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Alianza Tierra-Agua

2004-12-03


  La cuestión agraria en Brasil nunca se resolvió, porque la dominación del latifundio, articulada con la política y los medios de comunicación, siempre consiguió debilitar, aislar y fragmentar a las clases populares en el campo, a excepción del MST. Toleró sólo luchas reivindicativas, o aceptó políticas públicas meramente compensatorias, pero nada verdaderamente transformador. Las clases populares nunca consiguieron formar un frente amplio para presionar al Estado a aplicar lo que prescribe la Constitución en su artículo 184: «Compete a la Unión expropiar por interés social para fines de reforma agraria, el inmueble rural que no esté cumpliendo su función social».

La Unión, incluso bajo la administración del PT, nunca dio la urgencia necesaria a la reforma agraria. No haría falta tomar tierra de nadie, bastaría utilizar los 250 millones de hectáreas de tierras desocupadas o los 285 millones de hectáreas de latifundios improductivos, según datos del Incra. Hay tierra para muchas reformas agrarias, si el Estado realmente quisiera, como quiso la reforma de la Seguridad social y la Reforma tributaria. No sólo no se hace la Reforma agraria, sino que ha crecido el latifundio más de dos mil hectáreas: entre 1992 y 1998 se amplió en 56 millones de hectáreas, lo que representa tres veces más que los 18 millones de hectáreas que el gobierno de Fernando Henrique Cardoso expropió en 8 años de administración. El consorcio madera - ganado bovino - producción de granos, avanza Amazonia adentro, provocando talas y quemas nunca antes vistas. Sólo entre agosto de 2002 y agosto de 2003 han sido talados y quemados 23.750 km cuadrados. Como resultado de esto -junto a otros factores- Brasil emite anualmente 200 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, tanto como el primer mundo se ha dispuesto a disminuir.

Frente a esta perversidad social y ecológica cobra importancia la «Conferencia Nacional Tierra y Agua: Reforma agraria, democracia y desarrollo sostenible», que ha reunido a diez mil campesinos de todo el país, en Brasilia, los días 22 a 25 de noviembre. Por primera vez se ha logrado un frente amplio con 45 entidades que se comprometen con la reforma agraria y la justicia en el campo, intentando modificar la correlación de fuerzas con el latifundio y el agronegocio. Estas entidades se han dado cuenta de que manteniendo el actual modelo macroeconómico se hace imposible la reforma agraria y la garantía de soberanía alimentaria. Como tema de reflexión han escogido perspicazmente la Tierra y el Agua, dos bienes fundamentales que desenmascaran la lógica perversa del sistema imperante entre nosotros y en la globalización. Este sistema todo lo convierte en mercancía y oportunidad de lucro. Ahora bien, tierra y agua son bienes singulares. De ellos depende la supervivencia de la naturaleza y de la humanidad. Más que recursos, son bienes naturales, vitales e insustituibles. No pueden convertirse en mercancía en manos de unos pocos. Es preciso que conserven su destino universal. El agronegocio, volcado a la exportación, lo que más necesita es tierra y agua. Los dólares que gana ayudan al gobierno en su estrategia de estabilidad, que no es otra que la de alcanzar un endeudamiento sostenido. Pagaremos la deuda e(x)terna a condición de seguir matando y talando, no haciendo la reforma agraria y manteniendo la exclusión social de millones de personas.

Estas entidades no aceptan este destino trágico para el Pueblo. Ellas son las portadoras del sueño de un Brasil diferente, no el gobierno. La esperanza ha abandonado el Planalto [donde está la Casa de Gobierno de Brasil] y ha vuelto al llano.

 

Leonardo Boff




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