¡Derechos Humanos:
nuevo paradigma para la polÃtica
Michael Ramminger
En cuestiones polÃticas y sociales casi todos se remiten, de alguna u
otra manera, a los derechos humanos. ¿Por qué? Porque los derechos
humanos confieren legitimidad a nuestros asuntos, al ser el fondo
normativo de los principios que todos reconocen. Quien dice que lucha
por su derecho humano, por su derecho a ser persona, o por el derecho de
otros a ser personas, en principio está en su derecho.
Pero no es tan sencillo; la existencia de los derechos humanos es
reconocida universalmente, pero hablar de qué es concretamente un
derecho humano, o cómo se relacionan los diferentes derechos humanos
entre sÃ, eso es otra cosa.
En las décadas pasadas, cuando hablábamos de los derechos humanos nos
referÃamos a los derechos polÃticos: la libertad de opinión y de
reunión, la integridad fÃsica o la protección ante la detención y la
tortura. Cuando se trataba del derecho a la igualdad –por ejemplo el
derecho de los pueblos a la participación polÃtica–, o a la superación
del hambre, la pobreza y la miseria, rara vez nos referÃamos a los
derechos humanos o los utilizábamos como argumento.
Eso es comprensible si tomamos en cuenta que, de hecho, los derechos
humanos fueron durante mucho tiempo «derechos polÃticos» burgueses,
válidos sobre todo para los varones blancos, ricos y sanos. Claramente
se percibe aquà la influencia de la Declaración de Independencia
norteamericana de 1776: Todos los hombres son creados iguales [...y
son] dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre los
cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. El
punto esencial radica aquà en la libertad, una libertad que puede ser
reclamada incluso ante el Estado. Se sobreentendÃa entonces que se
trataba de la libertad ante el colonialismo británico y francés.
Pero ésta ha sido una concepción de la libertad que siempre se ha
sentido amenazada por la demanda de igualdad (por ejemplo por parte de
un Estado «socialista», o de ideas socialistas). De ahà que, con
bastante frecuencia, los derechos polÃticos se usaran como baluarte
contra la «igualdad» reclamada por el pueblo, y que muchos gobiernos
pudieran hacer la guerra contra sus ciudadanos alegando estar
defendiendo la libertad y los derechos humanos: de Argentina a Brasil,
de Chile y El Salvador a Nicaragua. Entonces, al quedar a un lado el
derecho a la igualdad, en la lógica de los dominadores estaba claro que
hacer realidad la igualdad era un asunto privado. Si se tiene esa
manera de ver las cosas, uno no lucharÃa en nombre del pueblo, sino en
nombre del derecho humano de la libertad... Esta es, tal vez, otra razón
por la que en nuestra lucha por la justicia y la igualdad no nos hemos
referido a los derechos humanos.
Sin embargo, en otros momentos los derechos humanos desempeñaron para
nosotros un papel muy importante: en los movimientos de derechos humanos
que lucharon por el cumplimiento de los derechos polÃticos individuales
contra el Estado, especialmente en contra de las dictaduras militares,
las detenciones arbitrarias, las desapariciones y la tortura. Por su
parte, el Estado, por el contrario, en nombre de la libertad individual
luchó contra aquellos que exigÃan la igualdad (los movimientos populares
de liberación).
Desde hace algún tiempo se habla cada vez más de los derechos
sociales, y por consiguiente del derecho a la igualdad (justicia
social). Nuevos derechos humanos que antes no existÃan y que nadie
habrÃa descrito como derechos humanos, han sido declarados tales en las
últimas décadas: el derecho a la educación, a la salud, al agua limpia,
a una alimentación saludable, asà como también el derecho de acceso a la
información. Como se señala en la Declaración y Programa de Acción de
Viena de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, de 1993: Todas
las personas nacen iguales y tienen el mismo derecho a la vida y al
bienestar, a la educación y al trabajo, a vivir independientemente y a
la participación activa en todos los aspectos de la sociedad.
No obstante, los derechos polÃticos individuales siguen teniendo
prioridad sobre los derechos sociales: la falta de libertad en algunos
paÃses –como por ejemplo en Irak o en Afganistán– se ha convertido en
motivo de intervenciones militares, pero la falta de igualdad –por
ejemplo la pobreza o la falta de asistencia médica– nunca ha sido motivo
para una intervención. De modo que hay razón suficiente para sospechar
ante el discurso de los derechos humanos.
La Conferencia de Derechos Humanos de Viena nos ofrece una pista muy
interesante sobre la esencia de los derechos humanos y la manera como
éstos podrÃan ser releÃdos y entendidos para justificar nuestras
acciones en tiempos de la globalización capitalista. También los
derechos humanos se modifican, se amplÃan y deben ser constantemente
reinterpretados y concretizados. Si recordamos el origen de los derechos
humanos, nos daremos cuenta de que tienen una historia y han surgido de
una práctica polÃtica, no del pensamiento de filósofos o polÃticos
sabios.
Por ejemplo, en la Revolución Francesa de 1789 se proclamaron los
derechos humanos, y en el artÃculo primero de la Declaración de los
derechos del hombre y el ciudadano, se estableció: Los hombres nacen
y permanecen libres e iguales en derechos. Naturalmente se referÃan,
como en el caso de la Constitución de Estados Unidos, a los hombres
blancos. Por este motivo, las mujeres se sublevaron y, en 1791, Olimpia
de Gouges exigió: Si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso,
debe tener igualmente el derecho de subir a la Tribuna. El mismo
año, los negros libres de Haità lucharon por su independencia, o sea por
su libertad. Un poco después fue abolida la esclavitud por Toussaint
Louverture (también los esclavos fueron excluidos en las declaraciones
iniciales de derechos humanos).
La historia de los derechos humanos es la historia de la lucha por
los derechos humanos, por su ampliación, reinterpretación y
generalización. La polÃtica y la democracia no consisten en implementar
los derechos humanos existentes, sino en la lucha, la invención y la
realización de los derechos humanos, con la conciencia de que toda
persona tiene «derecho a tener derechos» –como alguna vez formuló la
filósofa alemana Hannah Arendt–. Eso también significa el derecho a
poder decir, aquà y ahora, lo que serÃa un derecho humano en las
condiciones actuales: en una sociedad global, que produce riqueza
suficiente para todos, poder participar de ella; en una sociedad global
mundial, que reconoce la libertad de movimiento del capital, demandar la
libertad de inmigración, emigración o permanencia; en un mundo que
celebra la variedad y policromÃa de las mercancÃas, exigir el derecho a
la propia identidad...
Realizar la polÃtica según los derechos humanos no significa
orientarse por los catálogos de derechos humanos existentes y limitarse
a ellos, sino cuestionar siempre a la autoridad que plasma los derechos
humanos en leyes, instrumentalizándolos muy a menudo para sus propios
intereses. Tampoco significa ceder los derechos humanos a las
soberanÃas, ni de naciones/gobiernos ni de instancias supranacionales
como la ONU. Los derechos humanos rara vez son resultado de
consideraciones y entendimientos polÃticos. Más bien son resultado de
nuestras luchas y nuestras rebeliones, del mismo modo que la primera
declaración de los derechos humanos fue resultado y consecuencia de un
movimiento revolucionario.
Por cierto, aquél fue un levantamiento en el que no existÃa
contradicción alguna entre los principios de libertad e igualdad antes
mencionados. La demanda de libertad se dirigÃa al rey, y la de igualdad,
a la nobleza. Hoy sabemos que casi no existe una situación en que la
libertad y la igualdad no sean dos exigencias y necesidades simultáneas.
Donde falta la igualdad, falta también la libertad, y viceversa. No sólo
no son contradictorias, sino que incluso dependen una de la otra. Más
que las dos caras de una medalla, son «igualibertad», como dice el
francés Étienne Balibar. La libertad y la igualdad sólo se contraponen
cuando se entienden como construcciones ideales, como teorÃa. En la
realidad de las luchas, van de la mano. ¿Tal vez fue también la
izquierda en ocasiones demasiado idealista?
En este sentido, los derechos humanos quizás podrÃan ser entendidos
como nuevo paradigma de la polÃtica. Como una polÃtica para la
cual las contradicciones y diferentes exigencias de libertad e igualdad
no fueran vistas como problemas, sino como un nuevo horizonte para un
mundo realmente democrático. Un mundo que no nos será dado, sino que
nosotros lo debemos reclamar. Asà como lo hizo en 1795 el pueblo pobre
de ParÃs y el grupo de la Conspiración de los iguales: No queremos
solamente la igualdad escrita en la Declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano, sino que la exigimos entre nosotros, bajo el
techo de nuestras casas.
Michael Ramminger
Instituto TeologÃa y PolÃtica (www.itpol.de), Münster, Alemania
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