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Para Heloïse Helène

2003-12-19


  Pocas músicas hay más apaciguadoras que el “Para Elisa” de Beethoven. Sin presunción, desearía que mis reflexiones produjesen ese mismo efecto. La senadora Heloisa Helena es para mí, hermana y compañera de sueños, de camino recorrido y de luchas. Como la mayoría de los teólogos de la liberación, ella y nosotros somos hijos de la pobreza y hemos hecho en nuestras vidas la opción por los pobres, contra la pobreza y a favor de la vida y de la liberación. Como ella, nos llenamos de iracundia sagrada ante las injusticias del mundo y la humillación de nuestro pueblo. Quien no se indigne ante estos cuadros dramáticos es enemigo de su propia humanidad. Y hay muchos en nuestro país y en el mundo, pero entre ellos nunca ha estado Heloisa Helena. Ella mantiene la llama viva de la herencia de los profetas y del mayor de ellos, Jesús de Nazaret. No acepta negociar y entrar en alianzas que impliquen olvidar el sufrimiento de las grandes mayorías empobrecidas. Especialmente, cuando sólo aumentan el dolor.

El PT se caracterizó como el partido que se propuso escuchar el clamor de la Tierra y hacer una política de cambios que eliminase las razones para seguir gritando. Ése es su compromiso sagrado, sellado con el sudor y la sangre de muchos militantes y de tantos otros en la sociedad que, no siendo del partido, como Frei Betto y yo, apostamos que ahora se daría la ruptura instauradora y se inauguraría un Brasil diferente del que heredamos hace 500 años. Todos lo sabemos: el PT en el gobierno heredó un diluvio. En lugar de un Arca de Noé, encontró un Titanic naufragando y ha tenido que hacer de todo para transformarlo en un trasantlántico salvador. Y ahora, redireccionado, debería enrumbarse hacia los cambios en nombre de los cuales fue salvado y existe: más centralidad a los pobres y excluidos, desarrollo social más que puro crecimiento económico, y más oídos a los de la Planicie -al pueblo llano- que a los de Planalto -la casa de Gobierno-.

Tal orientación es esencial a la identidad política del PT. Disminuirla, postergarla, o acomodarla por razones de gobernabilidad es desnaturalizar el PT, defraudar la «esperanza que venció al miedo» y perder la oportunidad -tal vez única en nuestra generación- de hacer transformaciones estructurales con democracia. Para esto necesitamos señales concretas en lugar de discursos. Éstos no han logrado aún claridad suficiente como para convencernos.

Este es el telón de fondo del inconformismo y del dedo en ristre de la senadora Heloisa Helena. Su palabra cortante toca el nervio de la cuestión y moviliza a todos. Su causa es verdadera, su móvil es el amor a los pobres mediado por la militancia en el PT, su objetivo es puro como el de los profetas bíblicos: convocar al gobierno a realizar la alianza de sus orígenes y el sueño que no puede morir. Ningún profeta tiene que tener gran amor a su pellejo, pues ninguno de ellos murió en la cama. Pero ay del poder que se oriente solamente por su lógica lineal y se olvide de que la salud de todo poder es convivir con el antipoder que le impide ser autoritario y absolutista. Y silenciar, marginalizar y expulsar a Heloisa Helena sería mostrarse débil e incapaz de aprender de la contradicción.

Por favor, no imiten a la Iglesia Jerárquica Católica que siempre suprime el pensamiento divergente (fui una de las víctimas) y que al expulsar a Lutero de su seno expulsó la masa crítica y se mediocrizó hasta el día de hoy. Queremos un PT que resista las tentaciones del poder central que todo uniformiza. Queremos a Heloisa Helena en el PT así como es, profética, airada y llena de enternecimiento.

 

Leonardo Boff




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