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La utopía de la felicidad / A utopia da felicidade

Frei Betto


 

La caída del socialismo en el Este europeo resalta la crisis de los paradigmas. Las utopías históricas dejan el puesto a las utopías esotéricas, las ideologías políticas pierden credibilidad, hay menos esperanza en un mundo que vive hoy bajo la hegemonía económica y militar de EEUU.

En efecto, hay una desmitificación del lenguaje político. Durante décadas, ese lenguaje se articuló como ciencia capaz de explicar, analizar y prever los fenómenos humanos. Abrió horizontes e hizo que una parcela de la humanidad creyera que la solidaridad podría constituirse en materia prima del futuro.

Sin embargo, no es la solidaridad lo que está en crisis. Es más bien la racionalidad moderna. Allí donde el racionalismo no echó raíces, en los medios populares, las expresiones de solidaridad continúan manifestándose. De alguna forma, las personas sencillas todavía creen en un futuro mejor. No importa si ese sentimiento brota de la emoción, de la fe o de la esperanza. Lo importante es resaltar que la crisis de la concepción cartesiana del mundo, en la que todo los fenómenos se encadenaban tan armoniosa y progresivamente como en la lógica matemática, abre ahora la perspectiva de que los caminos de la historia no sean sólo aquellos previstos por las anchas avenidas de las ideología modernas.

Tal vez los atajos sean ahora las vías principales, como lo demuestran la cuestión ecológica, la fuerza del fenómeno religioso y la recuperación de la ciudadanía. La imprevisibilidad constatada en el microuniverso de las partículas cuánticas sería una constante también del movimiento histórico. Y, así como el aparente perfil caótico de la naturaleza gana un sentido evolutivo y coerente en la esfera biológica, del mismo modo habría un nivel -que el Evangelio denomina amor- en el que las relaciones humanas toman la dirección de la esperanza.

Es verdad que, de repente, se derrumbó todo aquello que apuntaba hacia un futuro sin opresores y sin oprimidos. Y en nombre de la libertad y de la democracia, el capital privado asumió el control absoluto del poder. Hoy, las leyes del mercado importan más que las leyes de la ética, los índices de la Bolsa hablan más alto que los versículos de la Biblia, y el neodarwinismo se extiende, implacable, a la conciencia social, en la cual sólo sobreviven "los más capaces". En realidad, los más expertos, que no se distinguen por su sentido ético.

Pero, ¿y la pobreza de 2/ de la humanidad, que asusta hasta al FMI? ¿Qué significa hablar de libertades, cuando no se tiene acceso a un plato de comida? ¿No deberíamos resaltar la crisis crónica del capitalismo, que ya dura 200 años? ¿No sería un gran equívoco hablar de victoria neoliberal cuando, de hecho, lo que ocurrió fue el fracaso del socialismo estatocrático?

Esa es la gran contradicción de la actual coyuntura: ¡nunca hubo tanta libertad para tantos hambrientos! Incluso los pueblos que en las últimas décadas no habían conocido la pobreza, el desempleo y la inflación, ahora se las han de haber con esos flagelos, como ocurre en el Este europeo.

La ironía es que ahora, aquellos pueblos son libres para escoger a sus gobernantes, pueden circular fuera de sus fronteras y manifestar sus discrepancias en público. Pero no tienen opción a escoger un sistema económico en el que los derechos sociales estén por encima de la reproducción y de la acumulación del capital.

Jesús deja claro en el Evangelio que no se puee escoger, al mismo tiempo, a Dios y al dinero. Esso quiere decir que la opción po la vida és incompatible con la decisión de acumular riquezas y de nutrirse de indiferencia frente a tanta pobreza. Las causas son estructurales.

NO basta cambiar los políticos. Es preciso cambiar el modelo económico que, de fuera a dentro, impide a Brasil ser dueño de su destino. Eso pasa por las elecciones municipales del 2000. Sí, muchos tienen asco de la política, sobre todo entre los jóvenes. Con todo, no deben olvidar: quien no gusta de la política es gobernado por aquellos a quienes les gusta. Si la mayoría no gusta de la política, acaba siendo gobernada por la minoría.

El don mayor de Dios, la Vida -omo ternura, comunión, fe y fiesta- late con más fuerza en el corazón de quien todavía cree en la felicidad como propuesta colectiva.

Frei Betto es dominico y escritor


A falência do socialismo no Leste europeu ressalta a crise dos paradigmas. As utopias históricas cedem lugar às utopias esotéricas, as ideologias políticas perdem credibilidade, há menos esperança num mundo que vive, hoje, sob hegemonia econômica e militar dos EUA.

De fato, há uma desmistificação da linguagem política. Durante décadas, ela se arvorou em ciência capaz de explicar, de analisar e de prever os fenômenos humanos. Abriu horizontes e fez uma parcela da humanidade acreditar que a solidariedade pudesse se constituir em matéria-prima do futuro.

No entanto, não é a solidariedade que está em crise. É a racionalidade moderna. Lá onde o racionalismo não criou raízes - nos meios populares - as expressões de solidariedade continuam a se manifestar. De algum modo, as pessoas simples ainda acreditam num futuro melhor. Não importa se esse sentimento brota da emoção, da fé ou da esperança. O importante é ressaltar que a crise da concepção cartesiana do mundo, na qual todos os fenômenos se encadeavam tão harmoniosa e progressivamente quanto na lógica matemática, abre agora a perspectiva de que os caminhos da história não sejam apenas aqueles previstos pelas largas avenidas das ideologias modernas.

Talvez os atalhos sejam agora as vias principais, como o demonstram a questão ecológica, a força do fenômeno religioso e o resgate da cidadania. A imprevisibilidade constatada no microuniverso das partículas quânticas seria também uma constante no movimento histórico. E, assim como o aparente perfil caótico da natureza ganha um sentido evolutivo e coerente na esfera biológica, do mesmo modo haveria um nível -que o Evangelho denomina amor- em que as relações humanas tomam a direção da esperança.

É verdade que, de repente, ruiu quase tudo aquilo que sinalizava um futuro sem opressores e oprimidos. E, em nome da liberdade e da democracia, o capital privado assumiu o controle absoluto do poder. Hoje, as leis do mercado importam mais do que as leis da ética, os índices da Bolsa falam mais alto que os versículos da Bíblia, e o neodarwinismo se estende, implacável, à convivência social, na qual só sobrevivem os "mais capazes". Na verdade, os mais espertos, que não primam pelo senso ético.

Mas, e a pobreza de 2/3 da humanidade, que assusta até o FMI? O que significa falar em liberdades quando não se tem acesso a um prato de comida? Não deveríamos ressaltar a crise crônica do capitalismo, que já dura 200 anos? Não seria um grande equívoco falar em vitória neoliberal quando, de fato, o que houve foi o fracasso do socialismo estatocrático?

Essa a grande contradição da atual conjuntura: nunca houve tanta liberdade para tantos famintos! Mesmo os povos que, no decorrer das últimas décadas, não conheceram a pobreza, o desemprego e a inflação, agora se deparam com esses flagelos, como ocorre nos países do Leste europeu.

A ironia é que, agora, aqueles povos são livres para escolher seus governantes, podem circular fora de suas fronteiras e manifestar suas discordâncias em público. Mas já não têm a opção de escolher um sistema econômico em que os direitos sociais estejam acima da reprodução e da acumulação do capital.

Jesus deixa claro no Evangelho que não se pode escolher, ao mesmo tempo, Deus e o dinheiro. Isso quer dizer que a opção pela vida é incompatível com a decisão de acumular riquezas e nutrir-se de indiferença frente a tanta pobreza. As causas são estruturais.

Não basta mudar os políticos. É preciso mudar o modelo econômico que, de fora para dentro, impede o Brasil de ser senhor de seu destino. Isso passa pelas eleições municipais de 2000. Sim, muitos têm nojo de política, sobretudo entre os jovens. Contudo, não devem esquecer: quem não gosta de política é governado por quem gosta. Se a maioria não gosta, ela acaba sendo governada pela minoria.

O dom maior de Deus, a vida - como ternura, comunhão, fé e festa - pulsa mais forte no coração de quem ainda acredita na felicidade como proposta coletiva.

 

Frei Betto é dominicano e escritor

 

 

 


 



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