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Fin del mundo (II)

2003-10-24


  Terminamos las reflexiones de la semana pasada llenos de angustia por el fin probablemente siniestro del universo, de la Tierra y de cada uno de nosotros. E indagábamos ansiosos: ¿no habrá otra lectura posible que esté de acuerdo con nuestro corazón? Sí, existe esa lectura, fundada no en las cantidades, sino en las cualidades del universo, puestas a la luz por los avances de la ciencia más contemporánea. Ésta propició tres cambios que modificaron nuestra visión de la realidad y de su futuro.

La primera fue la teoría de la relatividad de Einstein, conjugada con la mecánica cuántica de Heisenberg y Bohr. Estas teorías nos obligaron a entender el universo como energía, estructurada siempre en campos, siendo la propia materia una forma condensada de energía. El universo es un juego incesante de energías, que irrumpe del vacío cuántico y está en permanente interacción, dando origen a todos los seres.

La segunda, derivada de la primera, fue el descubrimiento del carácter probabilístico de todos los fenómenos. Cada ser representa la concretización de una probabilidad. Pero incluso siendo eso, sigue conteniendo dentro de sí otras infinitas probabilidades que pueden surgir. Y cuando surgen, lo hacen dentro de la siguiente dinámica: orden-desorden-nuevo orden. Así la vida surgió en un momento de alta complejidad de la materia en desorden que se autoordenó inaugurando un nuevo orden que consiguió sostenibilidad y capacidad de autorreproducirse.

La tercera, la ecología integral, aprehende y articula los más distintos niveles de realidad viéndolos como momentos del único e inmenso proceso evolutivo del universo, que posee carácter sistémico, panrelacional y abierto hacia formas cada vez más complejas, ordenadas y aptas a realizar sentidos cada vez más altos y conscientes. Esta sería la flecha del tiempo, y el propósito del universo: no dar simplemente la victoria al más fuerte (Darwin) sino realizar también virtualidades de los más débiles (Swimme).

Estas tres dimensiones nos ofrecen otra visión del futuro de la vida y del universo. Éste está todavía en génesis pues no ha acabado de nacer. Es abierto, autoorganizativo, creativo, tiene futuro y, por eso, está cargado de propósito.

Si en el sistema que privilegia la cantidad y en el sistema cerrado predominaba la entropía, aquí en el sistema abierto, que enfatiza la cualidad, funciona la sintropía, es decir, la capacidad de sumar, de transformar el desorden en un nuevo orden, la basura en una nueva fuente de energía y de vida.

Esta visión es más coherente con la propia dinámica interna del universo. El universo avanza creando futuro. La vida busca por todos los medios autoincrementarse y perpetuarse. Nuestros más permanentes anhelos son vivir siempre, más y mejor. La misma muerte sería una invención inteligente de la propia vida para liberarse de los límites espaciotemporales y poder continuar el juego de relaciones de todo con todo y con el Futuro absoluto. Por eso ella hace la travesía del tiempo a la eternidad, para continuar allí su trayectoria de futuro y de expansión. Caeremos en los brazos de Dios-Padre-y-Madre y viviremos una vida que no conoce más entropía, sólo futuro sin fin.

Y entonces será el puro Ser en el riente esplendor de su gloria.

 

Leonardo Boff




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