Los teólogos
que la Iglesia necesita.
El rol del teólogo laico y de la teóloga laica en
la Iglesia católica [1]
Esteban SILBER
Cuando llegué a Potosí (Bolivia) en el año 1997, tuve la impresión
de ser el primer y único teólogo laico de la diócesis. En realidad,
no era así, pero esta era la impresión que me daban los sacerdotes
y los laicos en la Iglesia. Los sacerdotes se sorprendían muchas veces
con los conocimientos teológicos que poseía, y a veces, creo, que
también les hice asustarse. No había muchos sacerdotes que pensaban
que yo podía dar algún consejo sobre la pastoral de la diócesis o
simplemente opinar. El plan muy ambicioso de que mi esposa y yo podríamos
colaborar en la formación pastoral de los sacerdotes y en la coordinación
pastoral de la diócesis, fue abandonado muy pronto. Pocos podían atribuir
algún lugar claro a mi caso medio raro: un teólogo laico en la Iglesia.
Lo mismo valía para los laicos, para quienes yo era un bicho muy raro:
medio como ellos y medio no; un funcionario en la Iglesia, pero casado
y con familia. Con formación teológica, pero sin ordenación.
En la Diócesis de Potosí, poco a poco ha cambiado esto. Y sigue cambiando.
A nivel nacional, yo percibo, que falta mucho todavía para que los
teólogos laicos tengamos un lugar en la Iglesia. Por esto, mis reflexiones
parten de este punto: la situación del teólogo laico en Bolivia. Quizás
la situación en Bolivia sea muy especial aún dentro de América Latina.
La verdad es que no puedo pretender que conozca la situación en todo
el continente, por esto me limito a describir la de este país en el
que vivo. El segundo punto será una descripción del papel que puede
– y debe – desempeñar el teólogo laico en la Iglesia Católica. Y al
final enumeraré algunas ideas para nuestro trabajo dentro de la Iglesia.
1. La situación del teólogo laico en Bolivia
En Bolivia no son muchos los teólogos
laicos. Creo que este es un primer hecho que tenemos que tomar en cuenta. Y son
todavía menos las teólogas laicas. La razón de esto es que todavía no existe la
profesión del teólogo laico en la Iglesia boliviana. En otros países, donde
existen para teólogos laicos posibilidades de trabajar como profesionales en la
Iglesia, hay más jóvenes que eligen esta carrera universitaria. En Bolivia, y
éste es un segundo hecho importante, muchos de los teólogos laicos son
ex-seminaristas. Creo que éste es el camino más natural para ser teólogo laico
en Bolivia: estudiaron teología para ser sacerdotes, dejaron esa idea y se
quedaron con la teología. Después, como poco a poco está empezando a perfilarse
esta nueva profesión, la del teólogo laico y de la teóloga laica, se pueden
encontrar también a algunos jóvenes que quieren estudiar y hasta terminan esta
carrera. Pero todavía son muy pocos, y solamente en pocas ciudades del país.
¿Cuál es la situación de estos teólogos
laicos en Bolivia? Lo más importante que tal vez hay que decir es que no hay
empleo como teólogo. Si alguien no quiere ser sacerdote o religiosa, la Iglesia
en Bolivia por lo general no tiene interés en él o ella. Al menos en cuanto a
un empleo; el trabajo voluntario y gratuito no se desprecia mayormente. Alguien
puede ser muy buen teólogo, muy buen agente de pastoral y puede tener todo el
compromiso cristiano que se quiere: si quiere permanecer laico, no hay empleo para
un teólogo. Como si la capacidad profesional como teólogo o como agente de
pastoral dependiese únicamente de la ordenación y no de la formación que uno ha
recibido.
Así, los teólogos laicos de Bolivia
trabajan de educadores, formadores, trabajadores sociales, periodistas e
incluso políticos. No pienso que esto está mal. Lo malo es, que algunos tal vez
quisieran trabajar también al interior de la Iglesia y no pueden hacerlo.
Algunas veces podemos escuchar que los
responsables dicen, cuando se trata de los empleos para los teólogos laicos:
“No hay dinero para pagar sueldos.” No creo que sea verdad. En las parroquias
siempre hay dinero, solamente que es muy difícil que un párroco lo invierta en
el sueldo de un agente pastoral laico. Otros sacerdotes tienen miedo de
compartir el trabajo con un teólogo laico profesional. Y en los obispados, tal
vez de veras no hay dinero, pero entonces hay que organizar un sistema
económico diocesano que distribuya de manera justa los ingresos que hay[2].
Y al final de cuentas: Para tantas cosas se recibe dinero del exterior, ¿por
qué no hacer un proyecto para emplear a un teólogo laico? Yo creo que todavía
no son muchas las diócesis en las que se ha llegado al punto de simplemente
pensar en la posibilidad de dar empleo a un teólogo laico.
Entonces, no es por falta de dinero, por
lo que no hay empleo para el teólogo laico. El problema es que por un lado
seguimos viviendo una iglesia esencialmente clerical. No hay espacio en esta
iglesia para un profesional fuera del clero. Y por otro lado, no se da valor al
trabajo que un teólogo laico podría desempeñar. No se estima lo suficiente la
formación de los catequistas, el acompañamiento profesional de los jóvenes o la
pastoral de enfermos y ancianos. No existe tanto interés en lo que podría ser
formación teológica y pastoral en general, producción bibliográfica y
acompañamiento competente de los movimientos apostólicos y demás grupos en la
Iglesia. Tampoco los sacerdotes, siendo teólogos como nosotros, cumplen con
estas tareas en muchos casos. Mucho menos van a respaldar a un teólogo laico
para estos trabajos. El teólogo laico no puede celebrar los sacramentos. Y así
no sirve para una iglesia sacramentalista.
No hay trabajo siquiera en las
Universidades, Facultades de Teología, Seminarios y demás lugares de formación
profesional en la Iglesia. Tal vez hay trabajo, pero no hay empleos para
teólogos laicos. Todavía en muchos lugares se prefiere que un sacerdote sin
tiempo ni voluntad dicte un curso de teología, a que lo haga un licenciado en
teología que sea laico. Y esto a pesar de
que al sacerdote tienen que darle el mismo sueldo que al laico.
Otra característica de la vida de los
teólogos laicos en Bolivia es: no existen posibilidades de publicación. La
economía del teólogo laico no permite hacer publicaciones a costo propio;
además uno depende siempre de algún aparato institucional para la venta y
distribución. No existen tampoco muchas revistas teológico-pastorales en las
que se puede publicar al menos ocasionalmente. Y en las pocas que hay, todavía
se prefieren los aportes de los teólogos sacerdotes.
En general se puede decir, que en la
Iglesia boliviana se exige del teólogo una doble condición: la capacidad
profesional y la ordenación. No es suficiente que alguien haya estudiado y tenga
su título. Ni siquiera suficiente que tenga capacidad o compromiso. Necesita
una cosita más, algo que el teólogo laico y la teóloga laica no pueden ofrecer.
Resumiendo quiero afirmar, que Bolivia no es un país que favorece la profesión
del teólogo laico. O tal vez en palabras más concretas, la Iglesia
boliviana no favorece a sus propios teólogos laicos. Yo pienso, que
esto es una lástima. Porque yo creo que el teólogo laico tiene un
papel de mucha importancia para la Iglesia. Y sería necesario darle
un lugar en la Iglesia, el lugar que le corresponde.
2. El lugar del teólogo laico en la Iglesia Católica
El teólogo laico tiene mucha importancia
para la Iglesia Católica. Y esta importancia no es accidental. Creo que no
somos algo fortuito en la Iglesia. Al contrario, tenemos un papel central para
ella. No somos teólogos laicos porque nos hayamos resistido a ser teólogos más
completos o nos lo hayan negado. El teólogo laico tiene su lugar en la Iglesia
Católica, o al menos lo debería tenerlo. Por ello, no es una cuestión de
tolerancia o de caridad si la Iglesia da un empleo o un trabajo a un teólogo
laico. Es una cuestión de entender los signos de los tiempos dentro de la
situación actual. Es más, es una cuestión de la existencia misma de la Iglesia.
Una Iglesia, que no entendiera la importancia que tienen el teólogo laico y la
teóloga laica para ella, pecaría contra su propia misión.
2.1. La teología es una tarea laical.
La teología es una tarea laical. Tal vez
esta afirmación puede chocar en un primer momento. No es lo que estamos
acostumbrados a escuchar. La teología: ¿una tarea laical? ¿No es justamente una
tarea de los sacerdotes en la que nosotros como laicos –si tenemos mucha
suerte– podemos participar?
En mi criterio, esto no es así. La
teología es una tarea de toda la Iglesia, entendida como Pueblo de Dios. La
teología es la reflexión sobre la fe de la Iglesia y el diálogo de esta fe con
la realidad. Esta reflexión y este diálogo no son necesariamente sacerdotales.
Son tarea de cada cristiano, y de hecho cada laico reflexiona sobre su fe y da
razón de su esperanza. Lo que hacen los teólogos en la Iglesia, es un servicio
a esta reflexión del pueblo. Por la formación teológica, se convierten en
profesionales de este servicio; y éste puede ser ejercido por sacerdotes y por
laicos.
Para ser un buen teólogo, uno no
necesita ser sacerdote. Lo que es esencialmente sacerdotal son otras tareas:
Los sacramentos, la liturgia y la dirección espiritual son tareas netamente –aunque
tampoco exclusivamente– sacerdotales. La teología sin embargo, no precisa de la
ordenación sacerdotal. Es una tarea que cada laico creyente, comprometido y con
los deseos de formarse más puede ejercer. No hay que confundir aquí el
ministerio de la enseñanza de la doctrina y el ministerio de la reflexión de la
fe. Mientras el primero sí puede tener su relación con el orden sacramental de
la Iglesia, porque es una enseñanza oficial, el segundo es un servicio al
Pueblo de Dios y su propia reflexión en general. Este servicio es laical, tarea
de la Iglesia Pueblo de Dios y de las personas que tienen la formación para
realizarlo.
No se trata, por ende, de excluir a los
sacerdotes de la tarea teológica. Ellos son teólogos por ser miembros del
Pueblo de Dios, y no por ser sacerdotes. Si afirmo que la teología es una tarea
laical, lo hago en el sentido, que los teólogos ordenados participan en esta
tarea laical de una manera no diferente de los laicos. Quiere decir, que no se
deben entender a los teólogos laicos desde los teólogos sacerdotes, sino al
revés. Lo que dice Elmar Klinger a propósito de los laicos en general: “El
puesto de los laicos no se deriva [...] del ministerio jerárquico [...], sino
de una participación en el ministerio de Cristo,[3]”
vale de la misma manera para los teólogos laicos. La teología es una tarea
laical de la que los teólogos sacerdotes participan. Es una vocación, un don de
Dios, un carisma al que están llamados todos los miembros del Pueblo de Dios,
un servicio que solamente requiere la formación, el compromiso y la apertura
hacia las experiencias religiosas del Pueblo de Dios.
Si abrimos la Biblia, podemos verificar
este dato: ¿Quiénes son los teólogos en la Biblia? En el Antiguo Testamento,
son los profetas. Y los profetas son, por lo general, laicos. Son pocas las
excepciones como Ezequiel y tal vez Jeremías, hijo de un sacerdote. En el Nuevo
Testamento, los teólogos son los escribas o maestros de la ley. No tienen
ciertamente la mejor reputación en los evangelios, pero una cosa es segura: son
laicos. Ambos grupos de teólogos, los escribas y los profetas, se distinguen de
los sacerdotes del templo. En los tiempos cristianos, el panorama no cambia
rápidamente. En las primeras comunidades, hay múltiples ministerios[4].
Existen maestros, profetas y evangelistas (Ef 4,11; cf. 1 Cor 12,28-30) por un
lado, y obispos, presbíteros, diáconos y apóstoles por otro. Sería un
anacronismo distinguir para esa época entre laicos y clero, pero es un hecho de
que existían teólogos al lado de los presbíteros y apóstoles, y no se identificaban[5].
Ser teólogo es un carisma propio; es un don de Dios independiente de otros
carismas como el ser sacerdote o apóstol. El que se llamen “maestros, profetas
y evangelistas” estos teólogos neotestamentarios, les da además unas
características obvias: Si entendemos al maestro en un sentido no tradicional,
puede ser el guía, el facilitador de la reflexión sobre las experiencias
religiosas del pueblo. El profeta es el que denuncia las estructuras de pecado
y anuncia la vida plena de Dios, y el evangelista es el que encuentra y desvela
en todas las experiencias la Buena Nueva de Jesucristo. Estos son ministerios
laicales en el Nuevo Testamento; surgen de todo el Pueblo de Dios.
Todavía, sin embargo, se entiende la
palabra “laico” como correspondiente a algo de menor categoría. En la Iglesia,
sin embargo, esta palabra tiene el significado de pertenencia al Pueblo de
Dios. El “laós” griego era la totalidad de personas adultas, mayores de edad y
de ciudadanos que tenían todos los derechos. En este laós-pueblo, el “laikós”
era el libre, adulto y varón que no asumía ningún cargo público. Si la Iglesia
adoptó esta palabra para designar a sus miembros no clérigos y no religiosos,
lo hizo para expresar no solamente la falta de cargo eclesial, sino también esa
mayoría de edad, libertad y plena ciudadanía de todos los fieles[6].
Los teólogos de entre estos laicos no pueden poseer esas características en
menor escala. Son teólogos plenos. Si son, además, teólogos laicos, esto significa, que son teólogos
desde el Pueblo de Dios y para él. No son una clase o casta separada de él,
sino insertos en el pueblo y partícipes de su propia reflexión teológica. Son,
o al menos pueden ser, los portavoces de la reflexión de fe del Pueblo de Dios[7].
Por todo esto afirmo que la tarea teológica
es una tarea laical. Es una tarea de todo el Pueblo de Dios, en la que la
teóloga y el teólogo por su formación y su compromiso tienen un servicio
especial. Este servicio es laical, porque no precisa del sacramento del orden.
No exclusivamente laical, tampoco, pero es necesario reivindicar esta tarea
para todo el Pueblo de Dios; y también para los teólogos laicos que tenemos la
formación y capacidad de ejercerla. No nos podemos conformar con la excusa de
que somos “solamente” laicos. En la Iglesia de Jesucristo, no hay personas que
son “solamente” laicos. Además, por ser laicos, no somos de antemano peores
teólogos que los sacerdotes. Al contrario, yo creo que los laicos podemos ser
los teólogos más idóneos para la Iglesia Católica.
2.2. El teólogo laico puede hacer teología frente al mundo
Los laicos –según la doctrina oficial
del magisterio– somos la Iglesia en el mundo. Somos nosotros los que a través
de nuestra vida diaria, nuestras familias y amistades, nuestro trabajo y demás compromisos,
estamos en permanente contacto con el mundo. Somos parte de él. Por tanto, es
tarea nuestra, de los laicos, dialogar con el mundo, dar testimonio de vida en
él y –como dice el Concilio Vaticano II– “impregnar y perfeccionar todo el
orden temporal con el espíritu evangélico” (AA 5).
El Concilio reconoció en este
perfeccionamiento del mundo una de las tareas primordiales de la Iglesia
Católica[8].
Lo más importante en la Iglesia es, para los Padres del Concilio, algo que está
fuera de ella: la construcción del Reino de Dios a través de la evangelización[9].
Por esto, no es un signo de desprecio hacia los laicos, cuando el Concilio les
asigna esta tarea del perfeccionamiento del orden temporal. Es más bien un
signo de la alta estima hacia los laicos y hacia su capacidad evangelizadora.
Si existe “una sola vocación suprema del ser humano, es decir, la divina” (GS
22), y si el perfeccionamiento del orden temporal, encomendado a los laicos, es
uno de los caminos para alanzarla, los laicos tenemos una tarea importante e
insustituible en la misión de la Iglesia.
Si esto es así, también los teólogos
laicos tenemos un papel importante en esta tarea. Somos nosotros los que
tenemos que llevar a cabo el diálogo entre la teología y el mundo. Somos
nosotros los que en primer lugar tenemos que estar “siempre dispuestos a dar
respuesta a todo el que nos pida razón de nuestra esperanza” (1 Pe 3,15). Somos
nosotros los que podemos contribuir toda la riqueza de la reflexión teológica a
la construcción y perfección del orden temporal. A través de nuestros
conocimientos teológicos por un lado y a través de nuestros múltiples
compromisos con el mundo –ser padres de familia, ser ciudadanos, ser vecinos,
tener un empleo, ser miembros de asociaciones, movimientos populares y hasta
partidos políticos– por otro podemos dar respuestas cabales a los problemas del
mundo de hoy desde el mensaje cristiano.
Estas respuestas no pocas veces serán
diferentes de las respuestas del Magisterio eclesiástico, no porque como laicos
somos más afines a la herejía, sino porque como laicos tenemos más
entendimiento de lo que es el mundo, cómo funciona y qué problemas presenta. No
por ello dejarán de ser ortodoxas. El Concilio reconoció proféticamente una
“justa autonomía de las realidades terrenales” (GS 36). La misma autonomía
debería reconocer el Magisterio de la Iglesia Católica a las reflexiones
teológicas que abordan estas realidades. El conocimiento de la realidad, sus
mecanismos e ideologías[10]
es una herramienta imprescindible para esta tarea teológica, y como laicos
poseemos este conocimiento en mayor escala. Por lo tanto, el diálogo de la
teología con el orden temporal, y la búsqueda teológica de su
perfeccionamiento, son tareas de la teóloga laica y del teólogo laico.
Si no se otorga esta tarea a los
teólogos laicos, desde la misma Iglesia, algo le va a faltar. Si los teólogos
en los medios de comunicación de la Iglesia, sus colegios y sus universidades
son solamente clérigos y no hay teólogos laicos en estos puestos de trabajo, el
diálogo con el mundo y el testimonio de la Iglesia frente a él serán muy
diferente. No se puede sustituir a los laicos en esta tarea (LG 31).
Esta es la primera tarea del teólogo
laico en la Iglesia Católica: sintetizar sus conocimientos teológicos y su
experiencia de persona humana en el mundo y dar un aporte cristiano a las
búsquedas de un mundo más justo y más humano de nuestros contemporáneos.
2.3. El teólogo laico puede convertir
a la Iglesia hacia la realidad
Esta primera tarea del teólogo laico no
es la única. Tenemos otra importante de mencionar. Y no es una cosa diferente
de lo dicho hasta ahora, sino complementaria. Es la otra cara de la misma
medalla. Tenemos la tarea de ser teólogos profetas al interior de la Iglesia.
A veces se trata de limitar el trabajo
de los laicos al ámbito fuera de la Iglesia[11].
A cargo de los sacerdotes estaría en esta teología todo lo que está dentro de
la Iglesia. Y a cargo de los laicos todo lo que está fuera de ella. La
instrucción del Pontificio Consejo para la interpretación de los textos legislativos
“sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el
sagrado ministerio de los sacerdotes” del año 1997 es un ejemplo célebre para
este error. En esta instrucción no se habla –como trata de insinuar el título–
de la colaboración de los laicos en
la liturgia, sino de su exclusión de
ella. Hay en esta instrucción como en muchos otros textos del Vaticano en los
últimos años una eclesiología diferente a la del Concilio Vaticano II[12].
Nosotros, como teólogos laicos, muchas
veces chocamos con esta eclesiología jerárquica. Creemos y sabemos que la
Iglesia es el Pueblo de Dios, en el que hay diferentes tareas, pero no hay
exclusiones[13]. Y en esta
Iglesia, si los laicos somos la Iglesia en el mundo, debemos ser también el
mundo dentro de la Iglesia. Debemos representar la realidad, el dolor, el
llanto y el sufrimiento, pero también las alegrías y las esperanzas de las
personas a las que va dirigido el mensaje de Jesús, quien dice que los pobres
son bienaventurados. Debemos confrontar este mensaje con las experiencias de
nuestros tiempos, con las exigencias de nuestra cultura y los desafíos de
nuestra realidad. No debemos permitir que la teología se convierta en un museo
empolvado de cosas de la prehistoria. La teología es algo actual, que tiene un
significado para el presente, para el sudor del trabajador, el llanto de los
niños, la desesperación del campesino y la preocupación de los padres de
familia.
Es nuestra tarea y nuestra
responsabilidad hacer presente todo esto en la teología. En la Iglesia, tal
como la vivimos en este momento, esta tarea significa no pocas veces, convertir
la Iglesia hacia la realidad. Muchísimas veces en la Iglesia no se toma en
cuenta la realidad en la que vivimos. ¡Cuántos sermones hemos escuchado, en las
que no se habla ni piensa de ninguna manera en lo que les toca a vivir a la
gente a pocos metros del templo! ¡Cuántas veces hemos tenido que escuchar cosas
de la piedad, de la conversión personal y del cumplimiento de los sacramentos,
mientras nosotros en nuestro pensamiento hemos tratado de aplicar el evangelio
que habíamos escuchado a la realidad y la vida que nos toca vivir a cada uno!
Es que, por formación y por nuestra
propia espiritualidad, tenemos esta capacidad de confrontar el evangelio y la
realidad, de aplicar el evangelio a la vida e iluminarlo con el conocimiento
del mundo que vivimos. Esta capacidad, que nos sirve para nuestra propia vida
espiritual, la habilidad que poseemos de interpretar el evangelio desde nuestra
vida, todo ello es necesario también para la Iglesia en su totalidad. Si
nuestros sacerdotes muchas veces están enfrascados en una interpretación
ultramundana del evangelio, tenemos que reclamar nosotros el significado del
mensaje de Jesús que pasa por nuestra experiencia[14].
Esta es una tarea que tenemos dentro de la Iglesia, y para el bien de ella.
Quiero ilustrar esta idea con un
testimonio de un laico español. Él dice, a propósito del ecumenismo,
“no he tenido ningún complejo por
asistir algún domingo al servicio de los calvinistas, al igual que ellos han
acudido a nuestras misas. [...] La verdad es que el sermón de mi amiga pastora
ha sido mucho mejor preparado que el de nuestros sacerdotes. Sé que lo ha
preparado en la cocina, secando los mocos a sus hijos, y peleando con su pequeño
negocio... Pero transmite vida empapada de evangelio. O evangelio empapado de
vida.[15]”
¿No podría un teólogo laico hacer lo
mismo?
3. Desafíos
¿Qué vamos a hacer frente a todo esto?
¿Cómo podemos actuar conociendo mejor nuestro rol de teólogos laicos en la
Iglesia? Creo que como primera consecuencia de estas reflexiones debemos
empezar a valorar más nuestra profesión. Debemos dejar de menospreciarnos y de
dejarnos menospreciar. No somos teólogos de segunda categoría. Tenemos un
oficio y un ministerio importantísimo en la Iglesia. Somos la bisagra entre el
mundo en la que vive la Iglesia y ella misma. Si en la Iglesia hay personas que
nos niegan el respeto y hasta el empleo, son ellos los que están equivocados.
La Iglesia necesita a los teólogos laicos. No puede prescindir de nosotros, a
no ser a un costo muy elevado.
Si ello es así, podemos preguntarnos,
¿para qué en concreto sirve el teólogo laico? ¿Qué concretamente podemos hacer
nosotros, si no es entrar en el servicio sacramental de la Iglesia? Por esto,
al terminar estas reflexiones, propondré algunas ideas de lugares de trabajo
del teólogo laico.
3.1. La Pastoral
Voy a partir de mi propia experiencia.
Soy “referente pastoral”. Esta profesión, que existe en Alemania y en algunos
países europeos más, es una posibilidad para teólogos laicos de desempeñar un
trabajo dentro del ámbito eclesial. Los referentes pastorales tenemos una
responsabilidad propia en la pastoral de una parroquia o varias parroquias, en
un movimiento o en otra entidad pastoral. Somos responsables de la pastoral
juvenil, de las comunidades de base o de los catequistas de la parroquia. Como
no existe para nosotros la tentación de caer en el sacramentalismo, nos podemos
comprometer mucho más con la pastoral propiamente dicha, y además podemos
desarrollar nuevas áreas de la pastoral: Visitas a las casas, pastoral de
matrimonios y de familias, pastoral educativa, de enfermos, de migrantes y
muchos más. Muchos entienden esta tarea todavía como una ayuda a los párrocos,
porque asumimos parte de su trabajo. Yo creo que es en primer lugar un servicio
a la comunidad, al Pueblo de Dios. Es una tarea propiamente laical, y como
teólogos tenemos toda la preparación para asumirla.
3.2. La formación teológica y pastoral
Sigo con otra de mis tareas. En la
Diócesis de Potosí, mi esposa y yo no trabajamos tanto en la pastoral concreta,
sino en primer lugar en la formación teológica y pastoral de los agentes de
pastoral de la diócesis. Formamos catequistas rurales y urbanos, trabajamos para
la formación de otros laicos comprometidos, dirigimos el curso para futuros
diáconos permanentes, me esposa da clases en el seminario e incluso –de vez en
cuando, si nos permiten– damos cursos de formación para los sacerdotes de la
diócesis. ¿Estamos supliendo a los sacerdotes que deberían hacer estos cursos?
No. La formación teológica y pastoral es una tarea laical. Podemos compartir
nuestros conocimientos teológicos y pastorales no solamente con los laicos,
sino también con los sacerdotes. Para esta tarea no se necesita la ordenación
sacerdotal o diaconal. Lo que se necesita son conocimientos teológicos y
experiencias pastorales. ¿Acaso nosotros como teólogos laicos los tenemos en
menor escala? ¿Acaso en nuestros años en la Universidad nos hemos formado menos
que los sacerdotes? Somos especialistas en la formación teológica y pastoral,
porque es lo que hemos estudiado. Si nosotros podemos hacer este trabajo, tal
vez por ser extranjeros, ¿los teólogos laicos bolivianos no lo podrán?
3.3. La universidad y los seminarios
Un caso especial de la formación
teológica y pastoral son las universidades y facultades de teología y los
seminarios. Si no me equivoco, en mi tiempo de estudiante de teología en la
Universidad Católica Boliviana en Cochabamba[16]
no había ni un solo docente de teología que fuese laico. Había algunos laicos,
ante todo extranjeros, que dictaban antropología u otras materias. Ignoro la
situación exacta en el momento. Pero según lo que me dicen, no existe hasta el
momento un laico que dé clases de cristología, de teología bíblica o de
liturgia. ¿Por qué? ¿Somos más ignorantes en estos temas? ¿Tendrían que darnos
más sueldo que el que ellos cobran? ¿Tienen miedo de compartir el poder
académico con nosotros? ¿O no somos dignos de entrar en aquella casa? Yo creo
que la formación en las universidades puede ser uno de los lugares más idóneos
para el trabajo de los teólogos laicos. Allí podríamos desarrollar todo nuestro
pensamiento abonado de nuestras experiencias que hacemos en nuestra vida de
casados y de ciudadanos normales de este país. Incluso podríamos abrir los
horizontes de esa Facultad de Teología hacia otras facultades, otras ciencias y
asumir ese espacio de reflexión y de diálogo con el mundo.
3.4. La administración diocesana
Paso a otro punto. ¿Por qué existen
tantos sacerdotes que pasan su tiempo administrando las diócesis y la
conferencia episcopal? ¿Acaso se necesita tanto el poder sacramental en esas
oficinas? En la administración de las diócesis hay muchas cosas que pueden ser
asumidas por un laico, o por un teólogo laico. Pero tal vez es una cuestión de
confianza, o mejor dicho de desconfianza, como si los teólogos laicos, si somos
casados, tuviéramos demasiadas otras preocupaciones y responsabilidades y
fuéramos más tentados por la corrupción. Pero yo, personalmente, no creo que
este temor sea justificado. Entonces, ¿porqué no confiar a un laico la comisión
de biblia o de liturgia de una diócesis? ¿Porqué no nombrar a un teólogo laico
asesor del Consejo de Laicos o de la Comisión de la Doctrina de la Fe?
3.5. Los Medios de Comunicación Social y la Educación
Ya fuera del ámbito de la Iglesia –y en
parte también todavía dentro de ella– existe otro trabajo muy importante para
la evangelización. En los Medios de Comunicación Social y en la educación, el
teólogo laico se pone en contacto con todo el mundo, con gente muy diversa y
con preguntas y problemas que muchas veces ni se mencionan dentro de la Iglesia
sin por ello dejar de ser muy importantes. Los Medios de Comunicación Social y
la educación son otros dos lugares en las que se realiza el diálogo entre la
Iglesia y el mundo. ¡Cuánta gente hace muchos años no ha pisado el interior de
un templo, pero casi todos escuchamos la radio! ¡Cuántos niños no han pasado
catequesis en la parroquia, pero muchos van a la escuela! Entonces, si la
Iglesia no quiere reducirse a dialogar tan sólo con las personas que vienen al
templo, necesita esta fuerte presencia en los Medios de Comunicación Social y
en la educación. Y digo diálogo, y no adoctrinamiento. La Iglesia necesita el
diálogo para ser escuchada en este mundo plural y de tantas voces diferentes.
Se precisan, por lo tanto, periodistas y
educadores bien formados. Y, por qué no, teólogos laicos en estos espacios. Y
estos no deberían dejar de ser teólogos, a pesar de ser periodistas y
educadores. Este es un gran desafío para nosotros, viendo que la Iglesia muchas
veces no nos da empleo. Aun así tenemos nuestra misión y nuestro ministerio
como teólogos.
Conclusión
La situación del teólogo laico en la
Iglesia boliviana no es la más fácil. Pero yo creo que no nos debe desanimar.
Insisto en que no somos teólogos de segunda categoría. Al contrario, como
teólogos laicos somos primera categoría en la Iglesia. Incluso, en este momento
podemos ser los teólogos que nuestra Iglesia necesita.
Si la Iglesia quiere dialogar con el
mundo, si quiere tener alguna repercusión política y cultural, si queremos
llegar a una Iglesia liberadora o a una Iglesia inculturada -para mencionar
solamente los dos modelos eclesiológicos más reflexionados en América Latina en
los últimos 30 años- la Iglesia no puede dejar a un lado a los teólogos laicos.
Para nosotros, este hecho es desafiante.
Como teólogas laicas y teólogos laicos tenemos que sentir la necesidad que
tiene la Iglesia de nosotros. Tal vez no tanto la Iglesia jerárquica, que
tantas veces nos defraudó y que en muchas de sus partes persiste en una visión
sacramentalista de la religión cristiana. Quienes nos necesitan son las
personas creyentes, laicos y laicas, religiosas y clérigos que forman junto con
todas las personas de buena voluntad el Pueblo de Dios. Como teólogos laicos
tenemos en esta Iglesia una misión que debemos cumplir.
[1] Este
artículo es la versión revisada y aumentada de una exposición que pronuncié en
el I Encuentro Nacional de Teólogos Laicos, Vinto (Cochabamba), 27-28 de enero
de 2001. Esa exposición se complementó en el Encuentro con otra sobre el rol
del teólogo laico en el mundo y se limitó por lo tanto a los aspectos más
intraeclesiales.
[2]
En la Diócesis de Potosí, desde hace unos tres años, se está organizando un
sistema económico diocesano más justo, y ya existe alguna voluntad de dar
también un empleo a un teólogo laico (¡uno siquiera!).
[3] Elmar Klinger: Pobreza,
un desafío de Dios. La fe del Concilio y la liberación del hombre,
San José: DEI 1995, p. 127
[4] Herbert Haag:
Sobre la crisis actual del sacerdocio en la Iglesia Católica,
RELaT 201 http://servicioskoinonia.org/relat/201.htm
[5] Hermann-Josef Venetz: So
fing es mit der Kirche an. Ein Blick in das Neue Testament, Zürich:
Benziger 41990, pp. 136-152
[6]
Por supuesto, adaptando también el concepto de ciudadanía a una conciencia
moderna sin exclusión de esclavos, extranjeros y mujeres, lo que sucedió en la
antigüedad griega. Habría que reflexionar, sin embargo, en qué medida estas
exclusiones siguen vigentes en la Iglesia, y también, si las exclusiones
modernas de menores, enfermos mentales etc. pueden ser superadas en la Iglesia.
No es éste el lugar para esta reflexión.
[7] Véase la reflexión de Alberto
Parra sobre los teólogos (laicos) en su artículo: Ministerios Laicales,
en: Mysterium Liberationis (edición alemana) Tomo II, p. 319
[8] Véase Elmar Klinger:
Pobreza, un desafío de Dios. La fe del Concilio y la liberación
del hombre, San José: DEI 1995, pp. 95-130; Juan Luis Segundo:
Teología de la liberación. Respuesta al Cardenal Ratzinger,
Madrid: Cristiandad 1985, pp. 35-111
[9] Jon Sobrino: La evangelización
como misión de la Iglesia, en su obra: Resurrección de la verdadera
Iglesia. Los pobres, lugar teológico de la eclesiología (Presencia
Teológica 8), Santander: Sal Terrae 1984, pp. 267-314
[10] Utilizo el
concepto de “ideología” en el sentido que le da Juan Luis Segundo:
Los mecanismos creados para hacer realidad una fe antropológica o
religiosa. Véase su obra: El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret.
Tomo I: Fe e Ideología, Madrid: Cristiandad 1982, pp. 111-177.
[11] Véase al respecto:
Elmar Klinger: Das Amt der Laien in der Kirche, en: Klinger,
Elmar; Zerfaß, Rolf (Hg.): Die Kirche der Laien. Eine Weichenstellung
des Konzils, Würzburg: Echter 1987, pp. 67-85; especialmente 77-79;
L.-J. Suenens: Die Kirche im Apostolischen Einsatz, Friburgo
(Suiza) 1955, p. 75
[12] Véase para las diferentes
eclesiologías ya en el Concilio: Leonardo Boff: Kirche – Hierarchie
oder Volk Gottes? Eine unvollendete Vision des Zweiten Vatikanischen
Konzils, en: Concilium 35 (1999) 3, 303-310
[13] Víctor Codina, Aldo Peñafiel:
Vocación y misión del Laico, Santa Cruz de la Sierra: CEFOL/CBL
1995
[14] Juan Luis Segundo: El
dogma que libera. Fe, revelación y magisterio dogmático (Presencia
Teológica 53), Santander: Sal Terrae 1989, pp. 327-358
[15]
Josep Cornella, en la lista de discusión Tambo, de los Servicios Koinonía,
septiembre de 2000
[16]
En el año 1988, estudié dos semestres en el entonces Instituto Superior de
Estudios Teológicos de la UCB en Cochabamba.
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