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El ethos que integra

2003-08-22


  La ética es del orden de la práctica y no de la teoría. Por eso son importantes las figuras ejemplares que vivieron biográficamente el ethos humano. Para nosotros en Occidente la figura de mayor transparencia es Francisco de Asís, considerado “el último cristiano”. No orientó su vida por el modelo imperial de Iglesia vigente, sino por la experiencia evangélica, rescatando el vigor del paleocristianismo, el cristianismo de los orígenes. En él se integran las distintas vertientes éticas que hemos considerado durante varias semanas.

En él descubrimos el ethos que busca. De familia rica, buscó con extrema intensidad primero ser héroe de caballería, después monje benedictino, finalmente penitente. Insatisfecho, escoge la “vía de la simplicidad”, pues Dios me reveló que fuese “un nuevo loco en el mundo” (novellus pazzus). Es loco frente a los sistemas que abandona, pero no de cara a lo nuevo que inaugura. Se hace, según su primer biógrafo, Tomás de Celano, “un hombre de un nuevo siglo”.

Es un representante singular del ethos que ama. Salía por los bosques a llorar hasta hinchársele los ojos: “el Amor no es amado, el Amor no es amado”. Rescató el amor telúrico a la Tierra, a cada ser de la creación, a la mujer amada, Clara. Su lema es “Deus meus et omnia” “mi Dios y todas las cosas”. Dios no quiere que le amemos solo a Él sino a todos.

Vivió ejemplarmente el ethos que cuida. Cuidaba de las abejas en invierno para que no muriesen de hambre, cuidaba de liberar a los pajarillos de las jaulas, pedía a sus compañeros que cuidasen de las malezas en un rincón del jardín, pues también ellas a su modo alaban a Dios.

Es un arquetipo del ethos que se compadece. Fue a vivir entre los enfermos del mal de Hansen, los besaba y les daba de comer en la boca, repartía todo con los pobres, hasta la ropa que llevaba puesta y se compadecía de sus propios dolores, tratándolos de hermanos, y a la muerte, de hermana muerte.

Dio testimonio del ethos que se solidariza. Es paupérrimo, pero quiere que se dé todo al hermano enfermo, rompe el ayuno riguroso para ser solidario con el compañero que grita de noche “muero de hambre”; en la cruzada se solidariza con los “hermanos mahometanos” y va al encuentro del sultán, rezando con él.

Por fin mostró, de manera concreta, el ethos que se responsabiliza. Ante las guerras entre burgos instaura la “legatio pacis” o movimiento por la paz, reconciliando las partes. Prohíbe a los compañeros usar armas, dinero y títulos, fuentes de conflictos. Renuncia a todas las funciones, continuando lego, para quedar junto al pueblo y los pobres. Quiere una fraternidad sociocósmica a partir de los últimos.

El ethos franciscano integra todo. Confraterniza con todo y hace de este mundo la morada bienhechora del ser humano (ethos). La expresión suprema de este ethos se encuentra en el admirable “Cántico al Hermano Sol”. En él no tratamos solamente con un discurso poético-religioso sobre las cosas. Ellas sirven de vestimenta a un discurso más profundo, el del Inconsciente que llegó a su Centro, al Misterio interior, de ternura, que integra todas las cosas.

La ética se transfigura entonces en mística, experiencia abisal del Ser. Así como una estrella no brilla sin aura, tampoco una ética adquiere vigencia sin una visión mística y encantada del mundo, donde la Tierra y el Cielo y todos los elementos que surgen del matrimonio entre ellos se transforman en valor, en señal de un mundo de bondad.

 

Leonardo Boff




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