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La mística de Bush

2003-03-28


  Muchas motivaciones han causado la guerra contra Irak: la económica (petróleo), la política (hegemonía planetaria), la ideológica (plasmar la globalización en los moldes estadounidenses), y otras. Hay una que me parece que funciona como el hilo de un collar que sujeta a todas las cuentas. Es la visión mística del presidente Bush y de sus más próximos colaboradores. Esta mística se apoya en dos datos de la tradición cultural estadounidense: el «destino manifiesto» y la «religión civil».

El «destino manifiesto» (Manifest Destiny) es una expresión acuñada por el periodista John O’Sullivan para justificar la anexión de México y el imperialismo estadounidense. Todavía en 1900, el senador por Indiana Albert Beveridge, explicaba: «Dios designó al pueblo estadounidense como nación elegida para dar inicio a la regeneración del mundo». Esta ideología ha estado siempre viva en la derecha estadounidense y ha sido evocada muchas veces por George Bush, padre e hijo. En ella se hace referencia continua a «nuestra superioridad moral» para justificar las intervenciones político-militares en cualquier parte del mundo.

La «religión civil» trata de dar un aura cristiana al destino manifiesto en la forma de integrismo y fundamentalismo religioso. Los fundamentalistas interpretan la Biblia al pie de la letra y la toman como si fuera un guión que explica la historia. Así, millones de personas, sea que vivan en las periferias o sean trabajadores profesionales incluso de centros de alta tecnología, creen que estamos en los últimos días de la historia. Esta etapa final estaría marcada por el enfrentamiento entre el bien y el mal, por guerras devastadoras y por la actuación del Anticristo. Próximamente va a tener lugar la segunda venida de Cristo, que instaurará la era perfecta, para preparar su venida definitiva, cuando los fieles serán arrebatados al cielo y recibirán allí un cuerpo glorioso. Emergirá entonces un nuevo cielo y una nueva Tierra. Curiosamente, el fundamentalismo hebreo estadounidense ve en la instauración del Estado de Israel parte del proceso de la redención del mundo. Una vez reconstruido el Tempo, vendrá el Mesías, trayendo la redención para todos. Margot Petterson, en el conocido semanario católico National Catholic Reporter (11/10/2002) ha mostrado la colaboración existente entre estos dos fundamentalismos, cada uno con sus objetivos, pero unidos en la creencia del fin de la historia (Will Fundamentalist Christians and Jews ignite Apocalypse?).

Conocida es la religiosidad fundamentalista de Bush y de sus colaboradores, como reveló la revista Newsweek en portada. Tienen la profunda convicción de que Dios escogió a Estados Unidos para salvar el mundo. Se sienten instrumentos de esa misión divina. Todos los días Bush se levanta antes para leer la Biblia y hacer sus oraciones. Antes de tomar decisiones, el grupo reza para que Dios les haga cumplir esa misión con determinación.

Ahora podemos amarrar las cuentas del collar: Bush se mueve por misión. No necesita del aval del Consejo de Seguridad. Tiene el aval de Dios. Es imperativo derribar a Saddan Hussein, pues es una de las expresiones del Anticristo. Se apropia del petróleo de Irak porque proporciona la base material para el cumplimiento de la misión. La mundialización debe ser configurada con los valores estadounidenses, pues sólo éstos son queridos por Dios. Los demás no construyen el mundo nuevo.

Lo trágico es que Bush está lleno de buena voluntad sin ninguna autocrítica. Por eso, esa buena voluntad no es buena. Sólo produce guerra, “choque y espanto”, muerte de inocentes.

 

Leonardo Boff




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