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¿Dónde encontrar esperanza?


  Seguramente, la victoria del Presidente Bush y el nombramiento de C. Rice como Secretaria de Estado habrá producido un gran abatimiento en millones de personas en todo el mundo. ¿Cómo es posible que la mayoría de los electores ratificase la línea política de Bush/Cheney, que prevé afrontar la violencia con más violencia y promete intervenir en cualquier parte del mundo donde los intereses estadounidenses estén en juego? Es la suprema arrogancia del imperio que por primera vez ha adquirido dimensiones realmente planetarias.

Pero hemos aprendido de la historia que no hay imperio que dure mil años -eso es cosa de nazis- ni imperio de un siglo -eso es cosa de los ultraconservadores, tanto más ávidos de poder cuanto más cortos de visión. Todo imperio es derribado, no por otro imperio más fuerte, sino por el ansia de libertad de los ciudadanos y por el sentido de dignidad de los pueblos, que es más fuerte que la dominación.

Y no nos olvidemos de Brasil... Algunas derrotas electorales trajeron decepciones para muchos, derrotas que representan una respuesta del pueblo a la tasa de iniquidad social que la macroeconomía del equipo económico produjo. Es verdad que las exportaciones crecieron, pero en parte crecieron también a causa del superávit primario, el desempleo y el empobrecimiento del pueblo a niveles peores que los de Etiopía, según los que conocen Brasil y Etiopía.

Honestamente, y angustiados, nos preguntamos: ¿qué hacer con este mundo de dentro y de fuera? ¿Dónde encontrar esperanza?

Tengo para mí que esta esperanza no puede venir de aquellas instancias que están produciendo la destrucción de la esperanza. Depositamos demasiadas expectativas en ciertos partidos de extracción popular y en sus líderes carismáticos llegados al poder. En vez de coraje para lo nuevo, como habían prometido, se volvieron rehenes de la lógica del sistema, con el argumento de que en todo caso debían evitar el caos del sistema. Pero lo que realmente ocurre es que el caos social ya se instalado, y se agrava cada día. O la economía es para superar el caos social, o es una forma perversa de continuada victimación de los pobres en el altar del dios Mammón. Una sociedad mínimamente ética no puede aceptar esta perversidad. Que no se espere nada de esta política de los mercados.

¿Vamos a beber esperanza en las religiones, en las Iglesias... como Ernst Bloch con razón decía: «donde hay religión hay esperanza»? De hecho, para los realmente pobres, las iglesias se convirtieron en su refugio, el lugar donde beben alguna esperanza, aunque milagrera, apartada de los procesos históricos y de los compromisos de cambio social. Pero al menos encuentran alguna razón para vivir. Lamentablemente, para muchas de estas iglesias vale aquel dicho español: «entre Dios y el dinero, el segundo es primero».

La fuente de la esperanza se encuentra en las víctimas mismas. La esperanza es la única cosa que les sobra, esperanza de que, por adversa que sea la realidad, algo bueno va a salir de ella. Son portadoras de la utopía mínima de que, un día, todos van a poder comer, vivir en una casa, ir al médico cuando estén enfermos, mandar a sus hijos a la escuela y tomar su cervecita con los amigos el viernes por la tarde y, quién sabe... tener una jubilación que les deje tranquilos. Y, por fin, eso piensan los pobres sí, no Bush, ni Blair ni nuestras élites, que es posible a la humanidad entirse una familia, habitando todos juntos en el planeta Tierra, como hermanos y hermanas. ¿No son ellos quienes nos recuerdan que la «esperanza es la última que muere»?

 

Leonardo Boff




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