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¿Choque de civilizaciones?

2003-04-10


  Samuel T. Huntington, director de Estudios Estratégidos de la Universidad de Harvard, en su discutido libro “El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” (1996) sostiene la hipótesis de que las guerras de la nueva era de la historia mundial serán sobre todo guerras de civilizaciones, marcadas fundamentalmente por las religiones. El primer enfrentamiento, según él sería entre Occidente y el Islam. La guerra de 1991 y ésta de ahora, ambas contra Irak, parecen confirmar su hipótesis.

Poco importan las motivaciones, sean mísiticas, económicas o políticas. El hecho es que Bush se propone establecer la “Pax americana” y uniformar el mundo en los moldes del estilo de vida americano. Después del 11 de septiembre ha decidido que eso se va a hacer utilizando la fuerza. Nadie podrá desafiar esta pretensión suya, o conocerá inmediatamente el poder avasallador de Estados Unidos. Con ello, Bush prolonga y lleva a sus últimas consecuencias la marca intrínseca del paradigma occidental: la voluntad de someter a todo el mundo, o sea, de implantar un imperio universal. En concreto, la llamada “globalización” no es otra cosa que una occidentalización o “occidentoxicación” del mundo.

¿Por qué el primer enfrentamiento se está dando, fatalmente, con el Islam? Porque es lo único que, objetivamente, desafía a Occidente y a Bush en los dos puntos básicos de su pretensión: en lo religioso y en lo económico.

En lo religioso, el Islam se presenta como religión superior, porque surgió después del judaísmo y del cristianismo, sintetizándolos y mejorándolos. Tal pretensión cuestiona la legitimidad última de Occidente, que aunque secularizado, todavía se siente portador de la única religión verdadera y superior, el cristianismo, como recientemente reafirmó todavía el Cardenal José Ratzinger en nombre del Vaticano, en el documento “Dominus Iesus”. A la base de la religión islámica se ha sedimentado una cultura de reconocida grandeza, no obstante su expresión patológica, el fundamentalismo. En esa cultura se unifica política y religión, cosa que Occidente supo distinguir, para escándalo de los musulmanes que lo consideran ateo.

En lo económico, el mundo islámico y árabe juega un papel decisivo, pues ahí se encuentran los mayores yacimientos de petróleo del mundo. Occidente, y EEUU en concreto, pueden detentar el control de la producción, del capital y del saber técnico y científico. Pero ningún carro se mueve, ningún avión levanta el vuelo, ni una bomba inteligente es lanzada sin petróleo árabe. De ahí la presión y la vigilancia de las potencias occidentales sobre los países árabes, dividiéndolos y manteniéndolos bajo severo control.

Hay gran decepción e incluso rabia en los pueblos árabes y musulmanes frente a Occidente y a EEUU. A pesar de su centralidad en el funcionamiento del sistema mundial, sienten que no cuentan para nada en el moldeamiento de la globalización y del futuro del mundo. Y su religión, la mejor y más alta, es vista solamente como un nido de terrorismo.

En el pasado el Islam amenazó por dos vezes a Occidente, en el cerco de Viena en 1529 y en 1683. Hoy, en la percepción de Bush, la amenaza vuelve, bajo el espectro de las armas de destrucción en masa y del terrorismo feroz. De ahí el deber afrontarlo militarmente. Importa captar estas estructuras ocultas para que se entiendan mejor las razones de la guerra actual.

 

Leonardo Boff




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