PALABRA UNGIDA
( P o e m a s )

Pedro CASALDÁLIGA

1955

 

   
 

Prólogo
 
Era preciso, sí; era urgente, si queréis mejor, que al camino real de la Poesía llegaran de una vez esos recoletos senderos de la Poesía hecha por religiosos; pero la urgencia de la llamada -bien lo sabían los convocados, y bien también los que a diario ensayaban provisionalidades inútiles- no suponía que se abundara de nuevo en la endeble Poesía devota, ocasional y de calendario a que ciertas formas todavía persistentes nos tenían acostumbrados. No nos bastaba con que los religiosos cuajaran de flores fáciles el ya abundante jardín de las rimadas jaculatorias de estampita; no nos bastaba la reiterada buena intención del clérigo "con puntos" de literato que pasaba de sus latines a su versificación, sin hacer mal a nadie, es verdad, pero sin bien ninguno para Dios ni para el César. Frente a este amaneramiento de los que entraban en un campo sin preparación, para lograr cosechas de floración indudablemente precaria y gratuita, se encontraron los poetas seglares que, descubridores aparentes de una tierra antigua y propicia, comenzaron a dialogar a lo divino tomando el rábano por las hojas y saliéndose mil y una veces de lo que el tiesto y el credo mandaban.
Por eso han sido bien venidas estas huestes -el número hace ya fuerza- de eclesiásticos que, desde una nueva y entusiástica posición, han irrumpido en la Poesía nacional, con conocimiento y causa por un lado, con fervor e inspiración por otro. Estaba demasiado llevado y traído el coloquio con Dios, había sido manejado sobradamente, ligeramente muchas veces su Nombre; oficiaban los no preparados, sin darse cuenta de que la materia que manejaban sus manos era sustancia hermosa, de exigencias y precisiones inalterables. Y eran las manos del sacerdote las que tenían que venir a elevarla, y esas manos las que tenían que entregarla a los demás hombres con cuenta de su exacto y definitivo sentido.
 
Pedro María Casaldáliga es un nuevo soldado, portador de estas dobles armas que la campaña hacia Dios necesita en el vuelo de la Poesía. Que el vuelo no quita -no lo quitaba en San Juan de la Cruz- anclaje y lugar exacto para la palabra, recuperación de su espléndido pero limitado ministerio. ¡Qué gozo el de ver cómo en estos versos las enormes palabras Vida, Muerte, o Amor, o Dios, se sitúan de una vez y para siempre en su certero y clarísimo espacio! Cómo el doble magisterio hombre-religioso y hombre-poeta maneja el vocablo en la oración, y en la Oración. Plegaria y gramática, plegaria y retórica, servidas sin declinaciones a mayor gracia de Dios, a gracia menor de los hombres.
 
La glosa de los tópicos pasajes bíblicos, las santas efemérides, los humanos pasos en la tierra bajo la divina, vigilante mirada, cobran en este poeta personalidad auténtica, frescura y donaire, entereza y emoción, llama, en suma, unitaria e inextinguible de verdadera Poesía. Ah, cómo sólo un poeta, y solamente un sacerdote-poeta puede alcanzar estos versos:

"Todos se me arrodillan. Y me dejan,
en mitad de las horas, suspendido
entre el cielo y la tierra..."

 
o el riesgo y la fortaleza de aquéllos:

"Como un perro encendido
que va a caza de Dios,
mi corazón..."

 
¿Influencias...?  ¿Fuentes de estos poemas...? Y ¿por qué no, si la garganta aparece limpia y virgen en el trago? Demos gracias a los hombres por lo que puedan darnos cuando no sea suficiencia y exceso, cuando no sea confusión o soberbia. Y la voz de este poeta no es prestataria de nada ni de nadie, ya que genealogía e independencia se han logrado con una actitud humilde ante el mensaje.
Pero además es precisamente en estos momentos, en que la aceptación de un molde anterior podía lastrar el poema quitándole sorpresa y fragancia, cuando el autor de "PALABRA UNGIDA" consigue aciertos de una sorprendente novedad. Así en esta canción que parece arrancada de la mejor vena tradicional y que se adensa primero, y se aligera después, y se quiebra y se suspende, por último, con una gran eficacia técnica y personalísima:

 
"Cuando El llegó
¿qué hora daba, Madre,
tu Corazón?
(Mientras no llegaba
daba la hora
de la esperanza)
Pero cuando llegó
¿qué hora daba...?"


Puede bastar esta muestra para recordar a un poeta por mucho tiempo. Y poemas de este encanto y delgadez, como otros donde el verso más ancho y capaz acoge con grave cometido la voz más honda del autor, pueden encontrarse en esta entrega del Padre Casaldáliga, al que debemos gratitud por su llegada. Las huestes avanzan. El es uno más. Uno más de los doblemente elegidos.
Habladnos de Dios. Habladle. Manos puente, manos dadoras, entregádnoslo también en el pan de las más hermosas y terrenas palabras.

José García Nieto
 


Í N D I C E
 
LA GRANADA ABIERTA
A LA VIRGEN DE NAVIDAD
A LA VIRGEN DE LA EPIFANIA
LETRILLA DE LA HUIDA A EGIPTO
ANTIFONAS DE LA CANDELARIA
ANTIFONAS DE JUEVES SANTO
ANTIFONAS DEL SABADO SANTO
RETABLO VEHEMENTE
BRINDIS DEL ESTADIO
POESIA CORDIMARIANA
PAISAJE
MARINAS
SALMO EN GALICIA
NADIE ME DICE TU
EPIFANIA

 

LA GRANADA ABIERTA
 
     Abriré el corazón rotundamente,
igual que una granada.
Para que se lo lleven, grano a grano,
los pájaros del cielo,
las almas de los hombres...
 
     Tú cuídame, Señor, que esté maduro:
que no me caiga a tierra,
inútil, ni una sola
de sus talladas margaritas rojas...
 
     Las palabras no son
más que un eco,
muerto,
casi no mío ya.
La voz es el silencio.
 
     Apenas son el viento
de este pinar oscuro de la carne...
La palabra del alma es el silencio.
 
     Con tiento el corazón,
alma: con mucho tiento,
que lleva vino de Consagración...

 
Copla

     Río abajo se va al mar.
Y a la fuente río arriba.
Tú, bajando hacia tu mar,
subes a tu fuente, Vida.
 
     Tu vestido de alegría
me engaña a veces, Señor.
No me ha engañado nunca todavía
tu vestido de dolor.
 

Supervivencia

     Pero quédate en la playa,
viviendo en todas tus cosas.
Entero, presente, claro.
 
     (El mar ha encerrado toda
su alma infinita en cada
una de estas caracolas).
 
     Aunque tú no las veas,
siguen luciendo las estrellas.
Ya has entrado en la noche,
para verlas...?

 
La muerte

     Como a una hermana. Sin rubor. De frente
y en un paso a nivel de mi avenida...
¡Quiero esperarte agradecidamente,
como si hubiera entrado ya en la Vida!
 
     Tú, el Principio y el Fin.
Yo, un ahora peregrino
desde Ti a Ti.
 
     Señor, no quiero ser más que lo que soy: nada.
Para que, de este modo,
en mi mansión deshabitada
Tú, Huésped dueño, lo seas todo.

 
Misacantano misionero

     ¡Qué unción de plenitud la tuya, hermano,
al coronar —ya Cristo— la senda dolorida,
hoy que gime en tus velas la voz del mar lejano
y abres al holocausto la rosa de la vida!
 
     Yo no soy más que un chopo claro
sobre las aguas del Deseo.
 
     Boca del viento, y brazo de la noche
para la alta limosna del rocío.
 
     Subo hacia Ti, Señor, sinceramente:
pero con las raíces empapadas
del afán de la tierra.Estoy sin fruto:
pero en la luz de tu Misericordia
soy todo plata como un candelabro.
 
     ¡Yo no soy más que un chopo claro
sobre las aguas del Deseo...!
 
 
El campo y Dios

                                      A Lorenzo Gomis
 
     Por debajo del alma
me pasa el agua.
 
     Por encima del alma
las nubes altas.
 
     Por en medio del alma
la gran nostalgia.
 
     Corazón, échate al mar
como una barca sin velas;
ni te pongas a remar.
Suelta al viento la canción
y apaga tus luces. Pon
un niño por timonel...
 
     ¡Mar adentro, corazón,
que Dios velará por él!
 

Propósito

     Por fin echaré a andar...
Sólo, por donde sea,
por donde quiera Dios y su momento
y mi sinceridad.
 
Ya me estaba cansando
de pisarme la vida tristemente.
 
¡Aire, cielo, aire, mar, cielo, mar, aire!
 
     Sólo, o con vosotros, ¡con los hombres!
¡¡ pero fuera de mí !!


La oración de la impaciencia

     Como se espera una cita que nunca ha faltado,
te esperaré. De rodillas sentado,
paseándome a lo largo de la impaciencia del río...
 
     Por todo el tiempo que Tu amor lo quiera.
 
Te esperaré, Dios mío,
como tu Paz espera!
 
     Más allá del martirio de los hombres,
la corona de Dios Y su palabra
más allá de las fútiles
palabras de los hombres, decisiva.
¡Más allá, la corona
viva de su Palabra!
 
     Eres el mar.
Son tuyas todas las playas,
pero ninguna es la tuya...
¡Oh corazón, glorioso
cosmopolita sin hogar ni patria!
 

 
A LA VIRGEN DE NAVIDAD

La olvidada campana de la estrella
toca la hora del Amor, y el viento
dispersa en las tinieblas el lamento
de los cautivos y la Paz lo sella.
 
Porque eres Madre, siendo aún Doncella,
y el río de tu leche es ya sustento;
porque duerme el Señor bajo tu aliento,
heno de tu campiña en la gamella:
 
En la Noche del Tiempo renacido,
incapaz de decir tu dulce nombre
la Palabra del Padre hecha vagido;
 
capullo de las fajas y del sueño,
tembloroso y mortal capullo de hombre
¡nuestro hermano mayor y el más pequeño!
 

 
A LA VIRGEN DE LA EPIFANÍA

Del Oriente, del Mar, del Mediodía,
¡todas las gentes hoy ganamos puerto
—caravanas de Dios por el desierto,
de su querencia—, en esta Epifanía
 
del Verbo consagrado en Ti, María,
y en Sacramento de humildad cubierto!
Doblada el alma y el tesoro abierto,
ganamos hoy, por fin, la teofanía
 
del Sinaí velado en mansedumbre
y al aire de tus brisas apagado:
el rostro del Señor, sobre tu cumbre:
 
la Nueva Ley, grabada en la sencilla
Presencia de un infante recostado
sobre este Sinaí de tu rodilla.


 
LETRILLA DE LA HUIDA A EGIPTO
                                      A mi gran amigo Martín
Calladamente solos, con la noche,
guardando la Presencia
perseguida de Dios.
 
La sombra del asnillo
mide la luz del sol.
Y el viento borra en la arena
las huellas y las palmeras
os van cogiendo la voz...
 
El Niño duerme. (¿No sabes
que te persiguen, Señor?
¿No sabes que nos estorbas...?)
¡Tú, desvelada como una
golondrina en la tormenta,
Virgen, y tu Corazón
como un niño perseguido
entre tus brazos, con Dios!
 
Sólo quince primaveras
te han recogido la flor,
y ya eres Madre de un fruto
de dolor.
Madrecita de Belén
¡qué pronto se atravesó
en el gozo de tu vida
la espada de Simeón!
 
...Peregrinos por la arena
de nuestra desolación,
calladamente solos, con la noche,
la Madre y la Presencia
perseguida de Dios...


 
ANTÍFONAS DE LA CANDELARIA

  I
¡Oh Patriarca que has visto, niño anciano
con la sorpresa de la Nueva Alianza
cumplida sobre el ara de tu mano!
¡Con qué alborozo, cuando el Sol alcanza
el sostenido ocaso de tu vida,
se derrama en tu barba florecida
la poscomunión de la esperanza!

   II
Iahvé apaga el Viejo Sacrificio,
y muere en el gemido de las tórtolas
la voz caduca de la sangre...
Que el Niño es una hostia
pacífica y la Madre
celebra el Ofertorio, y en la boca
lenta de Simeón
la Profecía inmola.
(Tu Corazón se abre
al filo de la espada redentora.
Y a tus ojos ausentes
el viento bate una bandera roja...
¡Qué larga es la sombra del Calvario!)
 
El Niño es una hostia
pacífica y la Madre
celebra el Ofertorio, mientras
toda la voz caduca de la sangre muere
en el gemido de unas tórtolas.
 

 
ANTÍFONAS DE JUEVES SANTO

 
"In qua nocte tradebatur"
     Ganando el paso ágil de la intriga,
Tú mismo, por amor, te has entregado;
cautivo por las lanzas de la espiga,
dócil al beso y al bocado.

 
El lavatorio
     A mí lávame el alma. Toda el alma,
desnuda y polvorienta...
     —¡Este lobo de mar que te ha seguido!—
     Sosténmela, Señor, entre tus manos
como para adentrarla en el Camino
definitivamente.

 
A la Virgen del Cenáculo
     Tu voz estremecía su palabra
Y la densa ternura
de tu Maternidad
desbordaba las cuencas de sus ojos...
    
     Tu Corazón velaba ardientemente
su pobre Corazón incomprendido.
Y el pulso de tu Sangre conducía
el Vino derramado de su Sangre...
 

 
ANTÍFONAS DEL SABADO SANTO

    En la restauración de sus Oficios nocturnos. 1951.-

El llanto vegetal
del incienso. Y el agua.
Y el fuego del pedernal...
Porque hoy empieza todo,
hoy habla lo elemental.
 
Y el Verbo se hace Luz
en la carne labrada de la cera...
 
Como en Belén tu Madre, en la gozosa
alba de ocaso de tu Navidad,
sobre esta cuna de inmortalidad,
en retorno de amor, vela tu Esposa.
 
Ni el día. Ni la aurora.
Ni los hombres... ¡Tú, Noche veladora
entre las flores del huerto!
 
¡Sólo tú sabes la hora!
 
¡Ha vuelto la golondrina
del Aleluya!
 
Tu Cuerpo es la Primavera.
Todas las rosas se cifran
en tus cinco rosas nuevas.
 
Cuando El llegó
¿qué hora daba, Madre,
tu Corazón?
(Mientras no llegaba,
daba la hora
de la esperanza).
Pero cuando llegó
¿qué hora daba...?
 
Tú, la primera. Habías de ser Tú.
¡Si hasta que vino a verte,
no hubo resucitado enteramente!
 
Hoy, Madre Fuente, conresucitado,
me renuevo en la muerte del Bautismo,
para volver a ser, ya hombre, el mismo
que nací de tu seno inmaculado.
 
¡Yo te seré testigo de Sábado:
como este exultante Diácono!
 
 

RETABLO VEHEMENTE

 
Adviento
El Angel de la espera
está despierto.
Y su lámpara evangeliza
desde la tarde morada de Adviento.
 
Todas las cosas, en vigilia
como Israel, esperan
tu advenimiento.
La Esposa, en vela, te ha enviado
por los caminos oscuros de invierno
el Amigo de las bodas.
Y en la ilusión de unos pañales nuevos
te espera también tu Madre,
oh Cristo de su seno.
 
.. ¡Y hasta los que no te esperan,
te están llamando en su desasosiego...!

 
Navidad
 
Calla, Isaías... que ya ha florecido
el tronco viejo de tu voz:
Una aureola virgen vela el parto,
y el heno estremecido
ciñe el cuerpo de Dios.
 
Callad, sombras, callad...
que se ha abierto el Oriente
sobre esta breve Humanidad.
 
(La boca de su vida balbuciente
ha acallado las lanzas de la guerra.
El aire se ha llenado de palmas de Verdad
y de olivos benignos de Gracia, y en la tierra
la Justicia se ha dado un beso con la Paz...
¡Sobre el heno oloroso de tu pesebre toda
la Creación, en Ti, está de boda!).
 
Tienes vida y hacienda
en el seno del Padre
desde la Eternidad.
¿Por qué te has hecho esa mezquina tienda?
¿Qué buscas en la leche de tu Madre
y en la ruda amistad
de los pastores, Verbo?
 
¡Hasta el ojo del buey te ve, Señor...!

 
Epifanía
 
¿Sólo para los tres Magos
esa tu palabra inmensa?
¿Sólo tres vasallos, Rey... ?
¡No malgastes la estrella!
 
Que se congreguen en tu gruta
todas las caravanas de la tierra.
Llama a las del Oriente entumecido
—que trajo las primeras
y en la hora del alba—. Al Occidente
llámalo... como si no estuviera.
 
¡Todas a Ti, aunque se turbe Herodes!
 
(¿No quieres, Madre, que tu Fruto sea
para todos,
como el de Eva...?)

 
Pasión
 
Tú, leproso y ludibrio... Varón
de dolores, sin gloria, que has pisado
solo—y ebrio—el lagar, y te has manchado
de mosto de amargura...
Tú que traes, Señor, el Corazón
roto bajo la prensa del pecado.
¡Gusano y no hombre, que, en sanción
de tus propios amores condenado,
eres el gran Pecado sin perdón!
¿Has medido, Amador, el loco exceso
que te ha sacado del Séptimo Día...?
¿No te bastó cubrirte de prestado?
¿No te basta ser preso
de la exigua envoltura de un bocado?
¿Por qué te rindes, Fuerte, a la agonía
y a la celada trémula de un beso?

 
Secuencia de Pascua
 
Por siempre más ya es Día.
Por las palmas de alegría
de tu victoria nuestra...
                Con tu Pascua
¡oh Cirio de las llagas olorosas!
ha renacido en fuego nuevo el ascua
sobre el altar difunto de tu Esposa.
Y hemos nacido hijos de la Luz
—del árbol nuevo de tu Cruz
y de tu Madre nueva—
los hijos muertos de Eva.
Azimos, sin la levadura
agria del viejo Adán:
masa fresca y pura
para el leudo incorrupto de tu Pan.
 
Por siempre más ya es Día,
¡oh Pascua verdadera
que alzas la inmarcesible Primavera
en las rosas tempranas
de tu carne, reciente de agonía!
¡Tú, que al vuelo sonoro
de las altas campanas,
con tu lengua de llama, nuestra y tuya,
oh Cirio de las cinco bocas de oro,
abres el  "júbilus" del Aleluya...!

 
Pentecostés

 
Tú te has ido. Con la primavera.
Pero aún nos guía tu Presencia ausente,
Cristo, por el camino
de la esperanza, verde.
 
Hacia el maduro Otoño y la Vendimia...
Tú te has ido, pero refloreces
en nosotros ¡oh Vid
cosechada y perenne!
 
En nosotros que vamos—y Tú vienes—
bajo el estío del Amor
por el camino luminoso y verde...
 
 
BRINDIS DEL ESTADIO
 
-A todos los que han recibido conmigo
el Sacerdocio sobre el Estadio de Montjuich,
en el Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona. 1952-

 
¡Levantemos el Vino del Señor, por la salud del mundo!
Brindemos, en la Iglesia de los Santos,
para que la promesa de este Mayo
—Primavera ecuménica de Paz—
alcance la sazón de las espigas
que entregaron su carne al Sacramento.
 
Apuremos el Vino por nosotros, hermanos: que en la verde
palestra del Estadio nos citamos
al odio y a la muerte y al tremendo poder de las tinieblas...
¡Destaquemos la densa falange de su Sangre
en la débil calzada de las venas!
¡Y en los músculos flojos ciñamos la panoplia de su Cuerpo!
 
¡Brindamos por nosotros, Señor Jesús...! —Tendidos
sobre el ara profana del Estadio.
Llamados por tu Amor, de entre todos los hombres,
al mismo gesto de partir el Pan...
En la ansiosa vigilia de lanzarnos al mundo a dar la cara por Ti.
¡Estas mil bocas nuevas que darán testimonio de tu Nombre!—
Consérvanos atléticos; ágiles por el duro masaje de tu Espíritu;
"seniores" en la vida y la palabra;
fieles al Corazón que nos ha amado desmedidamente:
dignos de Ti.
 
(¡Virgen anclada sobre el oleaje de la Montaña electa,
Madre también de estos Cristos muchachos
que hoy abordan la ruta del Misterio!
Guárdanos Tú conformes al Pontífice;
lenguas vivientes de Pentecostés; dulces, contigo, y maternales.
 ...En las altas mareas del corazón, sosiéganos
con la casta hermosura de tu mano...)
 
¡Hermanos!  ¡Caballeros del Grial!
¡Atletas de Jesús desde la verde arena del Estadio!
En la ardiente vigilia de lanzarnos al mundo a dar la cara por El,
¡levantemos el Vino del Señor por la salud del mundo!
 

 
POESÍA CORDIMARIANA

Al R. P. Carlos E. Mesa, cmf.,
Maestro inolvidable.

 
Los hombres van por defuera,
recorriendo tus ermitas
calzadas de primavera.
 
Romero de dentro, yo
me voy con la romería
que sube a tu Corazón.
 
Yo también soy un hombre
con caudal de pasión.
 
El fuego de la Gracia ha calcinado
la piedra de mi voz.
Pero aún soy un hombre incontenible
contra las aguas rojas de las venas.
Y el corazón señala, cada día,
sin falta, cada día,
la hora del amor...
 
¡Y sin falta respondes
—cada día más cerca—
con la campana de tu Corazón!
Mañana ya, tal vez, desde mí mismo...
 
Como un perro encendido
que va a caza de Dios,
mi corazón se sacia
del agua de tu amor.
 
Sobre tu carne virgen nace el cielo.
La tierra ha descubierto la flor de la alegría
bajo las dulces alas de tus pies.
Y los hombres, que somos unos niños sin paz,
por la cuna incansable de tus manos
ya sabemos soñar...
¡Y en la hondonada de tu Corazón
se ha abierto el trébol de la Trinidad!
 
Yo plantaré la encina de mi voz
en mitad de la tierra desolada.
Tú bajarás como en Iría...
¡y te verán todos los hombres, Madre!
 
En esta pobre noche de Belén,
mis hermanos, pastores inconscientes;
te verán con los ojos de Jacinta.
 
La sangre derramada será una rosa inmensa.
 
Sobre la cuna de tu Corazón
Dios nacerá, otra vez, al mundo.
 
Mi vida como un río
desde tu Corazón.
 
Impetuosamente
hacia tu Corazón
el río de mi sangre.
 
¡Mi muerte, como un río
contra tu Corazón
abierto, Madre!
 
 
PAISAJE
 
Centinelas del invierno
 
Junto al cauce muerto,
tres álamos secos.
Parados.
 
—¿Qué aguardáis, en fila,
centinelas blancos?
Invierno ¿qué esperan?
 
—Que agite el ribazo
campanillas nuevas
y pase el cortejo de risas
—por el cauce muerto—de la Primavera:
para abandonarme,
rindiéndose a ella...
¡Siempre me traicionan
estos centinelas!
 
Almendros rosas:
peladillas de boda.
La Primavera es la novia.

 
Agua ideal
 
Agua redonda y cerrada,
el agua del pozo piensa.
 
El agua andante del río
es buena como una arteria.
 
La del mar... está muy lejos
para la sed de la tierra.
 
El torrente lleva el agua
sin saber por qué la lleva.
 
La fuente, en su boca clara,
la lleva como un poeta.
 
...Yo busco un agua sin cauces,
pero pensativa y buena.
Honda y cercana. Y sonora.
¡Señor, el agua perfecta!
 
Los dos bueyes hermanos
sorben pausadamente
la sangre del ocaso.
 
Los plátanos aplaudían
en silencio, con sus manos verdes
y aterciopeladas.
 
La torrentera embestía
las rocas como una vaca
de lengua turbia.
 
Y la tarde
se moría desangrada...
 
En la feria de tus viñas,
los cascabeles dorados
—de miel y de sol—, Septiembre.
Bajo el toldo de tu cielo,
¡dulce domingo del año!
 
 
MARINAS

—Calafell, Abril 1950—

 En el aire de abril, aún sin rosas,
danza un sol de verano.
El cielo hincha las velas de su barco azul.
Es mediodía.
 
Voy hacia el mar, sonámbulo...
Y el mar me espera con el corazón
abierto y dominado.
(El padre mar
ya tiene muchos años).
Mientras se riza la barba,
florida de sol y llanto,
tres barcas niñas, cerquita,
se ríen del viejo cano.
Entre las barcas y el mar
van de puntillas dos galgos...


               * * *
 
Arrebujado en una manta negra,
sobre el tibio regazo
de la playa, dormido, un pescador
hunde en la arena conocida el brazo
desnudo, como un áncora de carne
desde su sueño...
 
El portalejo blanco
de la casa marina, enfrente, se alza,
sobre un niño que juega, como un arco.
Juega de cara al mar y al sol
el pescadorcillo dorado:
con un sable de madera
entre la risa y la mano
y un grito menudo al viento....
Como un capitán corsario.


             * * *
 
Entraban en el agua
los pescadores, sin pensar,
vestidos,
como en su propia calle...
El mar—el perro amigo—
les lamía, llenándoles de baba.


              * * *
 
De la mano yodada
de un niño cuelgan dos
lenguas de plata.
 
El crepúsculo tiembla como un pez
agónico sobre el agua.
 
Los sueños van y vienen,
verdes y blancos, en la marejada...
 

 
SALMO EN GALICIA

—Baltar, Julio de 1952—

 
Junto al montón de paja de mi vida,
entre el cielo y el mar
y la arboleda oscura donde braman
todas las fieras de la juventud,
he levantado un hórreo sensible
y fiel como una arqueta.
 
Junto al montón de paja de mi vida
— broza muerta de sol...
 
Aquí recogeré el mensaje nuevo
de tu boca, Señor: en la frenada
ternura de estos hombres; en el mirlo
huésped de la paloma; en el aliento
de los húmedos bronquios del paisaje;
en la lengua cartuja de esta celda
donde ya estamos solos...
¡Señor, y en la caliente
sangre del mar! ¡en el latido bronco
de este pobre muchacho incomprendido!
 
En el hórreo fiel nos guardaremos
un volumen reciente de Ejercicios
y los primeros versos
de Fray Juan de la Cruz...
 
(Sobre esta clara mesa donde escribo
duerme el Conde de Orgaz.
Sobre el benigno corazón del Greco.
...Los sentidos se visten
de negros caballeros, demacrados,
y el deseo se alarga en las antorchas
altas serenamente...
Y en los pontificales
brazos de la Prudencia
y en las manos del alma, casta y joven,
el conde muerto espera tu llamada...)
 
Aquí recogeré el mensaje nuevo
de tu boca, Señor...
 
Deshojaremos, juntos, en tu Gracia
la rosa móvil de las estaciones,
y, al fin, me llamarás,
claro, de lejos,
por la ruta del mar iluminada...
 
¡Al marcharnos, Señor, abrasaremos
toda esta broza muerta de mi vida,
junto a la cual te he levantado un hórreo!
 

 
NADIE ME DICE TÚ
 
A José García Nieto,
que me ha tratado
de «tú» con su benevolencia.
Muy agradecido.

 

Nadie me dice tú.
Me lo dice mi madre porque aún me siente niño.
Me lo dicen también, alguna vez,
los pequeños gorriones del Colegio...
De todos los que saben que soy hombre,
nadie me dice tú.
 
Veintiséis primaveras nada más,
y ya voy por la vida como un muerto solemne
que levanta un revuelo de silencio a su paso.
 
¿Cómo se lo diré
que tengo las entrañas
estalladas de rosas,
crepitantes de pájaros divinos?
 
...Veintiséis primaveras nada más,
y ya soy un anciano venerable,
un hombre de consejo
que ha de oír y callar...
 
"Todos me llaman Padre", decía Father Bob.
Todos se me arrodillan. Y me dejan,
en mitad de las horas, suspendido
entre el cielo y la tierra
como una estatua incólume,
ausente a los latidos de la sangre...
¡Nadie me dice tú!
 
(¡Yo no sé vivir sin compañía;
que lo amo todo, para siempre,
de una sola mirada...!)
 
Tú que me has inmolado la ternura
sobre el ara implacable de tu Gloria,
¡dímelo Tú, Señor! Cerca. Despacio.
Con el acento exacto que tenías
en tu boca mortal.
Como si me estrecharas con tus manos ardientes
el corazón solemnemente aislado...
 
 
EPIFANÍA
 
—A Juan Rosell
y a otros amigos como él,
con mucho afecto.

 
¡Los pobres, no lo saben!  No lo quieren
saber algunos. Muchos no lo saben, ¡los pobres!
(En la plaza cansada de los hombres
las estrellas son niñas sin prestigio
que juegan con la vida.
La estrella de Belén...
¿no va a ser una niña más del corro...?)
 
Han visto, apenas, compasivamente
la escasa caravana
de los que vamos en Su busca, tristes,
vergonzantes, prudentes...
porque sabemos que es el rey Herodes,
que en el mercado se nos reirían,
y hemos perdido el golpe de los cascos
y el clamor de los siete colores de la Gracia
y la ingenua esperanza
de preguntar a todos por El... ¡Ya no turbamos
la rutina del mundo!
 
Jerusalén—esta ciudad cualquiera—
no se ha enterado aún. Y ellos ¡los pobres!
pasan llevando el agua de su vida
como un río perdido por las calles...
—¡Los hermosos muchachos, maltraídos
como barcas inútiles del Tiempo.
Y los hombres, tan serios y seguros
con su trabajo de contar la arena!—
 
Pero Tú nos esperas, en la esquina,
—cotidiana como tus palomas,
con la ternura al borde de las manos...—
La rutina del mundo se incorpora
como un perro de caza, palpitante.
—El rastro de la sangre es tierno ahora—.
Dios es un pajarillo recién hecho
y el cariño del mundo se despierta,
y estos hombres, ¿no ves?, ¡ellos, nosotros,
nos estamos turbando fuertemente
y empezamos a ver, como unos niños,
las estrellas, las calles y tu rostro
y el Pajarillo extraño que ha nacido
en el nido caliente de tu seno!