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AUTOR: Tamez, Elsa
 
AGENDA LATINOAMERICANA AÑO: 2015

Derechos humanos de las mujeres
 

Elsa Tamez


“Derechos humanos de las mujeres” suena raro y redundante. Las mujeres son seres humanos y por eso debiera ser suficiente hablar de DDHH de manera inclusiva. Desgraciadamente no es así. En la práctica las mujeres no son consideradas humanas y por lo tanto no se respetan sus derechos. O se ve en ellas un ser humano a medias, cuyos derechos también se respetan a medias. Esto es producto de las desigualdades de género, que son el resultado de la discriminación contra las mujeres: según la OIT (2008), las mujeres reciben el 70% de ingreso laboral en promedio con los hombres; muchas mujeres siguen muriendo al dar a luz (130 muertes por 100.000 nacidos vivos, CEPAL, 2007), y en algunos países como Costa Rica el 49,7% de embarazos son no deseados (CEPAL 2007).

Pero lo que más aterra son los asesinatos contra las mujeres en el ámbito de lo privado. Estos no cesan sino que van en aumento, son cosa de todos los días en todo el mundo y no sólo en los países pobres. Que en Centroamérica, dos de cada tres mujeres asesinadas, lo sean por el simple hecho de ser mujeres, es inconcebible. El primer paso hacia el asesinato es la violencia. Por eso todas las personas, hombres y mujeres deben denunciarla y combatirla como prioridad número uno, así como la impunidad que le acompaña en la mayoría de los casos. Según el Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, la violencia contra las mujeres es tan alta que es uno de los DDHH más violentados en el mundo.

Frente a esta realidad la Declaración Universal de los DDHH de 1948 se quedó corta, pues no cubre los derechos de todos los humanos, incluyendo las niñas y los niños. Desde los 70 la Declaración ha sido denunciada como una carta pensada de manera androcéntrica y abstracta, sin tomar en cuenta la diversidad de los sujetos concretos, su género, clase y color. Gracias a los movimientos feministas preocupados siempre por la situación de violencia contra las mujeres, se llegó a aprobar en 1979 la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra las Mujeres (CEDAW), la cual entró en vigor en 1981 y ha sido firmada por una gran cantidad de países. La CEDAW se ha visto como marco de trabajo y guía para tomar medidas que garanticen los derechos de igualdad de género. Pero como sucede con la mayoría de las leyes de nuestros países, la existencia de este documento no ha parado la discriminación contra las mujeres, que es motor de la violencia. Y cada vez más leyes y protocolos se siguen firmando con la esperanza de acabar con este mal.

En 1993, en Viena, en la Conferencia de la ONU sobre DDHH, se hizo el reconocimiento explícito de que las mujeres tienen derechos específicos como DDHH. En otras palabras, se afirmó la humanidad de las mujeres, para afirmar que merecen que se le respeten sus derechos. Ya desde los 70s se pedía una reformulación de los derechos a partir de las necesidades particulares de las mujeres como son los derechos sexuales y reproductivos, pero fue en El Cairo, 1994 en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, donde explícitamente con mayor profundidad se discutió sobre la salud sexual y reproductiva de las mujeres.

La IV Conferencia Mundial sobre la mujer en Beijing reafirmó el documento de El Cairo en lo que respecta a la sexualidad, y dio más pasos concretos sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, como el tener control sobre las cuestiones relacionadas con su sexualidad, decidir libremente sobre su cuerpo, sin verse sujeta a coerción, discriminación y violencia.

En las Américas, la Convención Internacional de DDHH (CIDH, 1969) asumió el compromiso sobre los derechos de las mujeres en 1994, y creó lo que se denominó la Relatoría. Esta tenía como fin asegurar el respeto y la garantía de los DDHH de la mujer en todos los estados miembros y vigilar en qué medida se cumplen las medidas tomadas en las legislaciones de los Estados. Pero su propuesta de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres no se ha cumplido.

El caso de la violencia en Colombia es apenas una muestra. Según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INML y CF) en 2012, 47.620 mujeres fueron agredidas por su pareja, lo que implica que cada mes, 3.968 mujeres fueron agredidas por su pareja o ex-pareja. Hay hombres que se quejan diciendo que sufren violencia por parte de las mujeres, sin embargo de acuerdo a los inventarios, por cada nueve mujeres que reportan ser víctimas de violencia por parte de su pareja o ex-pareja, sólo un hombre reporta lo mismo.

Afirmar los DDHH de las mujeres ha sido un gran paso en la humanidad, pero según muestran las estadísticas las declaraciones, leyes, protocolos y relatorías no son suficientes, se necesita una modificación profunda de patrones socio-culturales y religiosos. Las iglesias deben dejar de ser obstáculo para el reconocimiento de los DDHH de las mujeres, especialmente los sexuales y reproductivos.

Y quienes leen la Biblia de manera fundamentalista deben ser conscientes de la violencia que ella misma acarrea contra las mujeres, al considerarlas como seres subordinados a los varones, vigiladas por un Dios patriarcal.

Las mujeres sólo pedimos una cosa: que se nos deje ser personas con derechos. Simplemente queremos ser ciudadanas, libres de violencia y discriminación.

 

Elsa Tamez

Medellín, Colombia

 

 

 


 



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