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Al que dieron por muerto ¡está vivo! Pascua en Haití

Daniel BLANCO


 

 

La madre terminó en el hospital psiquiátrico de Puerto Príncipe. Luego de un tiempo de búsqueda y de espera no supo nada de su hijo. Parecía como que si un loa se lo hubiera arrebatado. Lo peor de todo es que no encontró el cuerpo y eso la angustió más. Sus familiares y amistades de su pueblo –Jeremías-, una ciudad a unos 200 kms de la capital, lo dieron por muerto. Todo parecía indicar que quedaría como una víctima más dentro de otras miles del terremoto del 12 de enero de 2010.

Preguntaron por él en todas partes, pero como es de imaginarse en aquel caos, nadie les daba razón. Lo buscaron hasta en las pilas de cadáveres recogidos en algunos lugares de la capital antes de ser llevados por grandes camiones a las fosas comunes. Un tío da fe que él personalmente llegó a la frontera con República Dominicana para poder tener pistas de su sobrino, pero nada. Según recuerdan fueron días de búsqueda desesperante y de frustración recurrente. Lo peor de todo es que esta vez los ángeles no aparecieron ni para llenarlos de esperanza ni mucho menos para darles consuelo.

Dos años después todo parecía haber llegado a la resignación en aquella familia haitiana pobre. Al fin y al cabo era la misma historia para muchas familias. Sólo la madre no se resignaba. A lo mejor y sabía que esta vez y en este caso algo tenía que ser diferente. La última palabra aún no estaba dicha. Y así fue.

No fueron ángeles los que intervinieron para anunciar la buena noticia, fue una comunidad religiosa la encargada de alegrar el corazón de toda una familia y de todo un pueblo. ¿Por qué dan por muerto a alguien que sigue vivo? La pregunta volvió a resonar a en los corazones de aquellas gentes de la ciudad costeña de Jeremías. La historia de esperanza era reivindicada una vez más.

Su tía y una de sus primas fueron las primeras en verlo. De inmediato le reconocieron, lo llamaron por su nombre con un grito hecho de asombro y alegría. Una de ellas a como pudo corrió para dar parte a los demás. Nadie lo podía creer. De pronto en torno a aquel acontecimiento se dio cita mucha gente. Se apiñaron en el poco espacio de una casa sencilla, de donde años atrás había salido el niño. El calor caribeño se hizo sentir enseguida pero nadie le prestó atención. Querían verlo, tocarlo, palpar por sí mismo si todo era real y verdadero. Muchas preguntas por responder, poco a poco las piezas comenzaron a encajar. Todas juntas llevaban a lo mismo: al que creyeron muerto estaba vivo.

Ahora todo era una fiesta. Sin embargo su madre seguía internada en el hospital para enfermos mentales; pronto se comunicaron con ella, en el fondo querían decirle que el motivo de su locura ya no tenía sentido. Su hijo había resucitado… Louwanj pou Bondye. Fue lo único que se alcanzó a oír.

[Makey Dany llegó a Puerto Príncipe en el mes de enero de 2010 para pasar quince días de vacaciones con su madrina. Una buena señora que lo amaba. A la hora del feroz terremoto él no estaba en casa, cuando regresó encontró todo bajo escombros y dentro de ellos el cuerpo de su amada madrina. No supo qué hacer ni a quién acudir. Deambuló por las calles. Es más, la calle se volvió su hogar. En el mercado Salomón encontró a otros niños con historias distintas pero con la misma suerte. Vivió de la limosna de gente pobre. A veces comía a veces no. Durmió en muchos lugares, veranos calurosos e inviernos con lluvia copiosa y en ambas épocas bajo nubes de zancudos inclementes.

Sus amigos lo presentaron con unos hermanos religiosos extranjeros que ayudaban a otros niños de la calle. Lo pusieron a la escuela para que estudiara. Fue de los primeros que ingresó a una casita creada especialmente para ellos.

Los hermanos creyeron que Makey Dany era un huérfano del terremoto como muchos otros ti moun. Un día el pequeño les compartió que tenía su familia en un lugar lejano. La noticia dejó mudo a los responsables y comenzaron a preparar el viaje que llevaría de nuevo al pequeño en medio de los suyos.

Es así como el día sábado 17 de marzo de 2012 luego de un día de viaje se produjo el encuentro inolvidable].

 

Daniel Blanco

Puerto Príncipe, Haití

 


 



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