Contenido: La innovación tecnológica y el proyecto neoliberal, implantado para superar la crisis económica, provocaron una exclusión socio-económica de grandes sectores de la sociedad. De hecho, ante un mundo cada vez más sofisticado y frente a la globalización del mercado, los pobres se van quedando aún más atrasados. Y es en los países menos industrializados, marcados históricamente por el retraso tecnológico, la pobreza y desigualdad social, donde el impacto se torna dramático.
Esta exclusión de los sectores pobres de la sociedad y de los pueblos subdesarrollados de la humanidad aparece, en su verdadera faz, como el subproducto de la innovación tecnológica y la economía neoliberal, convirtiéndose en la extraña criatura del mundo moderno.
En este artículo, trataremos de analizar solamente dos aspectos: el concepto de excluidos y la evolución asimétrica de la pobreza como una criatura extraña del nuevo paradigma tecno-económico.
I. EL CONCEPTO DE EXCLUIDOS.
La exclusión es un concepto complejo, elástico y relativo. Etimológicamente hablando, el término "excluido", utilizado con frecuencia en forma adjetiva, procede del verbo latino "excludere", que significa echar a una persona o una cosa fuera de un sistema cerrado o fuera del lugar que ocupa. En el campo socio-económico, la exclusión es un concepto reciente. Algunos lo consideran como un "producto propio" del nuevo paradigma tecno-económico1 .
Estamos ante una nueva expresión, nebulosa todavía en sus perfiles semánticos, pero en gran medida, podemos identificar a los excluidos con los pobres, porque ser pobre es hoy ser excluido. Actualmente, es imposible definir la pobreza en términos puramente económicos, sobre todo en los países industrializados. En el nuevo contexto tecno-económico, los pobres no son sólo quienes carecen de lo necesario, sino también los que no son tomados en cuenta a la hora de organizar la sociedad y decidir las medidas socio-políticas que han de incidir en sus vidas y en su muerte. Para el Consejo de la Comunidad Económica Europea, por ejemplo, "se entiende por personas pobres a los individuos, las familias y los grupos de personas, cuyas recursos (materiales, culturales y sociales) son tan débiles que están excluidos de niveles de vida mínimas aceptables en el Estado miembro en donde viven"2 .
En este nuevo contexto socio-económico, ¿no es la exclusión un nuevo nombre de la pobreza? Y la pobreza, ¿no es una manifestación más aguda de la exclusión? Mahatma Gandhi tiene una hermosa frase que resulta muy reveladora y sugerente, sobre todo por venir de alguien que ha sido considerado como profeta contemporáneo de la no violencia: "La pobreza es la peor forma de violencia, porque hace patente la injusticia". Se podría describir sus múltiples rostros en las siguientes categorías: indigentes, inmigrantes, ancianos, minusválidos, enfermos, presos, desempleados y subempleados, indígenas, campesinos, mujeres, niños, etc3 . Aunque esta lista no es exhaustiva, podríamos sintetizar la situación de los excluidos en los siguientes niveles:
-En el plano tecno-económico, los excluidos son los que se ubican en sectores económicamente débiles o al margen de la transformación tecnológica: pequeños campesinos, jornaleros sin tierra, trabajadores eventuales, mano de obra barata, subempleados. Se caracterizan por tener una productividad muy baja, por la escasa o pobre tierra que poseen, por las herramientas obsoletas con las que trabajan y por la falta de calificación tecnológica. Así como también por los bajísimos sueldos que reciben y por la insignificancia de su empleo.
-En la esfera socio-política, los excluidos se encuentran en la categoría de las personas sin protección social, tampoco tienen acceso a una vivienda digna ni a un trabajo estable. Son personas cuyo derecho a la justicia y a la dignidad humana no es reconocido.
-En el nivel cultural, la exclusión tiene formas diversas pero todas de graves consecuencias: excluidos del saber (analfabeto, fracasado escolar); excluidos de la información (fuera de canales o medios de información); excluidos del derecho a la palabra, del derecho de vivir según su cultura, etc.
-Con frecuencia, la exclusión se ubica en los dos extremos más frágiles y más vulnerables de la vida: los niños y los ancianos. El mercado los excluye porque económicamente no valen todavía o ya no se valen para nada.
-Desde el punto de vista racial, hay una estrecha relación entre la exclusión y el color de la piel y/o el origen étnico. Son frecuentemente excluidos los negros, los indígenas, los afroamericanos, los miembros de las etnias débiles, etc4 .
-Finalmente, existe un vínculo estrecho entre la exclusión y el género. Las mujeres constituyen el grupo excluido más numeroso del mundo. Aunque representan una mayoría de la población mundial y a menudo contribuyen mucho más que los varones a la familia y a la sociedad, suelen valer menos que los varones en términos de salario, de influencia, de posibilidades, de oportunidades, de crédito financiero y de acceso a los puestos dirigentes. En el sistema neoliberal, la pobreza se feminiza cada día más tanto en los países pobres como en los industrializados. De hecho, las madres solteras, las mujeres solas, las esposas separadas, o divorciadas, abandonadas, las viudas, las inmigrantes, las prostitutas, las trabajadoras domésticas, las obreras no calificadas... son las que viven en una gran pobreza y exclusión.
No hace falta señalar que cuando se juntan dos o más factores señalados, el nivel de exclusión es mayor, por lo tanto, la situación es peor. Desde una perspectiva preferentemente teológico-social5 , entendemos al excluido como alguien que está dentro del sistema socio-económico vigente, pero se ubica en el polo opuesto a los privilegiados. Con frecuencia, participa y contribuye en la dinámica económica (caso de la mayoría de las mujeres, los informales, los inmigrantes de los países pobres en los países industrializados, los campesinos..) pero está excluido de los beneficios del sistema, debido a grandes desigualdades en la distribución del ingreso como a la velocidad de la transformación tecnológica que lo deja fuera de la competencia.
Existe una extraña relación entre exclusión e inclusión. Los pobres están incluidos en el sistema y el mercado alcanza hoy prácticamente a todos. Sin embargo, no es igual la ubicación de un rico y un pobre en el mismo. Por su escasez de recursos, la baja de productividad y la poca calificación tecnológica, los pobres son excluidos de las actividades más innovadoras, más dinámicas y por ende más rentables. El concepto de exclusión resalta, pues, la ausencia o escasez de oportunidades que sufren los grupos sociales débiles y los países pobres. Según la conceptualización fundamental del liberalismo económico, cada persona vale en el mercado tanto cuanto vale su capacidad de oferta y demanda. Los excluidos son aquellos cuya capacidad es nula o de escaso valor tecno-económico.
No están totalmente al margen de la sociedad ni mucho menos fuera del sistema socio-económico vigente, porque, tras la caída del Muro de Berlín, estamos hoy en lo que I. Wallerstein denominó el sistema-mundo6 . Indudablemente, se mantiene y aún profundiza en él la vieja jerarquía de privilegios con un centro de poder, algunas zonas intermedias y las amplias periferias de la pobreza. En teoría, el acceso al sistema es libre y también es posible el desplazamiento desde las periferias hacia el centro, pero, en realidad, fuera de escasos casos excepcionales, la mayoría de los habitantes del mundo por razones económicas, sociales, raciales y de género -entre otras- son excluidos de su consumo, bienestar, comodidad y decisión.
La densidad y la complejidad de los acontecimientos destacan cualquier simplificación o caricatura en que caen a veces los dogmáticos. En efecto, contrariamente a lo que en otra época fue opinión común según la cual el desarrollo de los países del centro es una consecuencia necesaria de la explotación de los países de la periferia, los recientes estudios demuestran que con la tercera Revolución Industrial el desarrollo de los países industrializados se debe mucho más a la transformación tecnológica que al saqueo de los países pobres. Es preciso señalar una cierta diferencia entre la exclusión y la explotación. De hecho, los excluidos del nuevo paradigma tecno-económico no son siempre explotados estrictamente hablando en el sentido clásico del término explotación, sobre todo en su versión marxista, puesto que en muchos casos ya no son ni siquiera necesarios para generar la riqueza y el bienestar. Más que explotarlos, se les ignora o se les prescinde de la sociedad de consumo. Según algunos ideólogos neoliberales, con las innovaciones de la informática, de la robótica y de la ingeniería genética, la sociedad postindustrial podría funcionar y funcionaría mejor con la parte más rica de la población mundial. Todo el resto son los excluidos, los sobrantes del sistema.
Por otra parte, la experiencia de los países llamados "tigres asiáticos" prueba que el desarrollo rápido y duradero no es un sueño inalcanzable sino una meta realizable. Gracias al progreso tecnológico, el ritmo del desarrollo está acelerándose con el transcurso de tiempo. Si el Reino Unido necesitó 60 años (1780-1838) para duplicar el ingreso bruto por habitante, los Estados Unidos lo hicieron en 47 años a partir de 1839 y Japón solamente en 34 años (1885-1919). Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos países lograron el mismo resultado en menor tiempo. Corea del Sur duplicó su producto por habitante en 11 años (1966-1977) y China popular lo hizo en 10 años (1977-1987). Vemos pues que si, por el actual ordenamiento económico, la transformación tecnológica ensancha aún más la abismal distancia entre los países ricos y pobres, ésta también crea las condiciones para que en corto tiempo, e incluso con mayor ingenio, los países pobres puedan acelerar su proceso de desarrollo.
Desde América Latina, siguiendo la perspectiva de Gustavo Gutiérrez7 , mirando el mundo "desde el reverso de la historia" y a partir de los "de abajo", Luis Alberto Gómez de Souza descubre las prácticas ricas en creatividad y experiencias de los excluidos8 . Xabier Gorostiaga habla también de la posibilidad de "una civilización desde abajo, es decir, desde las capacidades y del "empowerment" (poder y capacidad creciente) del pueblo para resolver sus necesidades" 9 . Se requiere, por eso, un esfuerzo integrador para encontrar una nueva perspectiva de desarrollo desde abajo y desde adentro, pero abierta a los nuevos cambios tecnológicos y a una transformación productiva con equidad.
Según los recientes estudios, la contribución de los excluidos a la economía y su participación en la transformación democrática de los pueblos es mucho mayor que la que se pensaba10 . No obstante, el peso de la transformación no está, que nos gusta o no, en los sectores llamados populares o informales, sino más bien en los más innovadores y dinámicos. En este sentido, si existe una "fuerza histórica de los pobres", de los excluidos, hay también su "debilidad histórica". El fenómeno de la exclusión nos plantea, en efecto, muchas preguntas: si por actor social entendemos con Alain Touraine a una unidad -individuo, grupo, categorías- que tiene capacidad de modificar su entorno social, es decir, el cambio y sus relaciones sociales ¿siguen siendo hoy los pobres actores sociales? ¿Son capaces los países menos industrializados de llevar adelante su propio proyecto de desarrollo? ¿Cómo entendemos hoy la fuerza histórica de los pobres? ¿En qué consiste esta fuerza? El drama de la exclusión ¿no nos obliga más bien a analizar el cómo, el por qué y el origen de su debilidad histórica?11 .
II.EVOLUCION ASIMETRICA DE LA POBREZA Y LA DESIGUALDAD.
Es sabido que la revolución tecnológica está contribuyendo a enriquecer a los países industrializados y también a algunos países subdesarrollados que ya están avanzados en la industrialización, en detrimento de los países más pobres. En efecto, la inversión y la producción están desplazándose de zonas donde existe una elevada represión, un bajo nivel de ingreso y una escasez de infraestructura para ubicarse en los centros industrializados. El PNUD admite que el objetivo de la industria moderna es conquistar los sectores privilegiados de la economía mundial: "es evidente que la tecnología se orientará hacia las preferencias de los miembros más ricos de la sociedad internacional"12 . Y, por lo tanto, gran parte de la población mundial se convierte simplemente en superfluo.
Por otro lado, el paradigma neoliberal está generando una evolución asimétrica de la pobreza y la desigualdad. Cada día se hace más evidente que la lógica del mercado es excluyente, porque se traduce solamente en términos económicos. Quien no tiene nada para intercambiar, ni poder generar riqueza, no entra en la contabilidad mundial. Simplemente se prescinde de él. Tanto por las condiciones tecnológicas, económicas como ecológicas, el modelo neoliberal no es universalizable a todos los sectores de la sociedad y a todos los países del mundo. Es, al contrario, cada día más elitista y excluyente.
1) La creciente desigualdad mundial.
Jamás en la historia, la humanidad poseyó la abundancia de riqueza y el rápido desarrollo humano como en nuestra época, pero también jamás la brecha entre los países ricos y pobres ha sido tan asimétrica y excluyente como ahora. "El Grupo de los Siete y el capitalismo central con unos 800 millones de habitantes controlan y hegemonizan más poder económico, tecnológico, informativo y militar que el resto de los aproximadamente 4.000 millones viviendo en Asia, Africa, Europa Oriental y América Latina, donde también una reducida minoría participa de las relaciones y los estándares de vida del Norte"13 .
Esta concentración de riqueza es consecuencia del nuevo paradigma tecno-económico, que trae un cambio radical en el modo de acumulación y producción. Con la Tercera Revolución Industrial, la informática se convierte en la infraestructura de la economía moderna. Y justamente en este factor se funda hoy la riqueza de los países industrializados y, por tanto, la pobreza de los países menos industrializados.
Desde esta perspectiva, se comprende mejor la concentración del conocimiento tecnológico y la abismal desigualdad en la distribución de los ingresos y oportunidades a nivel mundial. Según el Informe del Programa de las Naciones para el Desarrollo, los países que concentran solamente el 20% más rico de la población mundial concentraron, en 1989, el 82,7% de los ingresos mundiales, mientras que los países en donde vive el 20% más pobre de nuestro planeta sólo obtuvieron el 1,4%. La situación de los otros países pobres, ubicados en las grandes zonas periféricas del mundo, es igual, es decir, triste y dramática. Pues, todos los países pobres, en donde vive el 60% de la población mundial, disfrutan apenas el 5,55% del ingreso internacional.
Peor aún, esta escandalosa brecha de ingresos entre los países ricos y pobres se está ensanchando: en 1960, el 20% más rico recibía 30 veces más que el 20% más pobre, y en 1990, esa diferencia era más de 60 veces. Pero estas cifras ocultan todavía la magnitud real de la disparidad, porque se basan solamente en comparaciones de los ingresos per cápita promedio de países ricos y pobres, y no toman en cuenta las diferencias nacionales de ingreso. De hecho, en cada país, sobre todo en el Sur, existen grandes desigualdades de ingresos entre las personas ricas y pobres. Si añadimos la inequidad en la distribución interna de ingresos, esa disparidad entre las personas más ricas y las más pobres se elevaría a 150 veces14 .
Evidentemente, hay diferentes enfoques del concepto y medidas de pobreza. Sea cual fuere el método de medición, la disparidad actual entre los países más ricos y los más pobres es una diferencia absoluta, que se refleja objetivamente en los niveles de vida. Actualmente, el Norte, con menos de una cuarta parte de la población mundial, consume el 70% de la energía mundial, el 75% de los metales, el 85% de la madera y el 60% de los alimentos. Mientras que en el reverso de la historia, más de 1.100 millones de personas están viviendo con menos de un dólar diario. Se constata, además, que el crecimiento de la pobreza avanza a un ritmo anual superior al 1%.
También hay abismales brechas en las oportunidades que brinda el mercado financiero internacional. En efecto, el 20% más pobre del mundo recibe sólo el 0,2% de los préstamos otorgados por las bancas comerciales, mientras que el 20% más rico obtiene el 94,6%. Además, añade con acierto el PNUD, "mientras en los países industrializados las tasas de interés efectivas fueron del 4% en promedio en la primera mitad de la década de los años ochenta, en los países en desarrollo fueron de alrededor del 17%. Es desalentador comprobar la forma como funcionan los mercados financieros internacionales, teniendo que pagar los países pobres y sus habitantes tasas de interés cuatro veces superiores a las de los países ricos"15 .
Ha caído felizmente el muro de Berlín, que separó al Este del Oeste, pero se está levantando otro muro, mucho más largo y escandaloso, para dividir a los países ricos y pobres. Pese al avance de las fuerzas que pugnan por la participación democrática, "las naciones pobres no pueden participar todavía en igualdad de condiciones con los países ricos". En lugar de la globalización de la riqueza, como anuncia la propaganda neoliberal, se constata una real internacionalización de la pobreza. Algunos lo denominan la "africanización" de todos los países subdesarrollados.
2) La evolución asimétrica de la pobreza en América Latina.
En América Latina, por la depresión económica, la crisis de la deuda externa, el fracaso del populismo y la presión de los organismos internacionales, se aplicó medidas de ajuste estructural de corte neoliberal, conocidas también como el "consenso de Washington". A pesar de algunos resultados positivos en la lucha contra la inflación y en la esfera financiera, es innegable que la región tiene hoy más pobres que a comienzos de los años ochenta, tanto en números relativos como absolutos.
La política de "ajuste con recesión" se ha convertido en muchos países en una crisis crónica de "inflación con recesión". Como consecuencia, ha aumentado el desempleo, el subempleo y la pobreza crítica, deteriorando drásticamente las condiciones de vida y salud de la población. Lewis Preston, presidente del Banco Mundial, reconoce que "los años de crisis tuvieron un costo particularmente alto para los pobres. Los ingresos promedio por habitante se redujeron en cerca del 10% durante el decenio 1980-1990; una cuarta parte de la población está luchando por sobrevivir con menos de dos dólares por día, y se estima que 10 millones de niños sufren de malnutrición. Hay altas concentraciones de pobreza especialmente en los países andinos, en América Central y en el Caribe. Sin duda, debido al excepcionalmente alto nivel de desigualdad de ingresos en la región, los contrastes entre la riqueza y la pobreza son probablemente más evidentes que en ningún otro lugar del mundo en desarrollo"16 .
La CEPAL estima que, en 1990, América Latina y el Caribe tiene 196 millones de personas bajo la línea de pobreza, lo que significa un 46% del total de la población. En los países más pobres de la región, este porcentaje llegaría a más de 50%. Lo cual demuestra el carácter masivo de la pobreza en la región. Se nota, además, una clara "asimetría" en la evolución de la pobreza, con un aumento de 2,5% entre 1986 y 1990. Incluso en algunos países que lograron un significativo crecimiento económico, el crecimiento del ingreso nacional no ha significado un aumento automático del bienestar de los pobres. La disminución de los índices de pobreza fue muy lenta, puesto que la distribución de ingresos y activos suele ser desigual17 .
Según el documento "Reforma social y pobreza. Hacia una Agenda integrada de Desarrollo", que sirvió de base para las discusiones y reflexiones del Foro, organizado por el BID y el PNUD18 ,esa pobreza tiene causas muy profundas e históricas, cuyas raíces se derivan de (i) una tradicional estructura socio-económica donde prevalecen patrones injustos en la distribución de la riqueza19 ; (ii) de la insuficiencia en la generación de excedentes económicos como consecuencia lógica de una economía subdesarrollada. Dicho de otra manera, si hay tanta pobreza en la región es porque la débil inversión y las empresas con tecnologías atrasadas no generan suficientemente trabajos y/o sólo trabajos de baja productividad e ingresos; (iii) y finalmente como consecuencia de las medidas de estabilización y de ajuste neoliberales, que perjudican no solamente a los pobres sino también a amplios segmentos de las capas medias, deslizándolos por debajo de la línea de la pobreza.
Siendo la pobreza el resultado de un conjunto de factores estructurales, históricos y socio-económicos, que atormentaron a América Latina desde su nacimiento, el documento sostiene que sería un error considerar que su actual situación "obedece exclusivamente a la crisis que se precipitó en los años ochenta y a los ajustes y reformas económicas que se pusieron en marcha para enfrentarla". Sostiene incluso que "sin estos programas (de ajuste) la situación hubiera empeorado"20 .
3) Fenómeno de los "nuevos pobres".
Es innegable, sin embargo, que la crisis económica y sobre todo el ajuste estructural no sólo acrecentaron la miseria de la enorme masa de los pobres de siempre sino también arrastraron importantes contingentes de las capas medias a la pobreza. El documento sobre "Reforma social y pobreza" admite la gravedad del problema social en América Latina y el Caribe. Este subcontinente se vuelve más asimétrico y pobre con la reforma neoliberal, ya que "no sólo se mantuvo la tendencia de concentración del ingreso entre los sectores más ricos, sino que -también como consecuencia de la crisis y de algunas de las medidas de estabilización y de ajuste- amplios segmentos de la clase media y en general de trabajadores de los sectores industrial y de servicios, se deslizaron por debajo de la línea de la pobreza, al tiempo que se resintieron las condiciones de su acceso a la vivienda y a servicios básicos de salud y educación. Muchos hogares en esta situación no lograron siquiera sostener la infraestructura doméstica básica y vieron debilitarse las redes mínimas de seguridad". La razón esencial de este empobrecimiento de la población consiste en que "la mayor parte de los costos del ajuste recayeron sobre los grupos de ingresos bajos y medianos"21 .
Dirigiéndose a los Ministros de las áreas económica y social, altos funcionarios gubernamentales, especialistas, representantes de agencias internacionales y una vasta representación de la sociedad civil en el Foro, Michel Candessus, con una claridad sorprendente, reconoce los efectos negativos del ajuste para los más pobres en estos términos: "Lamento reconocerlo: es verdad que hasta ahora no hemos sido capaces, todos nosotros, de proteger integralmente -ni mucho menos- a los más desafortunados, frente a las muchas formas de escasez y sufrimiento que entraña la etapa inicial del proceso de ajuste"22 .
Como trágica consecuencia, además de la masa de los pobres de siempre -arrinconados en zonas rurales ecológicamente frágiles o hacinados en la periferia de las grandes ciudades, al margen de los mercados formales- surgió en el seno del neoliberalismo los llamados nuevos pobres, "producto de la propia crisis, y por efecto de las medidas de estabilización y de ajuste de las economías que se adoptaron para superarla". Este nuevo sector se compone principalmente de las capas medias: trabajadores desplazado del sector moderno; empleados públicos mal pagados o cesantes; trabajadores de edad avanzada y jubilados; jóvenes provenientes de hogares medios que no encuentran trabajo. A pesar de la heterogeneidad de su situación, se trata de importantes sectores de la clase media que han participado activamente en la sociedad, pero ahora están excluidos23 .
Este fenómeno de los "nuevos pobres" no es un problema exclusivo de los países pobres, sino que esta bolsa de pobreza atípica se está ensanchando en el seno de los países industrializados, justamente cuando sus condiciones reales ya permiten resolver el problema de la "pobreza absoluta", es decir, aquella clase de miseria estricta, que sitúa a las personas al extremo de la sobrevivencia física24 . El término "nuevos" subraya aquí la forma especial de la pobreza, distinta a las ya existentes. En efecto, en el contexto postindustrial de los países ricos, la cuestión de la pobreza se plantea más en términos de exclusión social que de indigencia o de sobrevivencia física.
Alain Durand revela, con acierto, una faceta de este proceso de empobrecimiento de las capas medias: "Desde hace mucho tiempo, hay en Francia "líneas de pobres", de familias que se transmiten este estatus de vida de una generación a otra. Hoy día, la novedad no consiste tanto en la pobreza misma como en el hecho de que se llega a pobre. La pobreza puede ser consecuencia de un proceso de empobrecimiento, lento y brusco según los casos, provocado por un cúmulo de precariedades que aparecen a primera vista también fortuitas las unas como las otras"25 .
En lenguaje técnico, se trata a la vez de una pobreza social y relativa. Es "pobreza social", porque no se trata de una "pobreza natural" por escasez de bienes o por falta de mecanismos tecno-económicos para resolverla, sino es estrictamente un asunto político-económico que excluye a un sector de la sociedad de la abundancia y el bienestar. Es "pobreza relativa" porque se trata de "un estado de necesidad real, no tan acuciante como el de la pobreza absoluta pero sí altamente angustioso y agobiante, generadora de inmenso dolor humano y tan desdignificadora de las personas como cualquier situación prolongada de carencias fundamentales"26 .
Indudablemente, los "nuevos pobres" de los países ricos se ubican en esta categoría de "pobreza social y relativa". Son, en gran medida, los excluidos del nuevo paradigma tecno-económico. Según el Informe 1991 del PNUD, más de 100 millones de habitantes de los países industrializados viven por debajo de la línea de pobreza. Incluyendo Rusia y Europa de Este, esta cifra llega a más de 200 millones.
Los ideólogos neoliberales insisten en que el sistema de mercado genera abundancia de riqueza y desde arriba chorrea supuestamente hacia abajo a todos los sectores de la sociedad.
Estamos totalmente de acuerdo con que hay que producir más, en mejores condiciones y con mayor eficiencia a fin de generar el máximo bienestar para todos. Pero estamos seguros que el mercado sólo no puede lograr este objetivo tan deseado; al contrario, el modelo neoliberal es cada vez más asimétrico y excluyente, donde pocos ricos cada día son más ricos mientras la mayoría de pobres más pobres. El modelo favorece sólo al pequeño sector transnacionalizado de la alta burguesía y empobrece a los inmensos sectores populares e incluso a las capas medias.
"Para mitigar los efectos negativos que el ajuste pueda producir temporalmente sobre los sectores de escasos recursos -admite, un poco tarde, Michel Candessus- se necesitan redes de protección social eficaces en términos de su alcance y costo. Para financiar estos mecanismos de seguridad social es necesario que el Estado cuente con ingresos adecuados; solo así se logrará que los costos económicos y sociales a corto plazo que origine el ajuste -así como los beneficios que se obtengan a más largo plazo como consecuencia del crecimiento económico- se distribuyan de forma equitativa"27 .
Aparición original: «Alternativas» 3(junio 1994)13-28, Guatemala.
NOTAS:
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Pablo Thai-Hop o.p. 7