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Rescatar lo que perdimos

2007-06-22


  Durante la Eco-92, en Rio de Janeiro, 1600 científicos, entre los cuales había 102 Premios Nóbel de 70 países, lanzaron el documento Llamamiento de los científicos a la Humanidad. En él decían: «Los seres humanos y el mundo natural siguen una trayectoria de colisión. Las actividades humanas desprecian violentamente -y a veces de forma irreversible- el medio ambiente y los recursos vitales. Urge realizar cambios fundamentales si queremos evitar esa colisión a la que nos conduce el rumbo que llevamos».

Fue una voz en el desierto. Pero ahora, en el contexto actual, cuando los datos empíricos señalan las graves amenazas que pesan sobre el sistema de la vida, aquellas palabras adquieren actualidad. No conviene menospreciar el valor de aquel llamamiento.

Frente a la crisis ecológica podemos alimentar dos actitudes: señalar los errores cometidos en el pasado, que nos han conducido a la presente situación, o rescatar los valores, los sueños y las experiencias que dejamos atrás y que pueden ser útiles para inventar lo nuevo. Prefiero esta segunda actitud. Por eso vale la pena hacer un replanteamiento del momento presente enumerando, más que profundizando, diez puntos cruciales.

El primero es rescatar el principio de la re-ligación: todos los seres, especialmente los vivos, son interdependientes y son expresión de la vitalidad del Todo que es el sistema-Tierra. Por eso todos tenemos un destino compartido y común.

El segundo es reconocer que la Tierra es finita, un sistema cerrado como una nave espacial, con recursos escasos.

El tercero es entender que la sostenibilidad planetaria sólo estará garantizada mediante el respeto a los ciclos naturales, consumiendo con racionalidad los recursos no renovables y dando tiempo a la naturaleza para que regenere los renovables.

El cuarto es el valor de la biodiversidad, pues es la que garantiza la vida como un todo, ya que propicia la cooperación de todos con todos, con vistas a la supervivencia común.

El quinto es el valor de las diferencias culturales: todas ellas muestran la versatilidad de la esencia humana y nos enriquecen a todos, pues en lo humano todo es complementario.

El sexto es exigir que la ciencia se haga con conciencia, y que sea sometida a criterios éticos para que sus conquistas beneficien más a la vida y a la humanidad que al mercado.

El séptimo es superar el «pensamiento único» de la ciencia y valorar los saberes cotidianos, de las culturas originarias y del mundo agrario, porque ayudan en la búsqueda de soluciones mundiales.

El octavo es valorar las virtualidades contenidas en lo pequeño y en lo que viene de abajo, pues en ellas pueden estar contenidas soluciones mundiales, bien explicadas por el «efecto mariposa».

El noveno es dar centralidad a la equidad y al bien común, pues las conquistas humanas deben beneficiar a todos, y no -como actualmente- a sólo el 18% de la humanidad.

El décimo -el más importante- es rescatar los derechos del corazón, los afectos y la razón cordial, que fueron relegados por el modelo racionalista, y que es donde reside el nicho de los valores.

Estos puntos representan visiones humanas que no pueden ser desperdiciadas, pues incorporan valores que podrán alimentar nuevos sueños, nutrir nuestro imaginario y, principalmente, fomentar prácticas alternativas. Somos seres que olvidan y recuerdan, y que siempre pueden rescatar aquello a lo que no se le dio oportunidad en el pasado, para darle ahora la oportunidad de realizarse. Quien sabe si por ahí encontraremos una salida para la mortificante crisis actual.

 

Leonardo Boff




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