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REDESCUBRIR LOS MILAGROS

Marcos 6, 35b-42

José GIMÉNEZ GONZÁLEZ


 

  Premio honorífico del «Concurso de Páginas Neobíblicas» convocado por la Agenda Latinoamericana'2006, otorgado y publicado en la Agenda Latinoamericana'2007

 

“…Estamos en un lugar despoblado, y se hace tarde, despide de esa gente para que vayan a buscar qué comer. Pero Jesús le contestó: “no tienen necesidad de irse, denles ustedes de comer”. Respondieron, “no tenemos más que cinco panes y dos pescados”. Jesús dijo: “tráiganlos para acá”. Entonces, manda a sentarse a todos en la hierba. Y se acomodaron todos en grupos de cien y de cincuenta. Toma los cinco panes y los dos pescados, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición, parte los panes y los entrega a los discípulos para que se los repartan a la gente. Todos comieron hasta saciarse” (Mc. 6,35b-42)

 

Un niño lloraba la partida de su padre. Quién sabe cuándo volverá. El niño no se cansaba de preguntar a la madre: “¿Por qué Papi nos dejó?” No satisfacía explicación alguna. La madre trataba de rellenar el vacío familiar producido por la partida del marido en busca de trabajo. L

a mujer, en la soledad de cada noche, recordaba la homilía del Pa’i de aquel primer domingo tras el viaje del marido, en torno a la multiplicación del pan del Evangelio de Marcos …

“No tienen necesidad de ir, denles ustedes de comer”. Esa frase daba vueltas y vueltas en la cabeza de Doña Emi, impidiendo que le llegue el sueño. No entendía cómo encajar esas palabras de Jesús con la realidad que ella estaba viviendo. Posiblemente porque ella no estudió Teología o su fe es muy superficial, no lo sé. Tanto le dolía enterarse de que el hijo de su comadre sólo estaba esperando el pasaporte. ¿Realmente era necesario que vayan? Era su pregunta de siempre. Entendía por un lado que, Juanito que comenzaba a hablar, no iba a poder ir a la escuela por la situación familiar. Pero por otro, Ella se daba cuenta de que aquí, en su país, varios extranjeros con grandes maquinarias lo pasaban muy bien, aunque lo explotaban de mala manera el suelo. Se cuestionaba siempre ¿Qué es lo que nos falta para “no ir”?

Tampoco llegaba a entender bien la segunda frase : “Denles ustedes de comer”. Ella sabía que Jesús se había dirigido a sus discípulos, a los que él había elegido para que le acompañe en la misión. Hasta entonces, ella pensaba de que los sacerdotes estaban solo para los púlpitos, pero en realidad, la idea de “Pastor” le llevó a la conclusión de que, ellos son responsables para que el rebaño encuentre pastos en su propio territorio y no escaparse en busca de alimento, y se aclaró más con esta frase; “y los entrega a los discípulos para que se los repartan a la gente”.

“Tráiganlos para acá”. Ésta fue la frase fundamental para ella, pero no dio muchas vueltas sobre la misma. Entendió claramente que el verdadero milagro ya está hecho. Jamás entendió bien las prácticas milagristas que se realizaban en los templos, le parecían tremendamente fatalistas y las oraciones intimistas pocas liberadoras, tampoco veía su propia realidad ni la de su vecino como un castigo de Dios. Ella se decía así mismo: basta con mirar al mangal del frente de mi casa y el verde campo de nuestra tierra y ya no será necesario pedir milagros para maravillarme, y concluía diciendo de que Jesús no convirtió piedra en pan, sino plenificó los panes que ya se tenía.

“Y se acomodaron todos en grupos de cien y de cincuenta”. ¿No será éste el camino? Se decía ella. Esa muchedumbre se organizó en pequeños grupos, formaron pequeñas comunidades. Le hizo recordar lo que el abuelo contaba, que, en la época del gobierno militar, existían organizaciones agrarias cristianas que trabajaban juntos, llegaron a tener almacén común de consumo, pero que el mismo gobierno persiguió hasta dispersar por completo con el pretexto de que eran comunistas. Y como una palabra de consuelo dormía diciendo, ojala que “verdaderos elegidos” nos ayuden a organizarnos para que volvamos a estar juntos Remigio, Juanito, Yo y nuestros vecinos.

Y por la mañana cuando se levantaba salmodiaba en su interior: “Todos comieron hasta saciarse”. Y su oración consistía en esto: “si Jesús está con nosotros ¡¿quién podrá contra nosotros!?”, y como ritual diario se asomaba a mirar el sendero por donde partió Remigio, su marido.

 

José Giménez González

Asunción - PARAGUAY

 


 



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