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El universo es una inmensa oscuridad

2006-12-15


  Cuando leermos a grandes cosmólogos y astrofísicos como Stephan Hawking, S. Weinberg, M. Rees y B. Swimme, entre otros, nos damos cuenta de que están siempre dando vueltas a tres grandes cuestiones: ¿cuáles fueron las condiciones iniciales del universo, que le han permitido llegar hasta aquí? ¿Hay vida en otros planetas? ¿Es posible una «Teoría del Todo», que explique en una fórmula sencilla todo lo que existe, y permita captar la mente de Dios?

En estos campos, hasta ahora, poco se ha avanzado. Sin embargo, en un punto sí se ha llegado a conclusiones que para una visión global y filosófica de las cosas reviste una gran relevancia, a saber: ¿cuáles serían las condiciones iniciales que dieron origen al universo? Un consejo: evite hacer a los científicos la siguiente pregunta, para no irritarlos: ¿quién colocó ahí aquel puntito infinitamente pequeño y quién lo hizo explotar? Es que son conscientes de los límites de su saber científico, lo que en cierta forma los invita a permanecer en silencio.

La famosa sonda WMAP (Wilkinson Microwave Anisotropy Probe) lanzada en 2001, que escaneó todo el universo visible, permitió la siguiente constatación: sólo el 4% del universo es visible, y, por eso, cognoscible. El 96% es de una oscuridad total, e invisible. De ese 96%, el 23% es materia oscura, cuya gravedad tendría la función de impedir que las galaxias escapen una de otra, y el otro 73% es de energía oscura, que aceleraría la expansión del universo. Se sabe también que en los primerísimos momentos siguientes a la gran explosión, ocurrió un choque formidable entre materia y antimateria. Casi se aniquilaron una a otra, quedando apenas una pequeñísima sobra de protones del orden de 1,000.000.001 del cual se originó el actual universo. Originalmente había un 75% de hidrógeno y un 25% de helio; el resto se formó dentro de las grandes estrellas rojas. El astrofísico Steven Weinberg calculó lo que habría ocurrido en los tres primeros minutos (su libro Los tres primeros minutos, el origen del universo) y sus consecuencias hasta los días de hoy. Dice: «si fuese demasiado ligera, la masa se habría expandido excesivamente y no habría condensación suficiente para formar las estrellas y con ello permitir la vida. Si fuese demasiado densa, el universo se retiraría en sucesivas explosiones y los cuerpos no podrían surgir».

Si las energías nucleares hubiesen sido demasiado débiles, no habrían ocasionado la formación de los elementos pesados como el carbono, el oxígeno y otros, necesarios para la formación de la vida. El universo estaría compuesto sólo de hidrógeno.

Si estas energías hubiesen sido demasiado fuertes, habría sólo átomos pesados, y no habría hidrógeno para alimentar las estrellas.

Si la fuerza gravitacional fuese un poco más fuerte, las estrellas habrían consumido rápidamente su energía nuclear interna, habrían tenido una vida más corta, no habrían formado dentro de ellas los elementos pesados, y la vida sería imposible.

¿Qué concluimos de estas constataciones? Que el universo combinó refinadísimamente todos estos factores para que pudiese surgir la vida y los seres inteligentes. En caso contrario, no estaríamos aquí para hablar y escuchar de todo ello. Por más que muchos científicos se consideren agnósticos y quieran evitar alguna teoleología (algún fin, algún propósito), no pueden escapar de esta lógica de las cosas. Parece como que el universo, instintivamente, hubiera intuido que íbamos a surgir, y nos preparó las condiciones, y nos regaló esta esplendorosa cuna que es la Tierra.

Incluso sin apelar demasiado pronto a Dios, ¿cómo no maravillarse y llenarse de gratitud por este sutil camino ya recorrido?

 

Leonardo Boff




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