Derechos Humanos:
Herramienta de defensa de los pobres
Bufete popular Boris Vega, CEBs, y Frater
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
promulgada por la Revolución Francesa en 1789 afirma que «Los hombres
nacen y permanecen libres e iguales en derechos». Una mujer, Olympia de
Gouges, incidió ante las autoridades masculinas para que la Declaración
tomara también en cuenta a las mujeres y las reconociera como
ciudadanas. Siendo rechazada, Olympia reeditó la Declaración en femenino
y en 1791 publicó Los derechos de la Mujer y la Ciudadana. Fue
guillotinada en 1793. Los derechos humanos declarados en 1789 nacieron
con sexo, discriminando a las mujeres sólo por el hecho de ser mujeres.
Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la humanidad contempló
el genocidio que era capaz de infligir, el concierto de naciones
proclamó la Declaración Universal de los DDHH, en 1948,
reconociendo por primera vez la igualdad de derechos de hombres y
mujeres y el principio universal de no discriminación por razones de
raza, color, sexo, idioma, religión, opinión polÃtica o de cualquier
otra Ãndole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición.
La gran paradoja es que son precisamente esas razones las causas de
las mayores violaciones de derechos humanos. Pierdo mis derechos cuando
cruzo la frontera europea siendo migrante africano; por mi sexo de mujer
sufro crueles violencias fÃsicas, psicológicas, sexuales; por ser
persona con discapacidad pierdo mi derecho a la accesibilidad con lo que
se me limitan todos mis demás derechos; por no ser heterosexual se
limita mi igualdad de oportunidades; si soy indÃgena, mi ciudadanÃa es
de segunda o tercera categorÃa; si soy pobre mis derechos se consideran
como favores o concesiones de los poderosos, y asà un largo etcétera.
Entonces se proclaman DDHH especÃficos para sectores sociales más
discriminados, ejemplo: Convención para eliminar todas las formas de
discriminación contra la mujer (1979); Convención sobre los derechos del
niño (1989); Convención para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra la mujer (1994); Declaración Universal de los derechos
sexuales (1997); Convención sobre derechos de los migrantes (2003);
Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad (2006);
Convención sobre derechos de los pueblos indÃgenas (2007).
Pero una cosa es la declaración formal de esos derechos y otra que
cambie la cultura patriarcal, la economÃa capitalista clasista, el
individualismo y xenofobia neoliberal, la homofobia religiosa y las
teologÃas conexas legitimadoras, que en esta etapa de globalización lo
que han mundializado es el sistema «democrático y de derecho»
discriminatorio y excluyente que se impone en la práctica.
Existe una gran distancia entre las leyes, el Estado y el pueblo. Esa
lejanÃa y el desconocimiento que de las leyes y las instituciones tiene
la gente, además de generarle indefensión, es la matriz donde se
enquista la corrupción y la impunidad, es uno de los meollos de las
violaciones de los derechos humanos. Esa lejanÃa también fomenta mitos
inmovilistas. Por ejemplo: miedo a los juzgados, como si el sistema
judicial fuera enemigo del pueblo y no su servidor; baja autoestima
ciudadana ante los funcionarios públicos que nos humillan, como si
tuviéramos que pedirles favores en lugar de exigirles derechos; que si
no tengo dinero no puedo reclamar mis derechos, cuando los obstáculos
para el acceso a la justicia tienen más que ver con la cultura jurÃdica
y la autoestima ciudadana que con el dinero. Esa lejanÃa permite que las
leyes defensoras de nuestros derechos queden en papel mojado. No basta
proclamar el derecho al trabajo de una persona usuaria de silla de
ruedas, por ejemplo, sino que para hacerlo efectivo se tiene que
garantizar accesibilidad a los centros de trabajo, servicios higiénicos
adaptados, mobiliario y transporte adaptados, etc.
¿Cómo transformar esta realidad? Se trata de esa revolución desde
abajo que debemos protagonizar las personas, grupos, colectivos,
sectores sociales, secularmente violentados; armados cÃvicamente de una
militante organización, de una madura conciencia crÃtica, de autocrÃtica
permanente, de ética y de valores; con los recursos imprescindibles
materiales y tecnológicos, para asumir acciones masivas en defensa de
nuestros DDHH, en una dimensión glocal.
Las luchas exitosas que en los últimos 25 años nos han dado como
fruto la restitución de derechos dan algunas claves para actuar:
- Masiva alfabetización jurÃdica para identificar cuáles son nuestros
DDHH relacionados con nuestra vida y felicidad cotidiana; apropiarnos de
las leyes especÃficas que regulan la vida diaria; apropiarnos del modo
para reclamar sobre las violaciones; apropiarnos de lo que significa la
institucionalidad democrática y el estado de derecho desde los intereses
populares.
- Masivo ejercicio de incidencia polÃtica para desarrollar
iniciativas legislativas populares; analizar presupuestos públicos e
incidir en su elaboración; incorporar el enfoque de género y
generacional en los presupuestos públicos; implementar polÃticas
públicas inclusivas y no discriminatorias.
- Perder el miedo a reclamar por la vÃa legal. Denunciar y reclamar
con autoestima ciudadana, con perseverancia, organizadamente, con
conciencia de lucha cÃvica inclaudicable, como cultura popular.
- Tomar masivamente la plena conciencia de que los polÃticos y los
funcionarios públicos son nuestros servidores y les pagamos con nuestros
impuestos y que podemos y debemos denunciar su servicio deficiente o la
corrupción en su caso.
- Organizarnos para demandar con las armas de la ley nuestros
derechos especÃficos, con luchas concretas. Entre las más exitosas que
han combinado las anteriores tomas de conciencia y herramientas
ejemplificamos: erradicación de la usura entre particulares; limitación
de la usura en el microcrédito; titulación de asentamientos humanos
espontáneos; generación de una cultura popular de inscripción en el
registro civil como «el primer derecho para tener derechos»; generación
de una cultura de reclamo de consumidores; promoción de una cultura de
las mujeres para demandar pensión de alimentos para sus hijos a sus
irresponsables padres y de denuncia de la violencia de género que
sufren; reclamo judicial sistemático por las violaciones de los derechos
laborales y sindicales en las zonas francas y demás sectores de
actividad; eliminación de barreras arquitectónicas y urbanÃsticas para
el derecho de accesibilidad de las personas con discapacidad y polÃticas
públicas de inclusión para las mismas, y muchas más.
- Luchar para que las leyes limiten el lucro del capital y cambiar
las leyes económicas, empujando en la dirección de la economÃa social.
Ejercer masivamente un consumo consciente y responsable.
- Aliarse con servicios jurÃdicos del y para el pueblo y ejercer
contralorÃa social beligerante de las defensorÃas públicas e instancias
de acceso a la justicia.
- Sistemático y popular análisis de la coyuntura económica, polÃtica,
social, patriarcal, religiosa, de diversidad sexual, de migraciones, de
poblaciones indÃgenas, de las personas con discapacidad, sobre la trata
de personas; a nivel local, nacional e internacional, desde una
perspectiva de género y generacional.
- Desterrar masivamente de la mente y de la conciencia la idea de que
a los y las pobres el gobierno de turno o el funcionario que atiende
«nos hace favores» o «nos da algo», para apropiarnos de que son nuestros
derechos los que se respetan cuando accedemos a bienes y servicios para
vivir con dignidad.
Ir forjando asà una nueva institucionalidad democrática, económica y
polÃtica, verdaderamente participativa, en la que las leyes y
presupuestos públicos, las instituciones, las policÃas y los ejércitos
sostengan un verdadero estado de DDHH que garantice: la libertad de las
personas y su libre movilidad por encima de la libertad de los capitales
y de su circulación especulativa; la igual responsabilidad de hombres y
mujeres en las tareas domésticas y de cuidado que toda la sociedad
necesita; la vida de las mujeres sobre la impunidad de sus agresores; el
comercio entre iguales por encima de los oligopolios multinacionales; el
trato igual para quien es heterosexual, homosexual, bisexual o cualquier
otra diversidad sexual de la multifacética creación; la igualdad de
oportunidades sin privilegios de los de siempre; la vida de los
ecosistemas sobre los intereses de multinacionales depredadoras; en
definitiva, un sólido y alternativo estado de derecho para los DDHH.
Los DDHH son una potente herramienta de lucha social si tomamos
conciencia y luchamos para su respeto generalizado y su masivo
ejercicio, sin discriminaciones, construyendo esa nueva
institucionalidad democrática que es una revolución pendiente pero ya en
camino. En Nicaragua avanzamos, como en otros pueblos, al cobijo de
nuestras enraizadas consignas:
Sólo el pueblo, salva al pueblo.
Derecho que no se defiende, es derecho que se pierde. Y para
defenderlo, hay que conocerlo.
No pedimos favores, exigimos derechos.
Bufete popular Boris Vega, CEBs, y Frater
Masaya, Nicaragua
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