CRISTO, MANIFESTACIÓN UNIVERSAL DE SALVACIÓN

EPIFANÍA DEL SEÑOR


8 de enero de 1978

Isaías 60, 1-6
Efesios 3, 2-3a. 5-6
Mateo 2, 1-12

 

PRESENTACIÓN DE UN CONGRESISTA Y RELIGIOSO DE EE.UU.


Queridos hermanos:

Antes de hacer la homilía vamos a tener el gusto de escuchar al P. Roberto Drinan de la Compañía de Jesús. Sacerdote que nos visita, es miembro del Congreso de los EE.UU. Con permiso de sus superiores está dedicado en una forma muy eficiente a la política norteamericana, ex-Decano de la Facultad de Derecho de Boston College. Un gran elogio de él hizo monseñor McGrath, en estos días que estuvo con nosotros, cuando dijo que sus funciones políticas no han disminuido en nada su sentido sacerdotal. Y uno de los gestos sacerdotales es éste que me ha impresionado mucho: ha querido él concelebrar conmigo esta mañana para expresar su comunión con la Iglesia.

Yo quiero expresar en el P. Drinan la gratitud de toda esta Arquidiócesis presente en la Misa de Catedral, porque de la Iglesia hermana de EE.UU. hemos recibido múltiples manifestaciones de solidaridad, de ayuda, de apoyo. La presencia, pues, del P. Drinan entre nosotros es la presencia de la Iglesia Norteamericana con la cual sentimos que se estrechan estos lazos de la fraternidad católica. Vamos a escucharlo, que él quiere dirigir un saludo a nuestra Arquidiócesis. Va a traducir el P. Ronald.
 

PALABRAS DEL P. ROBERTO DRINAN

"Su excelencia Mons. Romero, hermanos, clero, mis hermanos y hermanas aquí presentes:

Hoy recordamos la fiesta de los tres Reyes Magos que llegaron del Este siguiendo una estrella y finalmente encontraron a Cristo en el pesebre. Y cada uno de nosotros tenemos que seguir nuestra estrella también, la estrella que nos guía hacia Cristo.

Naciones y todos los países también tienen estrellas para seguir. El Salvador hoy está siguiendo su estrella en un camino difícil. El pueblo de El Salvador reconoce que tiene derecho al respeto a su persona, a su dignidad. El pueblo de El Salvador reconoce, se da cuenta de que tiene derecho a que las leyes de su país sean respetadas. El pueblo bueno de El Salvador se da cuenta que tiene derecho a sus derechos humanos, económicos y políticos. El pueblo de El Salvador no quiere marxismo ni comunismo; y cualquier persona que dice que el pueblo salvadoreño, el clero salvadoreño, está invitando al comunismo aquí, esas personas están insultando la inteligencia de todo salvadoreño. El pueblo salvadoreño quisiera tener sus derechos humanos como son proclamados por el Evangelio y en las leyes internacionales en todos los países.

Algunas personas, aquí en este país, y algunos oficiales públicos tienen miedo a la igualdad de las personas, a la dignidad de toda la gente. Y esta misma gente, estos mismos oficiales, quisieran silenciar, callar a los sacerdotes o echándolos del país, llevándoles presos, eliminándolos, en una forma u otra la gente que proclama esta dignidad, esta igualdad. Pero el pueblo, los feligreses de El Salvador, están unidos con su clero, con su Arzobispo -muy dedicado- y están solidarios con todos los principios católicos

El Congreso de los Estados Unidos quiere con mucho vigor que los derechos humanos lleguen a todos ustedes y a todos los pueblos del mundo. El Congreso está firmemente con el Presidente Carter, Jimmy Carter, en su proclamación de que los Estados unidos va a luchar para que en todos los países se respeten los derechos humanos. Estos derechos incluyen: no ser amenazado, no ser molestado por el Gobierno o por otros. Estos derechos también incluyen derecho de tener una prensa creíble, una prensa en la cual se pueda creer. Estos derechos incluyen también el derecho a comida, trabajo, a una vivienda decente. Hace 7 años entré en el Congreso con un mandato para que la gente tenga estos derechos humanos en todos los países.

La lucha para la igualdad aquí en este país está vigilada cuidadosamente por el Congreso de los Estados Unidos. El Congreso tiene mucha esperanza; ofrece corazones, sus labores, sus oraciones. Como todos nosotros, como los Reyes Magos, en este nuevo año seguimos nuestra estrella. Recordemos las palabras del fundador de los Jesuitas, San Ignacio, que dijo: "Cuando queremos libertad, igualdad, derechos, tenemos que rezar como que todo dependiera de nosotros. Y cuando queremos esa libertad, también tenemos que trabajar como si todo dependiera de nosotros". Muchas gracias.
 

MONSEÑOR ROMERO

Personalmente mi primera palabra es de gratitud y de admiración para este ilustre congresista de Estados Unidos, que ha unido en su mensaje al pueblo salvadoreño la valentía de un cristiano al servicio de una política; y que ha superado sobre todos los vaivenes de la política los valores eternos del Evangelio. Yo le agradezco porque su palabra es muy válida, nos respalda enormemente y nos confirma en eso que decía al principio: de una comunión más estrecha con las Iglesias de todo el mundo. Nos da la impresión de que nuestra Arquidiócesis, en comunión con el Papa y en comunión con las Iglesias de todo el orbe, va caminando en pos de su estrella. La expresión es bella: ¡cada pueblo tiene su estrella! nos ha dicho el P. Drinan. Y yo creo que ese es el sentido precisamente de nuestra festividad de hoy.

Como los Magos de Oriente siguieron su estrella y se encontraron con Jesús llenándose de inmensa alegría su corazón, nosotros también, aun en las horas de la incertidumbre, de las sombras, de la oscuridad como las tuvieron también los Magos, no dejemos de seguir esa estrella, la de nuestra fe. La de la fidelidad de la idiosincrasia salvadoreña a esa fe que ilumina todos los pueblos.

Y cabalmente, hermanos, yo quería que mi reflexión de Epifanía fuera en ese sentido. Yo encuentro en las lecturas bíblicas de hoy tres pensamientos que coinciden con este mensaje que necesita el pueblo de El Salvador:

1º) La universalidad del llamamiento de Cristo.

2º) La igualdad de todos los hombres, proclamada hoy por San Pablo.

3º) El gran pensamiento de la trascendencia es la luz de Dios que penetra hasta la renovación íntima de cada hombre, la que necesitamos.
 

1º: LA UNIVERSALIDAD DEL LLAMAMIENTO DE CRISTO A LA LUZ DE DIOS LOS PUEBLOS VAN CAMINANDO

La primera lectura de Isaías nos describe el hermoso panorama de un reino de Dios que es presencia de Dios en Jerusalén. Y con esa presencia Dios se hace luz, y a la luz de esa aurora los pueblos que viven en tinieblas van caminando. Es inigualable la expresión del profeta Isaías: "Levántate, brilla Jerusalén que llega tu luz. La gloria del Señor amanece sobre ti y las tinieblas cubren la tierra; la oscuridad, los pueblos. Pero sobre ti amanecerá el Señor. ¡Levanta la vista, mira! Todos esos se han reunido, vienen a ti. Los hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá". Como que comienza una larga lista de pueblos que se van acercando en pos de los Magos.
 

NACE UNA ESPERANZA

Epifanía es el nombre de la fiesta de hoy. El Niño que nació en Belén y que convirtió en luz la mitad de la noche más larga del año es el signo de un Dios que ya está presente y a su luz, como una aurora que despunta sobre las tinieblas, los pueblos sienten nacer una esperanza. Los Magos de un Oriente misterioso son la primicia. Este día es el principio de esa larga procesión a la que se van a ir agregando pueblos y pueblos. Hoy, 8 de enero, se traslada la Epifanía a este domingo. Somos nosotros, aquí en la Catedral junto con las comunidades que con nosotros están en reflexión, esa procesión de pueblo. Nuestro salvadoreño pueblo siguiendo su estrella va también en pos de esa luz, de esa esperanza. Ya no sólo son los dromedarios de Madián y de Efá, no sólo son los reyes de Sabá, son ya todos unos continentes: Latinoamérica, Africa, Asia; de todas partes convergiendo a esa unidad de la fe en Cristo.
 

TODAS LAS MARAVILLAS DE LA TIERRA SON DE DIOS

Fijémonos, hermanos, en esta mañana en esta Iglesia que desde nuestro puntito geográfico, El Salvador, se extiende. Y sentimos hermanos nuestros a todos los pueblos de Centro América, del Continente, de América del Norte, del Canadá, de Europa; y todos somos llamados a seguir esta luz. Pero es hermoso pensar que en esta convocación de pueblos, Dios -el Dios de las naciones- respeta la libertad, la índole, el modo de ser de cada pueblo. Porque la lectura de Isaías nos dice: "Cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos". Es un reino de Dios que ciertamente no necesita nuestros bienes materiales; pero que nosotros al reconocer que es Dios el autor de nuestros cafetales, de nuestros cañales, de nuestras algodoneras, de nuestras riquezas y de las riquezas de todo el mundo, tiene derecho a todas estas cosas; y se las damos con la generosidad, mejor dicho, con el reconocimiento de que Él es el dueño de todo como los Magos que depositaban a su cuna incienso, oro, mirra. Todo lo que el mundo produce es de Dios. Y la riqueza de la Iglesia como reino de Dios es pensar que toda la idiosincrasia de todos los pueblos del mundo son de Dios, y que Dios ha hecho en esta tierra un reino rico como no hay otro reino. Porque suyas son todas las maravillas de la tierra. Todo lo que producen las culturas humanas son de Dios. Toda la riqueza y el progreso de los pueblos Dios es quien lo promueve y a Dios hay que orientarlo.

En el signo del pan y del vino los sacerdotes de todas las latitudes del mundo le dicen al Señor que le ofrecemos en este pan y en este vino el trabajo de los hombres. Y cuando decimos el trabajo de los hombres, entendemos el trabajo de todas las latitudes de la tierra. Todo se lo ofrecemos a Dios, porque sin Dios no tiene sentido la laboriosidad humana, el progreso humano. Todos aportamos a este reino de Dios.

Es la hora, hermanos, en esta Epifanía, de sentirnos profundamente salvadoreños y decirle al Señor que estas riquezas que él nos ha dado son suyas y que nosotros, como imágenes suyas en la tierra, tenemos que trabajar para que en ellas se beneficien, se hagan felices todos sus hijos. "Un sentido más justo -decía el Papa al Embajador de El Salvador- que enmiende las evidentes injusticias que hacen que los bienes creados por Dios no lleguen a la felicidad de todos". Esta es la riqueza de esta Epifanía: un llamamiento a que todos los pueblos, iluminados por la luz del Señor, sean hermanos y dentro de cada país sean todos también hermanos e iguales en la substancia de su naturaleza humana.
 

2º. LA IGUALDAD DE TODOS LOS HOMBRES PROCLAMADA POR SAN PABLO

SAN PABLO, LLAMADO A LOS GENTILES

Este es mi segundo pensamiento, hermanos, el pensamiento de que San Pablo nos ha dicho hoy que a él, perseguidor altivo precisamente porque su corazón era estrecho, era perseguidor porque creía, con los judíos de su tiempo, que Dios sólo existía para su clase, que Dios sólo existía para su judaísmo; y le parecía una profanación de lo nacional que se predicara un Cristo que anunciaba un reino para todos los hombres. Y este Pablo, estrecho de corazón cuando era judío, siente que su corazón se ensancha a las anchuras del mundo y que Dios lo ha llamado para ser el heraldo del gran designio que Dios tenía oculto en los siglos. Lo dice en su carta a los Efesios: que también los gentiles son co-herederos, miembros del mismo cuerpo, partícipes de la promesa en Jesucristo.
 

EN CRISTO SOMOS COHEREDEROS... RAZÓN DE NUESTRA IGUALDAD

Esta es la razón de nuestra igualdad. Ya no hay distinción entre judío ni gentil, ya no hay pueblo privilegiado y pueblo marginado, todos en el misterio de Cristo somos co-herederos, es decir, la herencia de nuestro Padre Dios es para todos los que somos hermanos. Cristo el hermano mayor, el heredero de todas las promesas, nos hace hermanos suyos, co-herederos. Es una palabra inventada por San Pablo. Ese co significa una igualdad como no se puede expresar de otra manera que dos hermanos iguales para heredar una misma herencia, co-herederos de todo lo que Dios ha prometido.
 

SOMOS MIEMBROS DE UN MISMO CUERPO

En Cristo todo hombre es llamado a esta riqueza del reino de Dios. Miembros del mismo cuerpo. Y San Pablo desarrolla a lo largo de toda su teología lo que significa esta igualdad en la que todos los hombres somos miembros de un solo cuerpo, que Dios no nos ha hecho para vivir dispersos ni para vivir separados; que unos de otros nos necesitamos; y que la cabeza nunca le puede decir a los pies: no te necesito, y que las manos no le pueden decir al corazón, tampoco el corazón a los demás miembros. Todos, cada uno en su propia función, es miembro de un cuerpo vivo.

De allí que nuestra función como cristianos, como salvadoreños cristianos, es reconocer en este país de bautizados cuál es el puesto que cada uno tiene que ocupar para hacer una patria feliz, una patria sin violencias, una patria sin represiones, una patria en que unos no se sientan con derecho a todo y otros marginados sin derecho a nada. Una patria en que todos nos sintamos miembros vivos aunque seamos pie en la pobreza, pero desde la pobreza y del trabajo saber amar a todo el organismo, en sentido de servicio. O desde la cabeza y del corazón no sentir ninguna superioridad, sino sentir razón de servicio a todo el organismo que se necesita mutuamente.

He ahí la igualdad que el cristianismo predica. No una igualdad de quitar cabezas para que todos sean iguales. ¡Eso es locura! ¡Eso es utópico! No una igualdad que consiste en que todos callen, sino la igualdad en que todos se sientan como los hijos en un hogar para aportar, para dar lo bueno de sí como hemos dicho en estos días de la Jornada de la Paz: la paz no es el producto del terror ni del miedo, la paz no es el silencio de los cementerios, la paz no es producto de una violencia y de una represión que calla. La Paz es la aportación generosa, tranquila, de todos para el bien de todos; la paz es dinamismo, la paz es generosidad, es derecho y es deber en que cada uno se sienta en su puesto en esta hermosa familia que la Epifanía nos ilumina con la luz de Dios.
 

SOMOS PARTÍCIPES DE LAS PROMESAS EN JESUCRISTO

Y hay todavía otra comparación en la lectura de San Pablo para expresar la igualdad: "que todos vosotros sois partícipes de la promesa en Jesucristo".

Cuando uno lee la Biblia, ¡cuántas promesas de amor de Dios a la humanidad pero a través de Cristo! Fuera de Cristo Dios no promete nada, únicamente llama a la conversión en Cristo. Pero en Cristo, que es el resumen, el sí de las promesas de Dios. En Cristo todos los hombres tenemos esta igualdad. Que Cristo cumplirá las promesas de Dios para la felicidad de los pueblos y las esperanzas del cielo en la medida en que aceptemos esa doctrina de Él.
 

LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS NO ES SOLO ASUNTO DE POLÍTICA, TIENE SUS RAÍCES EN EL EVANGELIO

Por eso me alegra haberlo oído hoy de un congresista de los Estados Unidos, un sacerdote que, prestando funciones al bien común del gran pueblo norteamericano, no ha perdido de vista la visión del Evangelio que él, por esencia y por vocación, tiene que predicar. Me da gusto -digo- haberlo oído aquí, sacerdote y congresista, para decir que esa defensa de los derechos, y de la igualdad, y de la libertad de los hombres, no es un asunto de política solamente. Es asunto de política pero enraizada en el Evangelio. El Evangelio es el gran defensor, el proclamador de todos los grandes derechos fundamentales del hombre. Es la igualdad que aún cuando desaparecieran las conveniencias políticas no desaparecerán las raíces evangélicas. Supongamos que mañana no le conviene a Estados Unidos defender los derechos de El Salvador, en ese sentido humano puede fallar la política pero no fallará el Evangelio que siempre gritará la libertad de los hombres, la dignidad de los hombres aún en las peores situaciones de la persecución. El Papa lo acaba de decir: que la Iglesia reivindica esa libertad sin trabas para predicar su Evangelio que es, precisamente, la defensa de los pueblos, la dignidad y la libertad de los hombres.

Por eso, hermanos, esta mañana de Epifanía en esta aportación de pueblos al bien común cristiano, es muy simbólico que un hombre de los Estados Unidos, trayéndonos un mensaje en lenguaje sacerdotal, nos diga que la Epifanía no es sólo recuerdo de unos Magos de hace 20 siglos sino la aportación, el apoyo, la comunión de todos aquellos que en Cristo y en su Evangelio encontramos que somos participantes de las grandes promesas de Dios a la humanidad, para el cual no hay distinción más que todos sus hijos, miembros de un mismo cuerpo, cuya cabeza es su Hijo hecho hombre y todos herederos de una felicidad en la tierra y de una esperanza más allá de la historia.
 

3º. LA TRASCENDENCIA ES LA LUZ DE DIOS QUE PENETRA HASTA LA RENOVACIÓN DE CADA HOMBRE

LA IGLESIA PARTE DE LA TRASCENDENCIA

Finalmente, queridos hermanos, no olvidemos que esta prédica de la Iglesia no tiene nada de subversivo, que esta prédica de la Iglesia no es revolucionaria. El Padre lo acaba de recordar aquí con todo el prestigio de su cargo y su sabiduría de jurista, que aquellos que quieren atacar o criticar a la Iglesia de comunista, insultan el pensamiento cristiano. Es decir, lo que la Iglesia predica cuando defiende estos derechos, y esta libertad, y esta igualdad, es porque parte de una "trascendencia". Yo quisiera que se grabara bien este mensaje de la "trascendencia". Y lo hemos escuchado en la lectura de Isaías: "¡Brilla Jerusalén que llega tu luz! ¡La gloria del Señor amanece sobre ti!". Y lo ha expresado San Pablo, también, cuando nos habla del espíritu que reveló a los santos apóstoles y profetas el gran designio de Dios.
 

SENTIDO DE LA TRASCENDENCIA

¿Qué es esto? El sentido de trascendencia quiere decir que nosotros en la Iglesia no predicamos una liberación a ras de tierra, una revolución que quisiera resolver las cosas con violencias, con secuestros, con represiones, con crímenes. No es esta la voz de la Iglesia. La Iglesia siempre que predica que los hombres tienen que ser libres, iguales, dignos, se remonta a la luz de Dios. La luz de Dios brilla sobre ti. Y la dignidad que la Iglesia predica parte de la libertad del hombre que rompe las cadenas del pecado y se hace Hijo de Dios. Se promueve no en una economía, en tener más. Esto es muy secundario, la promoción del hombre es a partir de su propia conciencia, de sentirse Hijo de Dios, iluminado por Dios, renovado desde la intimidad de su corazón. Y en Medellín dijeron los Obispos: "No habrá continente nuevo sólo con cambiar estructuras nuevas, mientras no haya hombres nuevos", es decir, la trascendencia de la renovación en Dios.
 

LA LUZ DE DIOS ILUMINA LA LUCHA DE LA IGLESIA

La Luz de Dios es la que debe de iluminar esta lucha de la Iglesia, la renovación en Cristo, la esperanza de que el paraíso no existe en esta tierra pero que ya hay que reflejarlo. El reino de Dios que será perfecto en la eternidad hay que reflejarlo ya en las relaciones de esta tierra porque no se va a improvisar. El ciudadano del cielo tiene que ser antes un buen ciudadano de la tierra.

El que quiera ser partícipe de las promesas de la eternidad tiene que ser colaborador con Dios en la justicia y en la paz y en el amor en este reino de la tierra.

De ahí, hermanos, que la lucha de la Iglesia es por sembrar más amor, por despertar más esperanza, por arrepentir de los pecados a los pecadores, por acercarlos en la conversión a Dios, por renovarnos internamente. Mientras no comprendamos este lenguaje de luz de la Epifanía, no tenemos el concepto claro de la liberación que la Iglesia predica.

Queridos hermanos, allí están esos tres pensamientos de Epifanía: la universalidad de la doctrina que estamos perfeccionando, la igualdad de los hombres aprendida en esta doctrina a la luz de Cristo y la trascendencia, es decir, nuestra mirada como la de los Magos más allá de los horizontes de la tierra, más allá de las estrellas, cerca de la vida de Dios que nos vino para iluminarnos y hacernos verdaderamente felices.
 

PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTAR

Hermanos, junto con mi querido hermano, el P. Roberto Drinan, y junto con el querido sacerdote que también nos ha hecho tan buen servicio en su interpretación, P. Ronald, vamos a acercarnos al altar llevando la representación de todo el pueblo. No olvidemos que esta mañana, todos, no sólo los que vamos a acercarnos al altar sino todo el pueblo que representamos nosotros, ministros del altar, debe de llevar en su corazón los sentimientos de los Magos: Una fe grande en el Cristo que hemos encontrado como fuente de alegría y de esperanza. Y una alegría inmensa de haber conocido a Cristo. Y un compromiso de colaborar con Él para que su reino, que se inició en la cuna de Belén y que ya comienza a agrandarse por los horizontes del mundo con la adoración de los Magos, tenga que ser reconocido por todos los hombres de nuestro país y de todos los países de la tierra, para hacer de El Salvador y del mundo el reino de Dios en esta tierra. Así sea.

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