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¿Dónde nos equivocamos?

2003-09-12


  Conquistamos de más y cuidamos de menos. ¿Adónde nos llevará esto? Analistas venidos de las ciencias de la Tierra nos advierten que el tiempo actual se parece mucho a épocas de ruptura en el proceso evolutivo, épocas de extinciones en masa. No porque pese sobre nosotros alguna amenaza cósmica, sino por causa de la actividad humana altamente depredadora de la naturaleza. Hemos llegado a un punto en el que la biosfera está a merced de nuestra decisión. Si queremos seguir viviendo tenemos que quererlo y garantizar las condiciones adecuadas para ello. Estimaciones optimistas establecen como fecha-límite el año 203O. A partir de ahí, la sostenibilidad del sistema-Tierra dejaría de estar garantizada y nos encontraríamos con una crisis general cuyo desenlace es imponderable.

¿Por qué hemos llegado a esto? La respuesta más inmediata se remonta a las revoluciones iniciadas en el neolítico hace diez mil años: la agrícola, la industrial y la del conocimiento/comunicación. Estas revoluciones han modificado la faz de la Tierra para bien y para mal. Por un lado, trajeron inmensas comodidades y prolongaron considerablemente la expectativa de vida. Por el otro, depredaron el sistema-Tierra por la monocultura tecnológica y material y por la deshumanización de las relaciones.

Una segunda respuesta, más elaborada, procura saber qué sueño perseguía el ser humano con ese inmenso proceso científico-técnico y cultural. Era el sueño de la prosperidad material que se consigue por el poder-dominación sobre la natureza, sobre las riquezas de los pueblos, sobre la mujer y sobre la explotación de la fuerza de trabajo. Esa prosperidad nos trajo satisfacción pero no felicidad, pues fue más material que espiritual. Destruyó el sentido cordial de las cosas y nos legó un devastador vacío existencial. Ese sueño ocupa la agenda central de cualquier gobierno, también del nuestro. Y si el ritmo actual continúa, vamos al encuentro de un impasse.

Pero estas respuestas, aunque objetivas, no van suficientemente a la raíz de la cuestión. Hay una causa más profunda: la auto-afirmación excesiva sin la integración necesaria en un todo mayor. Autoafirmación e integración deben venir siempre juntas. Pero predominó la primera y produjo la ruptura de la re-ligación con todo y con todos. Perdimos el sentido de la corriente única de la vida y de su inmensa diversidad. Olvidamos la trama de las interdependencias y la comunión de todos con la Fuente originaria de todo. Nos colocamos en un pedestal solitario desde donde pretendemos dominar la Tierra y los cielos. En esto erramos, esta es la dolencia de nuestro modo de ser: la centración exclusiva en el ser humano, en el hombre sin la mujer y sin la integración en el Todo.

Urge rehacer el camino de vuelta, como hijos pródigos, rumbo a la comunidad de vida, y hermanarnos con todos los seres. Tenemos que restaurar la re-ligación con el Todo, unir autoafirmación con integración, en una visión co-evolutiva.

El viejo sueño de la humanidad es vivir sin miedo y en paz. La paz es la plenitud que resulta de las relaciones adecuadas con todo, consigo mismo y con la Fuente. Para eso necesitamos reencantarnos con el misterio y con la naturaleza. Ese reencantamiento nace de un nuevo sentido de ser, de una nueva experiencia espiritual. Su elaboración se da en el ámbito de lo femenino en los hombres y en las mujeres. Lo femenino es lo que nos hace sensibles, espirituales, abiertos a la cooperación y al Todo. Nos enseña a cuidar de todo con celo y amor.

 

Leonardo Boff




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