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Los desafíos de la coyuntura actual para el movimiento popular

Frei Betto


 

Los cambios en la coyuntura exigen cambios en los actores sociales, como los movimientos populares. ¿Cuáles son los efectos más evidentes del neoliberalismo en la parcela de la población que los movimientos populares procuran sensibilizar, movilizar y organizar?

1) La despolitización. El fracaso del socialismo real en Europa y la ofensiva de los medios centrada en el estímulo consumista, favorecen el desinterés por la política. El neoliberalismo proclama "el fin de la historia", intentando apagar las utopías históricas y ridiculizando los empeños idealistas. La corrupción que impera entre los políticos profesionales, y las divisiones internas de los grupos y partidos de izquierda refuerzan la idea de que la política es un terreno pantanoso que no se debe pisar.

Así como la idolatría del mercado es incentivada por el neoliberalismo, la publicidad y los medios procuran vender la imagen de que la felicidad reside en la despolitización, en el placer y el refugio en los intereses individuales. Una vida feliz se restringe a la esfera de la familia, del trabajo y del placer. Pasar los límites de ese círculo hermético es correr el riesgo de meterse en dificultades y sufrimientos, dolores de cabeza y hasta persecuciones.

Sin embargo es preciso no olvidar: quien no gusta la política es gobernado quien gusta de ella. Si la mayoría no gusta de la política, deberá aceptar ser gobernada por la minoría a la que sí gusta.

2) Lo municipal predomina sobre lo nacional o lo mundial. Ahora la globalización hace del mundo una aldea que nuestros ojos abarcan a través de la pantalla electrónica sin movernos de casa. Las personas tienden a sentirse impotentes frente a la magnitud de los problemas internacionales y nacionales. La mayoría, ocupada en sus propios intereses y en su calidad de vida, está más sensibilizada con las cuestiones municipales: el transporte, la escuela, la salud... Iniciativas como el presupuesto participativo de los municipios o las luchas por la tierra o por el techo, movilizan más que la solidaridad con Timor Este o la lucha a favor de las tierras indígenas en Brasil.

La gente está dispuesta a luchar por beneficios inmediatos, como obtener tierra, casa, empleo. Y no siempre mantienen su disposición de lucha después de haber resuelto su demanda personal o familiar.

3) La práctica social predomina sobre las teorías revolucionarias. Muchos parecen cansados de teorías, conceptos y análisis. Ya no se cree en la "concientización", pues muchos militantes "conscientes" abrazan hoy el neoliberalismo y tuercen la nariz cuando oyen hablar de socialismo. Las obras de Marx y de la Teología de la Liberación salen poco de las librerías, como si la práctica histórica hubiera comprobado que no merecieran mucha credibilidad.

"Más acciones y menos reuniones", reclamaba Betinho pocas horas antes de morir. Muchos ya no quieren escuchar análisis de coyuntura; quieren hacer algo concreto por los niños de la calle, por la reforma agraria, por la preservación del medio ambiente. Aunque tales acciones sean o parezcan paliativos asistenciales. Las personas quieren menos análisis y más soluciones; más emociones y menos razones.

4) Banderas específicas y no utopías vagas. La cultura que transforma todo en mercancía es palpable y tiende a vaciar la atracción de las propuestas más genéricas, como un mundo mejor, la liberación y el socialismo. Las personas no parecen muy preocupadas por el futuro de la humanidad; quieren saber cómo asegurar su empleo, obtener un plan de salud y llevar a las familias de vacaciones a la playa.

Durante décadas se habló en Brasil de la reforma agraria. Sólo cuando la bandera se concretó en ocupaciones de tierras -que garantizan lotes a las familias sin tierra-, la lucha por la reforma agraria se tornó concreta. Ya no se espera "hacer la revolución" para después conquistar derechos sociales.

5) Las nuevas banderas: ecología, relaciones de género, cuestión racial.

El enfoque político se traslada de lo macro a lo micro, de lo global a lo local, de lo social a lo personal. No en el sentido de que uno sustituya al otro, sino como prioridades.

La búsqueda de calidad de vida y la preservación del medio ambiente moviliza amplios sectores de la población, superando las tensiones entre clases sociales y uniendo a ricos y pobres. La emancipación de la mujer acentúa el debate sobre las relaciones de género, politizando temas antes restringidos a la esfera privada o considerados como tabú, como la sexualidad, el machismo, la violencia en las parejas o contra los homosexuales.

La afirmación de la negritud y de la condición indígena son síntomas de la actualidad de pautas sociales que van más allá de los conceptos del marxismo vulgar, restringidos al conflicto de clases. En el sindicalismo, la lucha de clase cede lugar a las cámaras sectoriales, a los mecanismos de diálogo entre patrones y empleados, a la participación de los trabajadores en las empresas.

6) La emergencia de la espiritualidad. El predominio de lo personal sobre lo social favorece la preocupación por el equilibrio y la armonía individuales, la subjetividad, la vida espiritual. Ya que las ideologías no suscitan tantas esperanzas como antes, muchos buscan en las religiones un sentido para sus vidas.

Cansada de racionalismo, la gente quiere rescatar el encantamiento del mundo. Lo maravilloso, lo milagroso, lo esotérico, ejercen una fuerte atracción en este mundo en el que el sueño político no encuentra su lugar y las utopías parecen cada vez más distantes.

Los desafíos del movimiento popular

Si no tienen en consideración esta coyuntura los movimientos populares quedan condenados a su vaciamiento.

La experiencia del MST en Brasil, sirve de referencia para un nuevo estilo de acción. Allí lo político (la reforma agraria) se articula con el beneficio personal y familiar concreto (la ocupación de la tierra y la conquista de una parcela). Lo utópico (el socialismo) es vivenciado en actividades colectivas (asentamientos y cooperativas). Lo ético (la militancia y las marchas) encuentra motivaciones estéticas (los símbolos, como la bandera, la música, las romerías y el ritual de los encuentros).

Los movimientos populares deben partir de las demandas específicas de la población, aunque ellas no parezcan ser "las más políticas e ideológicas". En otras palabras, no se trata de partir de aquello que los dirigentes juzgan como lo mejor para el pueblo, sino lo que interesa y moviliza, invirtiendo en proceso.

Tal vez muchos no salgan de sus casas para manifestar solidaridad por Cuba, pero sí lo hacen para evitar que el municipio destroce su barrio. Tal vez muchos no entiendan el carácter neoliberal del gobierno, pero quieren mantener sus empleos y conquistar mejores salarios. Tal vez muchos no estén motivados por un debate sobre el socialismo, pero están dispuestos a trabajar para mejorar la escuela de sus hijos.

El movimiento popular debe enfrentar el desafío metodológico de partir de lo personal a lo social, de lo local a lo nacional, de lo subjetivo a lo objetivo, de lo espiritual a lo político y lo ideológico. Ahora, el trabajo de base sólo tendrá éxito si se asocia placer con deber, creatividad artística y formación, estética y ética. No es ya posible crear una "cortina de hierro" que vuelva a los militantes inmunes a la ideología neoliberal, al consumismo, a los encantos de la globalización. La cuestión es cómo introducir prácticas sociales que despierten una conciencia/experiencia crítica frente al sistema, de modo que la nueva sociedad pueda ir siendo forjada en las entrañas de la actual, como el niño en el vientre materno.

Corresponde al movimiento popular vincular lo micro a lo macro, las luchas específicas a las políticas públicas. Para eso es necesario elaborar propuestas concretas y viables para áreas como el abastecimiento, el transporte, la vivienda, la salud, etc. Las personas necesitan visualizar las banderas, sentir que son palpables y, en cierto modo, alcanzables en la actual coyuntura.

Hombres y mujeres nuevos

No es fácil hacerse "nuevo" en esta coyuntura. Es un desafío para nosotros -militantes veteranos- liberarnos del rango adquirido en prácticas anteriores: los ladrillos ideológicos que asustan a los nuevos compañeros; el gesto adusto que aparta la alegría; la prepotencia de quien se considera vanguardia; el autoritarismo en la conducción de las reuniones y las actividades; la falta de transparencia ética; la ambición de poder; el ideologismo que espanta a la gente que participa por primera vez de los eventos; el radicalismo en el lenguaje de quien no siempre se muestra radical en la práctica; la intolerancia; los prejuicios ante personas de otras clases sociales; el escaso respeto a la religiosidad popular...

Sin superar estas barreras se torna muy difícil dar un nuevo aliento al trabajo de base de los movimientos populares. Hoy, el desafío principal es ampliar la participación y multiplicar los movimientos. Sólo derribaremos las barreras objetivas -las estructuras del sistema- cuando logremos, primero, derribar las subjetivas.


ALAI

 

 

 


 



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