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Por la mundialización de la solidaridad y de la igualdad fraterna

FUNDALATIN - Caracas, Venezuela


 

La comunidad ecuménica de Fundalatín, con motivo del día de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a 50 años de la constitución de las Naciones Unidas, entrega este mensaje como expresión de nuestros Pueblos de América Latina y el Caribe.

El fenómeno de la mundialización tiene aspectos positivos: dota a la humanidad de la capacidad de informarse instantáneamente de lo que ocurre desde y hasta cualquier punto del planeta; la cibernética y las telecomunicaciones generan valiosos instrumentos de decisión cada vez más accesibles; la transacción financiera se hace en forma instantánea para el flujo de capitales y las operaciones comerciales; los medios de transporte permiten trasladar de un punto a otro volúmenes antes impensados de mercancía en tiempo récord... Cambios vertiginosos que generan estados de perplejidad en muchas conciencias.

Sin embargo, todos estos adelantos fueron usados ya en la Guerra Fría. La llamada "Guerra de las Galaxias" sintetizó el esfuerzo de cada bloque para imponerse militarmente con el uso de satélites altamente tecnificados.

La caída posterior de uno de los bloques alteró el orden internacional y el esquema de negociación dentro de las Naciones Unidas. Del derecho al veto ofrecido a las potencies atómicas resulta su carácter asimétrico. Hoy no estamos saliendo de una guerra mundial, como cuando surgió la ONU, ni se percibe otra nefasta reincidencia. Pero, como nunca antes, es más necesario establecer un mínimo de reglas de juego humanas para las relaciones entre los pueblos.

Los esquemas económicos vigentes, impulsados especialmente por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional como única salida, neutralizan los aspectos positivos de la mundialización. Los mayores recursos mundiales de poder no están en las instancias de decisión política intergubernamentales, como las Naciones Unidas, sino, paradójicamente, en los directorios de los entes financieros multilaterales que deciden con el peculiar criterio de mayor voto a mayor poder económico. Así producen a nivel global las graves desigualdades internas de los países.

Ajuste tras ajuste, se promueve un mundo sin normas éticas, la especulación financiera, el lavado de dólares, una tierra de nadie: el ideal de las transnacionales. Sólo queda la opción del capitalismo salvaje, bajo las leyes de Darwin, con la eliminación de los débiles y la merma de nuestra soberanía. Los medios masivos, cada vez más en poder de menos, difunden una supuesta e inevitable muerte de la esperanza y de las sanas utopías.

Un orden donde el 20% del mundo industrializado concentra el 80% del ingreso. Que incrementa el desempleo y deja a 130 millones de niños sin escuela. Que desplaza a poblaciones indígenas pare aprovechar sus tierras y recursos. Que genera caravanas de migrantes que huyen de conflictos armados ajenos a sus intereses. Que sobrepuebla ciudades con hacinamiento y miseria. Un orden incapaz de detener los inexplicables ensayos atómicos, pese a la indignación de "nosotros, los pueblos del mundo".

Un orden que no genera empleo ni ofrece educación, salud, vivienda, seguridad a su gente ni responsabilidad con los niños, y no respeta a los pueblos y sus culturas. Una globalización violadora de los derechos sociales consagrados en la Declaración Universal de los Derechos humanos, creada como norma ética del orden de la postguerra y burlada durante medio siglo de historia. Una mundialización que, pese a las declaraciones formales, continúa agrediendo a la Madre Tierra -la Pacha Mama indígena- legado natural para las futuras generaciones. Tanto sufrimiento y despojo son una prueba evidente del fracaso del neoliberalismo como marco mundial de convivencia humana. Fracaso que hace imprescindible un diálogo mundial para la renovación ética y jurídica de las Naciones Unidas.

El surgimiento de otros polos de poder distintos a los que impusieron el orden de postguerra, como Alemania y Japón (precisamente los países que perdieron la II Guerra Mundial y no entraron en la Guerra de las Galaxias) configuran un orden bipolar de conflictos entre los países industrializados. Y un conflicto de subsistencia con los países del Sur.

Una paradójica mundialización que excluye al 80% de la humanidad podrá ser transitoriamente viable pare el 20% de la población favorecida, pero será insostenible, sobre todo si considera que la democracia, el gobierno de las mayorías, sea uno de sus valores. Asumimos la lúcida observación de un pionero venezolano en las luchas por la justicia y la cooperación internacional, Manuel Pérez Guerrero: la prosperidad que no se comparte no es duradera.

Con palabras del Obispo Pedro Casaldáliga, de Brasil, denunciamos una nueva esclavitud mundial, una guerra global que mata legalmente en nombre del mercado y del bienestar de algunos, una dictadura económica total.

Por eso, con el sentir de nuestros pueblos, convocamos a la renovación ética y jurídica de las Naciones Unidas, alejadas de la política de bloques y libres de mediatizaciones impuestas por cualquier potencia mundial o corporación transnacional.

Nuestra esperanza no se basa en el poder de las armas y el dinero, sino en la fuerza moral de los pueblos, en la dignidad de los humildes y en la solidaridad de la gente de buena voluntad unida para cambiar la historia.

 

 

 


 



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