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Uno

Lila María CORTÉS


 

 

 

Eran las 3 y 34 de la tarde cuando escuchamos en la radio la trágica noticia. El ruido pesado del motor del taxi en que viajábamos nos traía adormecidos a la mayoría, y mientras que la emisora de turno entonaba algunos tangos y otras canciones populares, un campesino sentado en la banca de atrás no paraba de contar historias sobre sus paisanos y conocidos al conductor del vehículo, el único que parecía prestarle voluntariamente su atención, y que de vez en cuando se pasaba un trapo rojo por la frente y miraba a través del retrovisor.

-¿Hace cuánto que está viviendo en la ciudad, don Luis?

-En agosto cumplo 9 años

-¿Y por qué se fue, hombre, sin avisar? ¿Fue por cuestión de negocios? Porque en el granero parecía que le estaba yendo muy bien!

--Pues sí, la tiendita se movía y entraban unos pesos, pero ahí mismito se iban. El caso es que tuvimos un problema de última hora y no pudimos despedirnos ni del cura párroco.

“Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina. Uno va arrastrándose entre espinas y en su afán de dar su amor, sufre y se destroza hasta entender que uno se ha quedado sin corazón. Precio de castigo que uno entrega por un beso que no llega o un amor que lo engaño. Vacío ya de amar y de llorar tanta traición!…”

Recuerdo que la marcha comenzó a las 10 de la mañana en la sede del gobierno. El hombre de poncho y sombrero salió con una comitiva numerosa a caminar en nombre de la paz. Los cantos y oraciones, las pancartas y consignas, los deseos y esperanzas estaban todos orientados a abrir los caminos de reconciliación que tanto necesitaba la región. La idea era entonces recorrer a pie todos los municipios posibles, sobre todo aquellos en donde la violencia estaba más acentuada y la presencia guerrillera más frecuente.

Todos los periódicos locales publicaron grandes titulares que respaldaban la expedición, pero no dejaron de expresar su preocupación argumentando razones de seguridad. Como una temeridad fue calificada por unos, como ingenuidad o irresponsabilidad por otros, y como un acto de generosidad humana, los que más.

Los caminantes lucían felices al momento de la partida, dieron declaraciones a la prensa, reflejaban en sus rostros la luz de la fe que llevaban en el corazón de que todo saldría bien y de que el resultado no podría ser otro que el de esa tan anhelada reconciliación. A lo lejos sólo se veían ir hombres y mujeres con camisetas y pañuelos blancos recordándonos las ansias de paz, haciendo renacer en los que los veíamos ir, el deseo inmenso de que ese sueño fuera posible.

“…Si yo tuviera el corazón, el corazón que di. Si yo pudiera como ayer querer sin presentir. Es posible que a tus ojos que me gritan su cariño los cerrara con mis besos, sin pensar que eran como esos otros ojos, los perversos, los que hundieron mi vivir. Si yo tuviera el corazón, el mismo que perdí. Si olvidara a la que ayer lo destrozó y pudiera amarte, me abrazaría a tu ilusión para llorar tu amor…”

- Mi familia, como usted sabe, se dedicó toda la vida a transportar carga pesada -madera, panela, ladrillos, en fin, lo que resultara- por caminos bien duros, en unos burritos que fuimos adquiriendo poco a poco. Así fue como conocimos todas las travesías, senderos y trochas de las montañas del Suroeste. Con ese trabajo pudimos darles la oportunidad a mis hermanos menores de ir a la escuela y el resto de la familia pudo hacer su propio capital, que no era mucho, pero que nos permitía vivir dignamente y ahorrar un poco para alcanzar el sueño de toda la vida: montar en el pueblo una buena tienda con legumbres y hortalizas de las que producía nuestra tierra…

-¿Fue en esos días cuando mataron a su hermano Marcos? Entre la gente corrió el rumor de que fue por robarle una carga de bultos de café…

-Sí, así fue. Creo que eso nos hizo tomar más rápido la decisión de irnos, entonces reunimos entre todos lo que habíamos ahorrado y alquilamos una casa y el local donde pusimos la revueltería.

-¿Y los animales?

-Se los vendimos a una familia que parecía honrada y dijeron estar recién llegados del Oriente de donde la violencia los había sacado; esperaban que en esta región su suerte fuera distinta. Con esa plata pudimos hacer el primer surtido de granos. Llevábamos la tristeza encima por la muerte de Marcos, a mi mamá sí que le dio duro, casi la mata la pena moral! pero llevábamos también, gracias a Dios, la ilusión de que las cosas podrían mejorar.

Por un momento deseé que el carro se detuviera porque comencé a sentir mareos. La carretera me parecía con más curvas que nunca, y mientras más descendíamos, el bochorno ante la proximidad del río Cauca acentuaba mi malestar; sin embargo logré distraerme mirando la belleza de tantas montañas, los cerros llenos de verdor, las casas campesinas que bordeaban la carretera pintadas de colores vivos con canastillas colgantes en sus corredores colmadas de besitos, clavellinas, begonias, gardenias, flores que dejaban impregnado el ambiente de un perfume suave y sobrecogedor, y a la región de un aire esplendoroso, y eso sí, el cielo más azul visto en mucho tiempo.

“…Pero, Dios te trajo a mi destino sin pensar que ya es muy tarde y no sabré cómo quererte. Déjame que llore como aquel que sufre en vida la tortura de llorar su propia muerte. Buena, como eres, salvarías mi esperanza con tu amor…”

La noticia de la marcha trascendió a nivel nacional, ya no sólo eran los periódicos locales, sino también las emisoras radiales y los noticieros de televisión en todo el país los que transmitían el evento cada día. Después de recorrer 140 kilómetros y 5 municipios, los caminantes se acercaban a su meta.

Pero para sorpresa de todos, un grupo armado salió al paso de la caminata declarando que querían un acercamiento y conversar; para ello su comandante, que no recuerdo como se hacía llamar, exigía la presencia del hombre fuerte y de su compañero, un hombre mayor de mirada bondadosa, con la promesa de reintegrarlos a la marcha una vez terminado el diálogo. Jamás regresaron. Ahora evoco las imágenes en televisión de los dos hombres caminando rumbo a sus captores; se fueron creyendo que encontrarían el camino de la concordia, pero se encontraron con odios y promesas rotas, con crueldades, abusos y con la fe de todo un pueblo burlada…

“…Uno está tan solo en su dolor…Uno está tan ciego en su penar…Pero un frío cruel que es peor que el odio –punto muerto de las almas, tumba horrenda de mi amor- maldijo para siempre y me robó toda ilusión…”

-¿Entonces qué pasó?

-Pues hombre, ¡lo de siempre! Esos tipos, usted sabe, comenzaron a pedirnos una “vacuna”, por lo que vendíamos, o muchas veces se nos llevaban todo el surtido. Así fue como cada vez teníamos menos ganancias, y al poco tiempo empezamos a endeudarnos para poder mantener el negocio, y para mantenernos con vida…

-¡Fue cuando decidieron irse!

-Sí de un día para otro. Empacamos unos cuantos trapos en unos costales y sin decirle a nadie salimos en el primer bus para la ciudad, un miércoles que, como se acostumbraba, no se abría el mercado; así ninguno se daría cuenta.

-Ay hombre, sí que lo siento.

“…Si yo tuviera el corazón, el corazón que di. Si yo pudiera como ayer querer sin presentir. Es posible que a tus ojos que me gritan su cariño los cerrara con mis besos, sin pensar que eran como esos otros ojos, los perversos, los que hundieron mi vivir. Si yo tuviera el corazón, el mismo que perdí. Si olvidara a la que ayer lo destrozó y pudiera amarte, me abrazaría a tu ilusión para llorar tu amor…”

“Atención, atención. Noticia de última hora: Interrumpimos esta transmisión para informarles que tras un operativo de rescate realizado en las montañas esta mañana por el Ejército Nacional, entre los departamentos de Antioquia y Chocó, fueron encontrados sin vida los cuerpos del Gobernador, su Asesor de Paz y otros ocho soldados. Las fuentes oficiales declararon que fueron asesinados a sangre fría con ráfagas de fusil por la guerrilla, momentos antes de huir ante la inminente emboscada de los soldados colombianos. El país rechaza con dolor este nuevo acto de barbarie y clama con más fuerza por la consecución de la paz”.

“Pero Dios te puso en mi camino sin pensar que ya es muy tarde y no sabré cómo quererte... Déjame que llore como aquel que sufre en vida la tortura de llorar su propia muerte. Pura como sos habrías salvado mi esperanza con tu amor... Uno esta tan solo en su dolor, uno esta tan ciego en su penar... Pero un frío cruel que es peor que el odio, punto muerto de las almas, tumba horrenda de mi amor, maldijo para siempre y me robo toda ilusión...”

 

Lila María Cortés

Medellín, Colombia

 


 



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