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Ricos epulones y pobres lázaros

2005-02-04


  El Foro Económico Mundial de Davos y el Foro Social Mundial de Porto Alegre actualizan, en cierta forma, la parábola evangélica del rico epulón y del pobre lázaro. En Davos predomina lo económico, los bienes materiales y el dinero. Hasta fecha reciente allí se reunían los epulones del mundo para discutir monedas, intereses, mercados, inflación y principalmente ganancias. Eran ciegos y sordos al clamor que subía de la Tierra por causa del destino trágico de los pobres y de la devastación de la naturaleza.

En Porto Alegre predomina lo social, los bienes no-materiales y la apuesta de que otro mundo es posible. Ahí se reúnen los representantes de los pobres lázaros del mundo entero. En su agenda están bienes espirituales y humanitarios como la solidaridad, el respeto a la diversidad, la compasión, el cuidado con la naturaleza, el rechazo a todo tipo de violencia y a la guerra, el empeño en la paz duradera, el ecumenismo entre las religiones, la democracia social sin fin.

Davos y Porto Alegre muestran una humanidad bajo amenaza de bifurcación: por un lado, ese tercio que tiene acceso a todos los medios de vida, soñando vivir hasta 130 años, que es la edad de las células, y por el otro, esos dos tercios de la humanidad que sobreviven como pueden, con los parcos recursos que les sobran, alcanzando quizá los sesenta años.

¿Cómo mantener la humanidad unida, como especie y como familia, morando en la misma Casa Común, ya que no tenemos otra para habitar? Es un desafío ético y humanístico para todo poder político, para las religiones y las Iglesias, para los intelectuales, para los militantes por un mundo mejor y para todos los humanos que se han concienciado de esta tragedia que puede abatirse sobre la humanidad.

La razón principal del Presidente Lula al participar de los dos Foros reside en este significado transcendente: establecer puentes, crear las condiciones para un diálogo necesario sobre el futuro de la Tierra y de la Humanidad, partiendo de las demandas del Foro Social Mundial, para impedir así la bifurcación. Él introdujo en Davos el escándalo del hambre y de la exclusión. La puerta de entrada no puede ser la economía capitalista, orientada por la acumulación sin límites dentro de la lógica de la competición. En ésta lógica sólo gana el más fuerte al precio de una altísima iniquidad social y ambiental. Si entramos por ahí legitimamos a los ricos epulones, sensibles únicamente a las cifras y al brillo del vil metal. Debemos entrar por la puerta de lo social porque ahí encontramos de inmediato los millones de otros con sus rostros marcados y la naturaleza depredada. Y ante el otro surge la pregunta ética: ¿cómo tratar a los humanos humanamente y cómo tratar a la naturaleza con cuidado? Al responder estas preguntas que nos queman por dentro, nos urge jerarquizar las instancias: la economía debe servir a la política que, a su vez, debe someterse a la ética que, por su parte, debe inspirarse en una comprensión integradora y espiritual del ser humano. Es decir, los medios de vida económicos sirven para garantizar una buena convivencia social y política regida por valores éticos de justicia, equidad, participación y respeto a los derechos, en el contexto de un aura espiritual que proporciona las motivaciones importantes que dan sentido a la vida.

Davos y Porto Alegre se exigen mutuamente. ¿Llegará el día en que se abracen? Basta con que seamos razonables. Entonces no habrá ya ricos epulones y pobres lázaros, sino ciudadanos que habrán descubierto la alegría de convivir fraternalmente y en paz también con la naturaleza.

 

Leonardo Boff




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