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Religiosas en la marcha del MST

2005-05-27


  La marcha del MST sobre Brasilia ha suscitado mucha solidaridad por todo Brasil. Cabe destacar un grupo, el grupo de solidaridad de la CRB, Conferencia de los Religiosos de Brasil: 50 religiosas que caminaron más de doscientos kilómetros desde Goiânia en representación de la Conferencia. Era impresionante verlas con sus hábitos grises en medio de la multitud, algunas ya ancianas, marchando en fila, compenetradas y joviales.

Este grupo es relevante por dos razones. En primer lugar muestra que la Iglesia de la Liberación está viva, a pesar de todo el esfuerzo que se hace para desmantelarla o volverla invisible. Son muchas las centenas de religiosas que se insertan en los medios pobres y populares, especialmente en el interior del país y en las periferias de las ciudades, convirtiéndose en las verdaderas parteras de la Iglesia de base. Ellas entienden que el voto de pobreza que profesan implica más que no tener, exige más que una dimensión espiritual de disponibilidad y apertura a Dios.

Ser pobre en nuestro contexto de opresión es hacerse pobre, por amor y por solidaridad con los pobres, para, junto con ellos, comprometerse contra la pobreza y en favor de la vida y de la justicia para todos. La presencia de ellas en el MST, cuyos miembros son en su mayoría cristianos, asegura que esta lucha por la Tierra representa también, además de su aspecto social y político, uno de los bienes del Reino, y que esa Causa está anclada en el corazón de Dios. Esto confiere grandeza al compromiso.

En segundo lugar, estas religiosas marcan el contrapunto con tantas críticas difundidas por los medios de comunicación, provenientes de los estratos intelectuales de la sociedad. Dejemos de lado aquellos para quienes «el MST no pasa de ser una horda de impostores» y sus líderes «una partida de bandoleros». Quienes así piensan se descalifican a sí mismos y no merecen siquiera atención.

Más sutil es la crítica de intelectuales que en un tiempo estaban por la transformación de la sociedad, pero que hoy, ante el desencanto general, han asumido una postura fatalista y dimisionaria de la historia. Hay quien considera, por ejemplo, al MST sin autonomía, «poblaciones retardatarias de la historia» que presentan «demandas atrasadas y fuera de época», pues sus valores procederían «del acerbo de ideas conservadoras: propiedad de la tierra, trabajo comunitario, religión, familia, comunidad...». Mal sabe –quien así piensa- que tales valores, en la actual crisis ecológica, son precisamente los que posibilitan el futuro de la Tierra.

Afirmaciones como ésas no sorprenden. Son típicas de la élite ilustrada, muy funcional al sistema de privilegios brasileño, élite que según el gran historiador José Honório Rodrigues «nunca se reconcilió con el pueblo, le negó sus derechos, destruyó su vida y, cuando vió que se crecía, le denegó poco a poco su aprobación, conspirando para desplazarlo de nuevo a la periferia, lugar que sigue pensando le pertenece». («Conciliação e reforma», p. 16). Por esta razón, niega al MST «una comprensión objetiva de su lugar en la historia».

Aquí, a la ignorancia se suma la arrogancia. ¿Qué saben tales intelectuales del trabajo civilizatorio realizado por el MST, que da conciencia de ciudadanía activa a sus millares de miembros, que ha fundado 1300 escuelas por las que han pasado 160 mil niños y adolescentes, que involucra a casi 3000 educadores y ha alfabetizado ya a 30 mil adultos? Incluso ha fundado en Gararema (São Paulo) la primera Universidad Popular de Brasil.

El MST desafía a la sociedad organizada a ponerse también en marcha, en proceso de cambio, porque el Brasil que hemos heredado no nos dignifica. Merecemos un destino mejor, que ha de ser construido.

 

Leonardo Boff




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