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El universalismo de Jesús en los evangelios
INFIELES Y BÁRBAROS EN EL CRISTIANISMO DE LOS DOS PRIMEROS SIGLOS

Jesús Peláez

jpelaez@uco.es

Catedrático de Filología Griega
Universidad de Córdoba


Este trabajo tiene tres partes: En la primera se determina el significado de los términos "infiel", "bárbaro" y otros afines en el Nuevo Testamento; la segunda -y central- trata de la actitud de Jesús ante los judíos excluidos del pueblo de Israel (considerados impuros o infieles, en sentido religioso) y ante los paganos o bárbaros con los que Jesús se encuentra en su misión evangelizadora; en la tercera se describe sucintamente la actitud que los primeros misioneros cristianos muestran en el libro de los Hechos de los Apóstoles hacia los paganos (= gentiles) y bárbaros, en continuidad con el universalismo de Jesús.

Pretendo mostrar de este modo cómo el mensaje de Jesús en los evangelios es universal y se ofrece por igual a los judíos (observantes o no, esto es, fieles o infieles a la Torá o ley judía) y a los paganos (denominados como infieles, bárbaros o gentiles).

Es necesario, no obstante, hacer una salvedad de entrada: al traer a colación en las páginas que siguen la actitud de Jesús hacia infieles o bárbaros, no nos referiremos al Jesús de la historia -pues es muy difícil saber cuáles fueron las auténticas palabras y obras de este Jesús (ipsissima verba et facta Jesu), sino al Jesús tal como lo describen los evangelios y al que el resto de los escritores del Nuevo Testamento tiene como referente central.

I. Infieles, bárbaros (y gentiles) en el Nuevo Testamento

Veamos a continuación el significado de los términos infiel, bárbaro y gentil en el Nuevo Testamento.

- Infiel

La palabra infiel (en griego, ápistos) aparece 23 veces en el Nuevo Testamento: cinco en los evangelios (Mt 17,17, cf Mc 9,19 y Lc 9,41; Lc 12,46; Jn 20,27), una en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 26,8), dieciséis en las Cartas (1 Cor 6,6; 7,12.13.14 [dos veces].15; 10,27,14 [dos veces].22.23.24; 2Cor 4,4; 6,14.15; 1Tim 5,8; Tit 1,15) y una en el Apocalipsis (21,8).

Esta palabra se usa como sustantivo o adjetivo, con tres significados diferentes: a) se dice de algo que no es creíble, b) se aplica a los discípulos, en general, o a Tomás, en particular, por no tener suficiente fe en Jesús y c) designa a los paganos que no conocen a Dios o no aceptan el mensaje del evangelio. De los tres significado citados, predomina el tercero.

- Con el primer significado, referido a un hecho -dicho de algo que no es creíble- aparece en el libro de los Hechos (26,8), donde Pablo pregunta al rey Agripa:

"¿Por qué os parece increíble (ápiston ) que Dios resucite a los muertos?".

- Referido a personas, infiel se usa para designar a alguien que no tiene suficiente fe en Jesús, -segundo significado- en el evangelio de Mateo (17,17; cf. paralelos de Mc 9,19 y Lc 9,41), donde Jesús se dirige a los discípulos, que no han podido curar a un epiléptico, diciéndoles:

-¡Generación sin fe (ápistê) y pervertida! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros?

Con el mismo significado aparece en el evangelio de Juan (20,27), aplicado a Tomás:

- Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo (ápistos), sino fiel .

Igualmente se utiliza en Tit 1,15:

Todo es limpio para los limpios; en cambio, para los sucios y faltos de fe (ápistois ) no hay nada limpio: hasta la mente y la conciencia la tienen sucia.

- En tercer lugar, infiel se usa para designar a los paganos o infieles, que no conocen o no aceptan el mensaje de Jesús.

Así en el evangelio de Lucas se habla del siervo que ve que su amo tarda en llegar y "empieza a pegar a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse...". Este siervo, según el evangelista, "terminará corriendo la suerte de los infieles (apístôn) (Lc 12,46), sin que se precise en qué consiste ésta.

En la primera carta a los Corintios (7,12.13.14.15), califica al cónyuge no cristiano, esto es, pagano o infiel, de aquellos matrimonios formados por cristiano y no cristiano:

7,12A los demás hablo yo, no el Señor: si un cristiano tiene una mujer infiel (esto es, no cristiana o pagana -ápiston), y ella está de acuerdo con vivir con él, que no se divorcie. 13 Y si una mujer cristiana tiene un marido infiel (esto es, no cristiano o pagano -ápiston) y él está de acuerdo en vivir con ella, que no se divorcie del marido... 15Ahora que si el no cristiano quiere separarse, que se separe; en semejantes casos el cristiano o la cristiana no están vinculados; Dios nos ha llamado a una vida de paz. 16¿quién te dice a ti, mujer, que vas a salvar a tu marido? o ¿quién te dice a ti, marido, que vas a salvar a tu mujer?

Se trata aquí del denominado privilegio paulino. Si el cónyuge pagano de una pareja, compuesta por pagano y cristiano, quiere separarse, puede hacerlo, pues no hay que destruir la paz de una familia por el intento de retenerlo a toda costa.

Igualmente en 1Cor 6,6 se alude con este término a los juicios que los cristianos entablaban ante jueces paganos (apístôn) y en 2Cor 4,4 se habla de los paganos (apístôn), cuya mente

ha cegado el dios de este mundo y no distinguen el resplandor de la buena noticia del Mesías glorioso, imagen de Dios.

Por esto, en 2 Cor 6,14-16, Pablo recomienda a los cristianos no unirse a los paganos ni a sus prácticas religiosas, especialmente la idolatría:

14 No os unzáis al mismo yugo con los infieles (apístois): ¿qué tiene que ver la rectitud con la maldad?, ¿puede unirse la luz con las tinieblas?, 15¿pueden estar de acuerdo Cristo y el diablo?, ¿irán a medias el fiel y el infiel (apístou), 16¿son compatibles el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo de Dios vivo...

En 1 Cor 10,27 se aplica el término de nuevo para designar a los paganos y, en 1 Cor 14,22-24, se refiere a las lenguas extranjeras de los paganos (ápistoi) que algunos de la comunidad hablan por tener el don de lenguas.

Con el mismo significado de "pagano" se utiliza en 1 Tim 5,8 donde se recomienda:

Quien no mira por los suyos y, en particular, por los de su casa, ha renegado de la fe y es peor que un pagano (apístou).

- Bárbaro

La palabra bárbaro (en griego, bárbaros) la usaban los griegos y, particularmente, los romanos para designar a los pueblos ajenos a su cultura. Es un término onomatopéyico que se aplicaba al que "chapurreaba" un lenguaje incomprensible para los griegos, es decir, "a todos los que no tenían la lengua y cultura griega". Aunque la palabra significa, a veces, "cruel" o "salvaje", -así en Tucídides, Jenofonte y también en Macabeos (2Mac 5,22; 10,4; 15,2)-, los autores del Nuevo Testamento no la usan con este significado.

En el NT este término es menos frecuente que ápistos. No aparece ninguna vez en los evangelios y un total de seis veces en el resto del Nuevo Testamento: dos en Hechos (28,2.4), una en la carta a los Romanos (1,14), dos en la primera carta a los Corintios (14,11) y una en Colosenses (3,1). El término está ausente de las restantes cartas del corpus neotestamentario y del Apocalipsis.

A veces bárbaros es prácticamente sinónimo de ápistos, y designa a paganos o extranjeros.

Así en el final del libro de los Hechos se indica con esta palabra a los habitantes indígenas, naturalmente paganos, de la isla de Malta, escala forzada del periplo de Pablo a Roma, cuando la nave en la que iban encalló frente a una ensenada de la isla (Hch 28,1-6):

1 Una vez a salvo, supimos entonces que la isla se llamaba Malta; 2 los indígenas (bárbaroi) nos trataron con una humanidad poco común: como estaba lloviendo y hacía frío encendieron una hoguera y nos acogieron a todos (cf. v. 4).

En la carta a los Romanos (1,13-14), Pablo distingue bárbaros de griegos, cuando afirma, dirigiéndose a la comunidad de Roma:

1,13 Por otra parte, quiero que sepáis, hermanos, que muchas veces he tenido en proyecto haceros una visita, pero que hasta el presente siempre he encontrado obstáculos; esperaba recoger entre vosotros algún fruto, como entre los demás pueblos. 14Estoy en deuda con griegos y extranjeros (héllêsin te kai barbárois), con instruidos e ignorantes; de ahí mi afán por exponeros la buena noticia también a vosotros los de Roma.

Aunque la meta de Pablo no era Roma, sino España (Rom 15,24-28), éste muestra aquí su interés por conocer la comunidad de Roma, considerando su actividad misionera como una deuda para con la humanidad entera (griegos y bárbaros o extranjeros).

En la carta a los Colosenses (3,9-11), el bárbaro se opone al escita, pueblo nómada indoeuropeo de la gran estepa de Europa oriental, hábiles arqueros y domadores de caballos, reputados entre los antiguos como "bárbaros" entre los bárbaros y a los que el libro de los Macabeos (2 Mac 5,22), pero no el Nuevo Testamento, considera como la población más cruel que existe:

3,9 Dejad de mentiros unos a otros, ya que os despojasteis del hombre viejo y de su manera de obrar 10 y os vestisteis de ese hombre nuevo que, por el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador 11en quien no hay ya más griego ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni escita, esclavo ni libre , porque Cristo lo es todo en todos.

En 1 Cor 14,9-13, Pablo trata de poner orden en la comunidad que tiene el don de lenguas para que solamente se utilicen aquéllas que resulten inteligibles a todos y dice:

14,9 Pues lo mismo vosotros con la lengua: si no pronunciáis palabras inteligibles, ¿cómo va a entenderse lo que habláis?. 10Estaréis hablando al aire. Vete a saber cuántos lenguajes habrá en el mundo, y ninguno carece de sentido; 11de todos modos, si uno habla un lenguaje que yo no conozco, seré para el que me habla un bárbaro y el que me habla será para mí un bárbaro... 13Por tanto el que habla en una lengua de ésas, pida a Dios la traducción.

Estas lenguas ininteligibles son las de los extranjeros o bárbaros.

- Gentil

Cuando los autores neotestamentarios se refieren a las naciones extranjeras o a sus habitantes (denominadas por influjo de la Vulgata "gentiles", derivado del latín gens, gente, nación) no suelen utilizar por lo común ni ápistos ni bárbaros, sino ta éthnê (los paganos o las naciones paganas), plural determinado de éthnos (Dt 4,27; 18,9).

Esta expresión se usa para designar a tres grupos o colectivos diferentes dentro de los no judíos: en primer lugar, las naciones paganas o pueblos de la gentilidad, denominadas en la Biblia hebrea con el término goyim, plural de goy (nación, gente, cf. Is 2,2); en segundo lugar, aquéllos paganos que se han acercado al judaísmo, haciéndose prosélitos de los judíos, y, en tercer lugar, a los cristianos procedentes de la gentilidad. En todo caso, como vemos, se designa a los no pertenecientes al pueblo o nación de Israel. Para designar a este pueblo se reserva el término laós (pueblo). Así en Ex 33,13-14, Moisés se dirige a Dios en estos términos:

13Mira, tú me has dicho que guíe a este pueblo (laón), pero no me has comunicado a quién me das como auxiliar y, sin embargo, dices que me tratas personalmente y que gozo de tu favor; 14pues si gozo de tu favor, enséñame el camino, y así sabré que gozo de tu favor, además, ten en cuenta que esta gente (éthnos) es tu pueblo (laós).

De las 162 veces que aparece éthnos en el NT, en 100 se utiliza para indicar a los paganos como contrapuestos tanto a judíos como a cristianos.

En el judaísmo rabínico se designa con la expresión ta éthnê a los no israelitas o goyim , que son para Dios extraños, alejados de él y no tenidos en cuenta para nada. Los goyim son culpables ante Dios, pues también a ellos fue ofrecida la Torá, pero la rechazaron. Por eso caerán sin remedio bajo la condenación del infierno y no tendrán parte en el mundo futuro. Sólo, a modo de excepción, los paganos piadosos participarán en el mundo venidero. Esto se formuló así:

Rabbí ben Jocaj ha dicho: Dios habló a los israelitas: yo soy Dios sobre todos los que vienen al mundo, pero sólo he unido mi nombre a vosotros; yo no me llamo el Dios de los pueblos (en hebreo, goyim) del mundo, sino el Dios de Israel (ExR 29,88d; St.-B. III, 185).

Dios es señor de todos, pero sólo apuesta por Israel.

Pablo denomina también a los paganos con el término héllên, griego, cuando se refiere a los pueblos helenizados (Rom 1,16) o con el de "incircuncisos" (akrobystía ), por oposición a los judíos que se circuncidan (peritomê) al nacer (Gál 2,7).

El cambio de enfoque hacia los paganos será tan grande en el cristianismo primitivo con relación al rabinismo, que Pablo, educado en el fariseísmo más estricto y convertido al cristianismo, es denominado "apóstol de los gentiles o paganos" a pesar de la oposición de los judíos "que estorban que hablemos a los paganos para que se salven"(1 Tes 2,16). Pablo presenta en la carta a los Colosenses (3,11) una de las formulaciones más claras y revolucionarias del cristianismo primitivo, al afirmar el fin de la división de la familia humana con la frase anteriormente citada:

No hay ya griego ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni escita, esclavo ni libre, porque Cristo lo es todo en todos .

II. El universalismo de Jesús

Explicado el sentido con que se utilizan los términos infiel y bárbaro en los textos neotestamentarios y cómo la expresión más común para referirse a los no judíos es ta éthnê, mostraré cómo esta división antigua del mundo en bloques, propugnada por el Antiguo Testamento y por el judaísmo rabínico, es abolida por Jesús y sus seguidores, que pretenderán hacer de los dos bloques -judíos e infieles o bárbaros- una humanidad unida, basada en el presupuesto de que Dios es padre de todos.

Este universalismo de Jesús (emulado después por los primeros misioneros cristianos) se manifiesta en palabras y acciones y puede considerarse desde dos puntos de vista:

- Hacia fuera , derribando los obstáculos que separan a hombres y pueblos y, en especial, el exclusivismo de Israel.

- Hacia dentro , considerando caducadas las instituciones de Israel, ligadas a una cultura propia de una época primitiva de la humanidad e ineptas para la nueva realidad universal.

Hacia fuera Jesús ataca el exclusivismo de Israel con palabras y acciones dirigidas prioritariamente a los excluidos del pueblo, a todos aquellos que, siendo judíos, son discriminados por su condición social o religiosa, pero también hacia algunos personajes paganos, con los que Jesús se encuentra, como la mujer cananea o el centurión romano.

Hacia dentro considera Jesús caducas las instituciones judías y lo expresa con palabras y acciones dirigidas a los sumos sacerdotes, fariseos y saduceos, líderes religiosos del pueblo, con la finalidad de minar y derribar los tres grandes pilares o dogmas sobre los que se asienta la religión de Israel: la ley, el templo y el mesianismo davídico.

En una segunda fase, cuando el cristianismo se expande por Siria, Asia Menor, Grecia y Roma, quedará claro cómo el cristianismo rompe con sus vínculos judíos y se abre a los gentiles o paganos a quienes va destinado el anuncio del evangelio. Esta apertura de la iglesia primitiva hacia el universalismo proclamado por Jesús en los evangelios no estuvo exenta de tensiones, cuyo principio de solución se encuentra en el así llamado concilio de Jerusalén, donde se decidió por mayoría que no había que imponer la circuncisión a los cristianos procedentes de la gentilidad, esto es, de origen pagano, sino que bastaba con que éstos se abstuviesen de ciertas prácticas especialmente escandalosas para los judíos:

Que no se contaminen con la idolatría o con uniones ilegales, ni tampoco coman sangre o animales estrangulados (Hch 15,20).

1) Hacia fuera

El comportamiento de Jesús hacia fuera, hacia la periferia de Israel, esto es, hacia todos aquellos que, siendo judíos, pero, por no ser observantes, eran considerados por los mismos judíos como si fuesen paganos, se muestra en su actitud inequívoca de acogida hacia los excluidos del pueblo.

Esta actitud de apertura hacia judíos marginados y marginales o paganos la muestra Jesús unas veces con obras, otras con palabras, y otras con obras acompañadas de palabras explicativas.

a) Con obras

Jesús come con los excluidos de Israel, equiparados a los paganos por los judíos observantes. Así en Mc 2,15 se dice:

15Sucedió que, estando él recostado a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores y descreídos se fueron reclinando a la mesa con Jesús y sus discípulos... 16Los fariseos letrados, al ver que comía con los descreídos (=pecadores) y recaudadores, decía a los discípulos: -¿Por qué come con los recaudadores y descreídos?. 17Lo oyó Jesús y les dijo: - No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. No he venido a invitar justos, sino pecadores.

Los recaudadores y descreídos eran considerados impuros y estaban religiosamente discriminados. Jesús, sin embargo, come con ellos y se siente especialmente llamado a anunciar la buena noticia no a los que ocupan una posición de fuerza -los que son fuertes, los sanos que no desean cambio, ni creen necesitar salvación-, sino a los que se encuentran mal, los oprimidos (cf Mc 1,32), considerados pecadores por los maestros de la Ley.

Jesús no sólo come con los descreídos, sino que los admite en el círculo de sus seguidores, como se ve en Lc 15,1-2:

15,1 Todos los recaudadores y descreídos se le iban acercando para escucharlo; por eso tanto los fariseos como los letrados lo criticaban diciendo: - 2Éste acoge a los descreídos y come con ellos.

Más aún, entre los doce, se encuentra uno, llamado Leví de Alfeo, de profesión recaudador y, por tanto, colaboracionista con la administración romana, considerado pecador por el judaísmo ortodoxo, a quien Jesús no duda en llamar al discipulado (Lc 5,27-32; cf. Mt 9,9-13; Mc 2,14-17).

Pero no sólo hacia los judíos excluidos del pueblo de Israel; también Jesús se acerca a los paganos, mostrándose dispuesto a liberar del demonio a la hija de la mujer pagana cananea (Mc 7,24-31; cf. Mt 15,21-28), y a entrar en la casa de un centurión romano (Mt 8,5-13), que, por ser pagano, era considerado impuro desde el punto de vista religioso por los judíos. Dice el evangelista Mateo que

8,5 al entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión rogándole: - Señor, mi criado está echado en cama con parálisis sufriendo terriblemente. 7Jesús le contestó: -Voy a curarlo. 8El centurión le replicó: - Señor, yo no soy quién para que entres bajo mi techo, pero basta una palabra tuya para que mi criado se cure. 9Porque yo, que estoy bajo la autoridad de otros, tengo soldados a mis órdenes, y si le digo a uno que se vaya, se va; o a otro que venga, viene; y si le digo a mi siervo que haga algo, lo hace. 10Al oír esto, Jesús dijo admirado a los que lo seguían: - Os aseguro que en ningún israelita he encontrado tanta fe. 11Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente a sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios; 12en cambio a los destinados al reino los echarán afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.13 Y al centurión le dijo: -Vete; lo que has creído, que se te cumpla. Y en aquel momento se puso bueno el criado.

Magnífica declaración de universalismo del Jesús del evangelio de Mateo: los paganos de todo el mundo (de Oriente y Occidente) vendrán a sentarse a la mesa con los judíos. De este modo preconiza Jesús cómo el mensaje del evangelio será predicado entre los paganos después de su muerte y, cómo será entre éstos y no entre los judíos "destinados al reino" desde el principio, entre los que se dará la mayor acogida a su mensaje.

Este mismo evangelio termina con el mandato de misión universal de Jesús a los discípulos:

18 Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra. 19Id y haced discípulos de todas las naciones (ta ethnê), bautizadlos para vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo... (Mt 28,19-20).

Pedro entendió bien este universalismo de Jesús que no distingue entre judíos y paganos y actuó en consecuencia. Así en el libro de los Hechos (10,28-29) se dice que

28entró en la casa (del centurión Cornelio) conversando con él y les dijo: -Vosotros sabéis cómo le está prohibido a un judío tener trato con extranjeros o entrar en su casa; pero a mí me ha enseñado Dios a no llamar profano o impuro a ningún hombre. 29 Por eso cuando me habéis mandado llamar, no he tenido inconveniente en venir. Ahora quisiera saber el motivo de la llamada...

Y más adelante añade:

10,34Realmente, voy comprendiendo que Dios no discrimina a nadie, 35sino que acepta al que lo respeta y obra rectamente, sea de la nación que sea".

Dios, según Pedro, acepta por igual a judíos y paganos.

Y prueba clara de ello es la práctica de Jesús que, según Marcos, da de comer dos veces a la multitud: en la primera, a una multitud de judíos (Mc 6,33-46) y en la segunda, de paganos (Mc 8,1-8).

Los fariseos, que no entienden este comportamiento de Jesús, le piden una señal del cielo, como si estos dos repartos de panes no fuesen señal suficiente. Pero Jesús se niega a dar otra señal y califica de perversa a esa generación que exige señales portentosas y no se atiene a la verdadera señal del cielo: el amor de Dios que se manifiesta dando de comer por igual a judíos y paganos. Para Jesús, el mundo ya no está dividido en dos bloques, pues Dios ofrece su amor por igual a todos, como señal de la venida de su reinado.

Más aún, según el evangelio, para entrar en el reino de los cielos no será necesario hacerse cristiano, pues los paganos que no lleguen a oír el mensaje del evangelio, serán también admitidos al reino de Dios, dependiendo solamente de su actitud para con los desvalidos (Mt 25,3146), como se afirma en la escena del juicio de las naciones paganas (mal entendido como juicio final):

25,3 Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. 35Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recogisteis, 36 estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y fuisteis a verme.

Los paganos que practiquen en vida las obras de misericordia, serán llamados benditos por Dios y heredarán el reino preparado también para ellos desde la creación del mundo. La salvación no les vendrá por pertenecer a la comunidad cristiana, sino por practicar el amor solidario hacia los hambrientos, extranjeros, desnudos, enfermos y encarcelados, esto es, hacia todos los necesitados de ayuda y marginados por la sociedad injusta.

b) Con palabras

Esta actitud abierta y acogedora de Jesús hacia los excluidos del pueblo y hacia los paganos, se muestra no sólo con obras, como hemos visto, sino también con palabras.

Con palabras suprime Jesús la distinción entre alimentos puros e impuros, señal distintiva que separaba a judíos de paganos. Así en el capítulo siete del evangelio de Marcos, ante la imposición de ciertas doctrinas sobre purificación y lavados rituales, Jesús califica de humanas tales prácticas y descubre cómo, en nombre de la tradición, los letrados invalidan el mandamiento de Dios. Según Jesús, lo que hace puro al hombre no es la estricta observancia de los ritos judíos de purificación, de carácter higiénico-religioso, sino la actitud que se tiene hacia los demás; lo que lo mancha, por tanto, no es la suciedad física, sino la conducta injusta con el prójimo y el egoísmo, manifestado por la ambición de dinero (codicia) o el desenfreno de las costumbres. La relación del hombre con Dios no depende, por tanto, de la observancia de normas o de ritos religiosos (Mc 7,1-23):

1Se congregaron alrededor de él los fariseos y algunos letrados llegados de Jerusalén 2y notaron que algunos de sus discípulos comían los panes con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. 3Es que los fariseos, y los judíos en general, no comen sin lavarse las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores; 4y, al volver de la plaza, no comen sin antes hacer abluciones; y se aferran a otras muchas cosas que han recibido por tradición, como enjuagar vasos, jarras y ollas.

5Le preguntaron entonces los fariseos y los letrados: -¿Por qué razón no siguen tus discípulos la tradición de los mayores, sino que comen el pan con manos impuras?

6Él les contestó: -¡Qué bien profetizó Isaías acerca de vosotros los hipócritas! Así está escrito:

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

7El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos (Is 29,13).

8 Dejáis el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

9Y añadió: - ¡Qué bien echáis a un lado el mandamiento de Dios para implantar vuestra tradición! 10 Porque Moisés dijo: "Sustenta a tu padre y a tu madre" y "el que deje en la miseria a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; 11en cambio, vosotros decís: Si uno le declara a su padre o a su madre: "Eso mío con lo que podría ayudarte lo ofrezco en donativo al templo", 12ya no le dejáis hacer nada por el padre o la madre, 13invalidando el mandamiento de Dios con esa tradición que os habéis transmitido. Y de éstas hacéis muchas.

14 Y convocando esta vez a la multitud les dijo: -¡Escuchadme todos y entended! 15Nada que entra de fuera puede manchar al hombre; no, lo que le sale de dentro es lo que mancha al hombre... 20porque de dentro, del corazón del hombre, salen las malas ideas: incestos, robos, homicidios, 22 adulterios, codicias, perversidades, fraudes, desenfreno, envidia, insultos, arrogancia, desatino. 23 Todas esas maldades salen de dentro y manchan al hombre.

c) Con obras y palabras

La actitud universalista de Jesús hacia los excluidos del pueblo y hacia los paganos, se muestra también con obras, acompañadas de palabras o interpretación. El evangelista de Marcos refiere la siguiente escena:

23 Un sábado iba él atravesando lo sembrado, y sus discípulos empezaron a caminar arrancando espigas. 24Los fariseos le dijeron: - ¡Oye! ¿Cómo hacen en sábado lo que no está permitido?. 25Él les replicó: - ¿No habéis leído nunca lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y los que estaban con él? 26¿Cómo entró en la casa de Dios en tiempo de Abiatar, sumo sacerdote, y comió de los panes de la ofrenda que no está permitido comer más que a los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros?

27Y les dijo: -El sábado ha sido hecho para el hombre, no el hombre para el sábado; 28luego señor es el hijo del Hombre también del sábado (2,23-28).

Con estas palabras, Jesús se proclama señor del sábado (el descanso sabático era uno de los preceptos más importantes de la Ley) y, al mismo tiempo, afirma que la Ley no es algo absoluto, sino que está al servicio del hombre (Mc 2,23-28). La Ley mosaica, orgullo y distintivo de los judíos frente a los paganos y primer pilar sobre el que se basaba la cultura judía, no sólo queda superada, sino que ha sido sustituida por las bienaventuranzas, promulgadas también sobre un monte, al igual que sobre un monte recibió Moisés de Dios los mandamientos o tablas de la Ley (cf. Mt 5,1 y ss.).

Frente a una ley religiosa, que imponía incesantemente ritos de purificación y acrecentaba con sus prácticas el sentido de culpa y de indignidad ante Dios (incluso actos fisiológicos tan normales como la menstruación o el parto alejaban de Dios y obligaban a purificarse), Jesús proclama en el evangelio de Mateo (23,1-33) que lo que obstaculiza la relación con Dios no son las realidades fisiológicas, sino el mal corazón. De este modo libera al pueblo de la pesada carga de una ley que apartaba cada vez más al hombre de Dios y denuncia a los letrados y fariseos que, sentados en la cátedra de Moisés, enseñan lo que no cumplen, agobiando a la gente con innumerables preceptos, imposibles de cumplir en su totalidad:

23,2 En la cátedra de Moisés han tomado asiento los letrados y los fariseos.

3Por tanto, todo lo que os digan, hacedlo y cumplidlo..., pero no imitéis sus obras, porque ellos dicen, pero no hacen.

4Lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los hombres, mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo... (cf. Mt 23,1-33).

Jesús, por lo demás, quebranta con frecuencia preceptos llamativos de la Ley. Frente a los fariseos que se separaban del pueblo y alejaban al pueblo de Dios, niega que Dios imponga marginación alguna y se esfuerza por acabar con ella: cura, tocándolo, a un leproso, prototipo de marginado por antonomasia en aquella sociedad (Mc 1,41) y sana en sábado al hombre del abrazo atrofiado (Mc 3,1-7a), por poner solamente dos ejemplos.

2) Hacia dentro

Veamos ahora la actitud que Jesús adopta hacia dentro, esto es, hacia las instituciones más sagradas del pueblo de Israel.

Hacia dentro, Jesús considera prescritas las instituciones de Israel, proclamándolo con imágenes muy gráficas: con la imagen del vino nuevo que no puede echarse en odres viejos, o con la de los amigos del novio que no pueden ayunar mientras el novio está con ellos, o con la del remiendo de paño sin estrenar que no puede echarse a un manto viejo, bajo pena de hacer un roto mayor. Para Jesús, no es posible armonizar lo viejo con lo nuevo, las instituciones de la antigua alianza con la realidad del reinado de Dios que anuncia (Mc 2,18-22 y par.):

2,18 Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Fueron a preguntarle: -Los discípulos de Juan y los fariseos discípulos ayunan; entonces, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan?.

19Les replicó Jesús: ¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? En tanto tienen al novio con ellos no pueden ayunar.

20Pero llegará un día en que les arrebaten al novio; entonces, aquel día, ayunarán.

21Nadie le cose una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado; si no, el remiendo tira del manto -lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor.

22Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; si no, el vino reventará los odres y se pierden el vino y los odres; no, a vino nuevo, odres nuevos.

La novedad de Jesús viene a poner fin a las viejas instituciones judías. Por eso anuncia la destrucción del templo, corazón y centro de la religiosidad judía (Mc 13,1-2):

1Mientras se alejaba del templo uno de sus discípulos le dijo: - Maestro, ¡mira qué sillares y qué edificios!

2 Jesús le dijo: - ¿Ves esos grandes edificios? No dejarán ahí piedra sobre piedra que no derriben.

El templo era el segundo pilar sobre el que se cimentaba la religión judía, siendo el centro de la vida económica, política y religiosa del pueblo hebreo, símbolo del orgullo, grandeza y privilegio de Israel.

Pues bien, frente a la religión que primaba ante todo el templo y el culto, -sostenido por el impuesto religioso anual, el dinero de los sacrificios y los donativos de los fieles, convertido en centro de explotación del pueblo-, Jesús no se presenta nunca participando en las ceremonias del templo, sino que anuncia su abolición y destrucción. Si dar culto a Dios significa honrarlo, lo que honra a Dios, según Jesús, no es la sumisión y la explotación del hombre por el hombre, representada por el templo, sino la práctica del amor a los demás. Este es el verdadero culto cristiano y su ejercicio no necesita espacios sagrados o templos.

Más aún, él mismo, tras echar a los vendedores, cambistas y animales del templo, declara ser el nuevo santuario donde Dios habita (Jn 2,16-21):

16Quitad eso de ahí: no convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios. 17Se acordaron entonces sus discípulos de que estaba escrito: "La pasión por tu casa me consumirá".

18 Respondieron entonces los dirigentes judíos, diciéndole: -¿Qué señal nos presentas para hacer estas cosas?

19Les replicó Jesús: -Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré.

20Repusieron los dirigentes: -Cuarenta y seis años ha costado construir este santuario, y ¿tú vas a levantarlo en tres días?

21Pero él se refería al santuario de su cuerpo.

22Así, cuando se levantó de la muerte se acordaron sus discípulos, de que había dicho esto y dieron fe a aquel pasaje y al dicho que había pronunciado.

Al mismo tiempo, Jesús anuncia a la samaritana el fin de los templos (Jn 4,19-21):

19La mujer le dijo: - Señor, veo que tú eres profeta.

20Nuestros padres celebraron el culto en este monte; en cambio, vosotros decís que el lugar donde hay que celebrarlo está en Jerusalén.

21Jesús le dijo: -Créeme, mujer. Se acerca la hora en que no daréis culto al Padre ni en este monte ni en Jerusalén.

22 Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos; la prueba es que la salvación proviene de los judíos;

23pero se acerca la hora, o, mejor dicho, ha llegado en que los que dan culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y lealtad, pues el Padre busca hombres que adoren así.

24Dios es Espíritu, y los que lo adoran han de dar culto con espíritu y lealtad.

Para el evangelista Juan, la salvación que viene de los judíos es Jesús mismo, que habla de un Dios, Padre de todos, unido al hombre por una relación personal. Los antiguos cultos son sustituidos por el amor leal al hombre, verdadero culto en espíritu y lealtad que prolonga el del Padre. Dios es espíritu, esto es, dinamismo de vida y amor; el hombre, como hijo de Dios, debe imitar el comportamiento de su Padre, amando a todos los hombres. No hay otro camino para la salvación que el amor universal hacia todos, incluso hacia los enemigos (Mt 5,43-45):

43Os han enseñado que se mandó: "Amarás a tu prójimo... (Lv 19,18) y odiarás a tu enemigo. 44Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen,

45 para ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos"

El verdadero culto a Dios suprimirá el culto samaritano y el judío. No se dará a un Dios lejano, sino al Padre, siendo como él, colaborando con su obra creadora y actuando a favor del hombre.

Para Jesús, el verdadero templo es el ser humano, y el culto es el amor a todas las personas que lo lleva a su pleno desarrollo humano.

El tercer pilar sobre el que se asentaba la religión judía era la esperanza de un mesianismo davídico, o lo que es igual, de un mesías nacionalista y triunfante sobre las demás naciones de la tierra, "el mesías hijo de David, que había de someter a los pueblos paganos" (Mc 8,29-30.31-33). Jesús, sin embargo, no comparte esta aspiración mesiánica. Por eso cuando es aclamado por la gente, a la entrada de Jerusalén, no se presenta a caballo, como los antiguos jefes militares, sino montado en un borrico, alusión al rey / mesías no violento del libro de Zacarías (9,9), cumpliendo así la profecía antigua que decía:

9 Alégrate, ciudad de Sión; aclama, Jerusalén, mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando un asno, una cría de borrica.

Este mesías no es ya el esperado sucesor de David, pues David mismo lo llama "Señor" (Mc 12,35-37):

12,35 Mientras enseñaba en el templo, abordó Jesús la cuestión preguntando: -¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es sucesor de David?

36David mismo, movido por el Espíritu Santo, dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, mientras hago de tus enemigos estrado de tus pies (Sal 110,1).

37David mismo lo llama Señor; entonces, ¿de dónde sale que es sucesor suyo? La multitud, que era grande, disfrutaba escuchándolo.

David, según Jesús, no es modelo para el Mesías, ni el reino de éste -a diferencia del de David- va a limitarse a Israel. Jesús rechaza el mesianismo davídico, el de un rey guerrero y victorioso, fomentado por la enseñanza oficial de los letrados. La restauración del trono de David y la hegemonía de Israel sobre los demás pueblos no son para Jesús más que una ilusión incompatible con el designio universal de Dios, según el cual el pueblo de Israel debe ponerse al servicio de los demás pueblos (Mc 12,35-37):

Jesús, por lo demás, se niega a ser rey, en línea con David. Tras el reparto de panes en el evangelio, dice el evangelista Juan (6,15):

Jesús entonces, dándose cuenta de que iban a llevárselo por la fuerza para hacerlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.

Tan en desacuerdo está Jesús con la preeminencia y el orgullo de Israel, que nunca exalta en los evangelios las glorias nacionales del pueblo judío.

Como vemos por este florilegio de textos citados (no son todos ni mucho menos) Jesús destruye con palabras y obras los tres cimientos sobre los que se asentaba la cultura judía: 1) La Ley con sus innumerables ritos y purificaciones; 2) el templo con su culto alienante y 3) el mesianismo davídico entendido en clave político-nacionalista de hegemonía de Israel sobre los demás pueblos. De este modo hace extensiva a toda la humanidad la salvación -entendida como la plenitud de vida del hombre en este mundo y su floración tras la muerte- a toda la humanidad.

Si Jesús no hubiese destruido estos tres pilares, el cristianismo no habría sido universal, su nota más característica.

El mesías, según la profecía del anciano Simeón (Lc 2,29-32), debía ser "luz que es revelación para las naciones y gloria para tu pueblo, Israel" esto es, un salvador universal manifestado históricamente dentro de las fronteras de Israel.

Frente al nacionalismo fanático defendido por los zelotes, Jesús opone, por tanto, un universalismo radical (Mt 8,11-12):

11Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente a sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios;

12 en cambio, a los destinados al reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Si el antiguo pueblo escogido había tenido por misión ser centro de atracción para todas las naciones, el nuevo Israel ha de ponerse ahora al servicio de la humanidad entera (Mt 28,19):

19 Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos para vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo 20y enseñadles a guardar todo lo que os mandé; mirad que yo estoy con vosotros cada días, hasta el fin de esta edad.

III. El universalismo de los primeros misioneros cristianos

Esta es la propuesta que hace Jesús en los evangelios, que será continuada por sus seguidores, los primeros misioneros cristianos, como puede verse en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Este libro cuenta en realidad la conversión de Esteban, Felipe, Pedro y Pablo, entre otros, al mensaje universalista de Jesús. Por eso, cada uno de éstos desaparece cuando proclama que Dios ha llamado a los paganos al evangelio, poniendo término a un mundo dividido entre judíos y paganos.

Así el relato de Esteban concluye cuando éste critica fuertemente el templo y la Ley, signos del privilegio de Israel (Hch 6,12-14):

12 Alborotaron tanto al pueblo como a los senadores y letrados, lo agarraron por sorpresa y lo condujeron al Consejo, 13presentando testigos falsos que decían: -Este individuo no para de hablar contra el lugar santo y la Ley. 14Le hemos oído decir que ese Jesús, el Nazoreo, destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos transmitió Moisés.

15Todos los miembros del Consejo fijaron la vista en él y vieron su rostro como el rostro de un ángel.

A continuación, Esteban tiene un largo discurso que termina con estas palabras:

7,48Pero el Altísimo no habita en edificios construidos por mano de hombres, como dice el Profeta:

49El cielo es mi trono, la tierra, el estrado de mis pies. ¿qué casa podéis construirme -dice el Señor o qué lugar para que descanse?

50¿Acaso no ha hecho mi mano todo esto? (Is 66,1s). ¡Rebeldes, infieles de corazón y reacios de oído! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo: os portáis lo mismo que vuestros padres.

52 ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y a él vosotros ahora lo habéis traicionado y asesinado;

53 vosotros, que recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado.

El relato de Felipe culmina cuando bautiza al eunuco etíope (Hch 8,40). Convencido de que el evangelio se dirige a los paganos, dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (8,40) que

Felipe fue para Azoto e iba dando la buena noticia por todos los pueblos que atravesaba, hasta llegar a Cesarea

El relato de Pedro tiene su momento clave cuando éste va a casa del centurión pagano, lo bautiza y todos proclaman (Hch 11,18):

¡Así que también a los paganos les ha concedido Dios el arrepentimiento que lleva a la vida!

Tras ser liberado de la cárcel por el ángel del Señor Hch 12,11), exclama:

Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío.

El relato de Pablo, por último, acaba cuando éste llega a Roma y se convence, al fin, de que la salvación de Dios se ha destinado a los paganos (Hch 28, 23-30):

23 (Los judíos principales de Roma) fijaron con él un día y fueron a verlo a su alojamiento bastantes más. En su exposición Pablo les dio testimonio del reino de Dios y trataba de convercerlos de quién era Jesús alegando lo mismo la Ley de Moisés que los Profetas, y esto desde la mañana hasta el anochecer.

24Mientras unos se dejaban convencer por lo que decía, otros se mostraban incrédulos. 25Mientras se despedían sin estar de acuerdo entre ellos, Pablo añadió una sola cosa:

-Con razón dijo el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías:

26Ve a ese pueblo y dile: Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que miréis no veréis,

27porque está embotada la mente de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con la mente, ni convertirse para que yo les cure (Is 6,9s).

28Por tanto, enteraos bien de que esta salvación de Dios se ha destinado a los paganos; ellos sí escucharán.

De este modo nace el cristianismo. De no haber roto con la sinagoga y con la religión de Israel, de no haber minado los grandes pilares sobre los que ésta se asentaba, se habría quedado encerrado en las barreras del pueblo elegido, restringido a una raza, una cultura y una lengua.

Solamente al romper con esos pilares (la ley, la concepción del Mesías como liberador político-militar y el templo, como símbolo del privilegio de Israel), el cristianismo rompió su cordón umbilical con el judaísmo, adquirió personalidad propia y se configuró como una nueva religión, la religión de Jesús, Mesías y salvador universal.

Los infieles y los bárbaros pasaron, a partir de entonces, a ser los principales destinatarios de un movimiento que, nacido del judaísmo, tuvo que romper con él para configurarse como la religión que llegaría a conformar la civilización occidental así llamada "cristiana".

La historia de la Iglesia, por desgracia, no corrió siempre por estos derroteros evangélicos y universalistas...

I Seminario de las Tres Culturas
Sevilla, 15 de Marzo de 1999

 


 



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