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Elogio de la locura de Dom Luis

2005-10-14


  Monseñor Fray Luiz Flávio Cappio fue alumno mío de teología en Petrópolis en los años 1970 y 1971. Se destacaba de los compañeros por un compromiso radical con los pobres y por el aura de simplicidad y santidad que irradiaba. Quedó debiéndome el trabajo de final de curso: una tesina de por lo menos treinta páginas. El último día, antes de ser transferido para São Paulo, metió por debajo de la puerta de mi celda una página en la que se leía: «Después de cinco años de estudio, reflexión y oración, esto es lo que ha quedado de mi teología». Y transcribía en griego, latín y portugués el padrenuestro, la oración del Señor.

Siempre que lo encontraba le reclamaba yo aquel trabajo. En 1975, el jueves santo, desapareció del convento de São Paulo. Tres días después, en un altar lateral de la iglesia, encontraron una carta suya donde explicaba su decisión de ir a los más pobres de entre los pobres y servirlos en nombre del evangelio. Salió sólo con el hábito y el evangelio. Hizo auto-stop con camioneros. Dos meses después llegó a Barra, en Bahia. Con su hábito de fraile, sandalias franciscanas y el evangelio en la mano, predicaba por los pueblecitos de la ribera.

Cuando lo localizaron, el superior provincial me telefoneó y me dijo: «Fray Luis se ha vuelto loco, tenemos que ir a buscarlo». Yo le respondí: «Padre provincial, abra el evangelio de San Marcos y lea el capítulo 3 versículo 21: «Cuando los familiares supieron que Jesús predicaba por allí, salieron a por él, pues decían: está loco». Algo semejante ocurrió con San Pablo, que predicaba la cruz de Cristo, escándalo para los judíos, locura para los paganos y salvación para los cristianos. Lo mismo ocurrió con San Francisco de Asís cuando le sugirieron seguir las reglas monásticas ya existentes en vez de la radical identificación con los pobres. Respondió al enviado del Papa: «Dios me llamó a seguir la vía de la simplicidad; no quiero que me hablen de otras reglas; el Señor me reveló su voluntad de que fuese un nuevo loco en el mundo». Dom Luis Flávio Cappio, al decidir entrar en huelga de hambre, dijo: «Cuando la razón se acaba, la locura es el camino».

Esa locura no es locura: es otra lógica, la del amor, de la creatividad, de algo que es trans-sistémico. Si hay alguien que conoce el valle del Río São Francisco es el obispo Dom Fray Luis. De 1992 a 1993 recorrió con un pequeño grupo todo el valle, visitando a los ribereños, anotando los problemas y sugiriendo medidas ecológicas. Lula, en la caravana del São Francisco en la que participé, recibió de las manos de Fray Luis todo ese material, que los técnicos valoran enormemente.

Como es un hombre espiritual y de gran santidad personal, Dom Fray Luis ha desarrollado una especial intuición para los asuntos que tienen que ver con los pobres y la degradación del «Viejo Chico» -como le llaman cariñosamente al río-. El Gobierno habla de soluciones técnicas. Fray Luis habla de soluciones sociales. No está en contra del trasvase. Está contra ese tipo de trasvase que no ha sido adecuadamente discutido con los afectados y que no garantiza la solución social. En un mundo donde todo se convierte en mercancía y ocasión de lucro, las aguas trasvasadas servirán en un 70% al agronegocio de exportación. Los Estados deben distribuir el resto al pueblo sediento. ¿Lo irán a hacer sin cobrar? Dom Fray Luis, en treinta años de identificación con los pobres del valle ha entendido dónde está la dificultad. Se hizo «loco de Dios», portador de una sabiduría más alta.

 

Leonardo Boff




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