva mentalidad, un nuevo paradigma que, sin negar las diferencias, incluye e integra a todos en el respeto, la justicia, el amor y la paz. La Tierra es nuestra casa común, en ella todos estamos con todos y todos componemos un todo, en ella hay bienes para todos si sabemos usarlos con medida y si sabemos guardar entre nosotros la norma del ciudadano amoroso. Nadie tiene derecho a erigirse contra la tierra o por encima de los demás. El evangelio restituye la lógica de la fraternidad frente a la lógica de la competitividad y del lucro.

Escuchando el clamor los pobres, nos proponemos seguir el camino de Jesús de Nazaret, testigo mayor del Reino, con la fidelidad de cuantos supieron entregar su sangre por la justicia y la liberación.

Nos afianzamos:

1. En el espíritu renovador del Vaticano II, que nos sigue convocando a abrir nuevos espacios de democratización intraeclesial; de protagonismo del pueblo; de diálogo con el mundo, la modernidad, la ciencia y las culturas; de transformación en la vida social y política; de colaboración con cuantos promueven las causas de la justicia y la paz.

2. En la profundización de la democracia, para lograr que los ciudadanos actúen como sujetos, asuman con desinterés y honestidad la gestión del Bien Común y cultiven la creación de una cultura igualitaria y solidaria.

3. En la celebración del Jubileo Jesuánico invocando a Dios como Padre de todos, profesando la fraternidad universal, el amor preferencial por los pobres y la esperanza victoriosa "a pesar de todos los pesares neoliberales y eclesiásticos".

Y soñamos con una transformación que haga realidad las siguientes alternativas:

1. Sustituir la globalización neoliberal con su acumulación de lucro, de consumismo atolondrado, y de exclusión homicida por la otra mundialización donde la estrella polar sea la justa reciprocidad, la participación igualitaria y corresponsable, la pluralidad y la libertad: sustituir la dictadura del dinero y del imperialismo por una gran ciudadanía universal, diferenciada e integrada y solidaria.

2. Sustituir el fundamentalismo de las religiones por la adoración y convergencia del único Dios de la Vida, que les lleve al servicio de las que son grandes causas de la humanidad: Alimento, salud, educación, vivienda, paz... y de todos los derechos humanos y que haga brillar entre ellas el testimonio del diálogo plural, libre y fraterno.

3. Sustituir el eclesiocentrismo de la Iglesia Católica por un ecumenismo real y una inculturación propia de cada pueblo y momento histórico. Y, al interior, sustituir el ejercicio absolutista del poder por una ministerialidad corresponsable a todos los niveles, que haga posible la participación, la crítica y la profecía. "Ante el malestar generalizado, frente a la involución programada y a la obsesión por decretar, definir y cerrar el paso, querer un nuevo concilio ecuménico no es ninguna frivolidad eclesial" (Pedro Casaldáliga.)

4. Hacemos nuestras las palabras del cardenal Ratzinger que, en los tiempos de su famoso libro El nuevo pueblo de Dios, escribía: "necesita la Iglesia hombres con pasión por la verdad y la denuncia profética. Los cristianos deben ser críticos incluso al propio Papa, determinado panegirismo hace un gran daño a la fe y a él"

Queremos que nuestra vida entera sea un jubileo de justicia, de amor y de liberación.

 

Consejo de Redacción de la revista Éxodo, marzo 2000
Centro Evangelio y Liberación. Revista Éxodo.
www.exodo.es

 

 

 


 



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