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2003: esperanza y ansiedad

2004-01-02


  Todo balance es una lectura de ciego que sólo capta las relevancias. Qué sea relevante o no, depende de cada uno. Por eso, todo balance es irremediablemente subjetivo. Bajo mi óptica, ¿qué fue relevante en el mundo y en Brasil?

En el mundo, lo relevante fue el establecimiento de una nueva forma de guerra mundial: la guerra contra el terror. En ella vale todo. No se respeta ningún derecho humano ni los acuerdos internacionales. Fundamentalmente es una guerra preventiva e inmoral. Con armas sofisticadísimas se planifica y se ejecuta la destrucción de cualquier supuesto nicho terrorista en cualquier parte del mundo y el asesinato de líderes. Para eso se reconfiguró el Pentágono, con tropas de élite para reaccionar rápidamente a escala mundial, capaces de infiltrarse en países considerados hostiles y de liquidar blancos seleccionados, aparte del trabajo del ejército estadounidense. Es la estrategia de Donald Rumsfeld, cuya mente sobresale en perversidad. Con ello regresamos al Estado Leviatán de Hobbes y renunciamos a los principios que, un día, nos sacaron de la barbarie. A partir de ahora viviremos bajo el terror: el del Estado barbarizado y el de los terroristas.

En cuanto a Brasil: el sueño acariciado por generaciones, de romper con el Brasil de quinientos años y de inaugurar un Brasil diferente, parecía encontrar en el PT y en la dirección carismática de Lula el conducto de su viabilización. Al principio lo urgente era salvar el Titanic, medio hundido. Se consiguió. Pero el entusiasmo que produjo ese éxito hizo olvidar la transición y y se pensó: vamos a blindar mejor el Titanic con los mismos instrumentos, especialmente a través del superávit primario del depredador 4’25% de las políticas sociales (12 mil millones de reales de intereses mensuales, pagados a la deuda pública), si es posible, por más de diez años. El instrumento que llevó al desastre, ¿puede llevar a la salvación? Esa es la cuestión que no se puede ocultar, que es el origen de la crisis interna del PT y de las expulsiones que han tenido lugar. El PT nos ha convencido de que el capitalismo es bueno sólo para los capitalistas pero no para las mayorías que viven del trabajo. Es ilusorio pensar que optando por el capitalismo neoliberal y sus instituciones se va a construir un Brasil diferente. Pero siendo el carisma una fuerza de creación de lo nuevo, todavía esperamos que Lula rompa con el otro Brasil e inaugure el comienzo del nuevo. Sin eso, la falta de osadía y el exceso de prudencia habrán vencido a la esperanza y al sueño.

Hagamos un balance de las esperanzas para 2004. En cuanto al mundo: nuestra esperanza es que George W. Bush sea derrotado por el buen sentido de los electores estadounidenses, exorcizando así el demonio de la prepotencia y de la guerra que se posesionó de él. Que crezca la conciencia de los pueblos de que sólo tenemos una única Casa Común, la Tierra, casa que importa cuidar. Que se forme progresivamente, la sociedad planetaria, una y diversa, en la que finalmente, triunfe la economía política de lo suficiente y de lo decente para todos con la socialización de la tierra para morar y trabajar, del alimento, la salud, la educación, la comunión y la libertad.

En cuanto a Brasil: que haya señales inequívocas que apunten a la centralidad de lo social y que se tomen decisiones y se hagan negociaciones con los organismos mundiales para anclar la esperanza de que otro Brasil es posible y viable. En caso contrario, habremos despreciado una oportunidad histórica única. Ahora la esperanza se llama osadía. Si es gande el riesgo, mayor será la realización.

 

Leonardo Boff




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