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AUTOR: Melià , Bartomeu
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AGENDA LATINOAMERICANA AÑO: 2012
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El buen vivir guaranÃ: tekó porãBartomeu MeliÃMás allá de la nostalgia La relativa fascinación que ejerce en las sociedades modernas la idea del buen vivir ¿no serÃa un salto en el vacÃo? Porque se expresa en simples quejas, malestares y descontentos, pero no se asienta en hechos de memoria asumidos conscientemente, ni se proyecta en propuestas concretas. El sentimiento del «mal vivir» en el cual vive la mayorÃa de la población se presenta como una fatalidad de la que sólo salimos apelando a un buen vivir utópico, sin pie en la realidad de cada dÃa. No es la solución acudir a formas de vida exóticas, que por su rareza son irrealizables y ahistóricas. Poner a las sociedades indÃgenas como modelo del buen vivir, ¿no es una ilusión? Los pasos que nos han conducido al mal vivir, son frecuentemente repasados haciendo una historia regresiva de nuestros errores y desviaciones –guerras, economÃas de mercado, capitalismo, dictaduras, consumismo, individualismo, empobrecimiento–, pero, ¿somos conscientes de que esos caminos no pueden ser simplemente desandados, borrando las ingratas huellas de nuestros «pecados»? La queja nostálgica no es camino de futuro. La filosofÃa guaranà de buen vivir ¿A dónde acudir, entonces? Pues sÃ, a las sociedades indÃgenas de América, pero no como imitación, sino como filosofÃa y modo de vida. Volver a los indios, como solución no se confunde con aspectos circunstanciales de andar desnudo o pintado, vivir en aldeas redondas, cultivar alimentos naturales o cantar y danzar en las fiestas del maÃz. No volvemos a los indios como si estuviéramos de vacaciones, o por un tiempo. El buen vivir es un modo de vida que los GuaranÃes llaman tekó, esto es, «modo de ser y estar, es sistema, es costumbre, hábito», cuyo significado fue dado ya en el primer diccionario, el Tesoro de la lengua guaranÃ, de 1639, por el jesuita Antonio Ruiz de Montoya; significa incluso lo que llamamos hoy cultura. Y permanece hasta hoy entre todos los guaranÃes que conozco. Este tekó es un concepto que rebasa la particularidad de una lengua y se constituye en referencia filosófica global. Ahora bien, este tekó a su vez recibe varios calificativos y cualidades, siendo tal vez el primero y más importante el tekó porã: el buen modo de ser y vivir. Ese tekó porã, más que una idea o una concepción abstracta, es experiencia sentida que penetra el ser y el estar. Estar en un lugar que no es sólo habitación sino experiencia de vida compartida, es de suma importancia para los guaranÃes. Personalmente nunca hubiera sabido el significado de la expresión tekó porã si no me hubiera sido dada la ocasión de estar en ese modo de ser. ¿Qué hay en él? Hay pobreza de recursos, moderación en el consumo y paz en la convivencia. Esta experiencia de vida va desde el levantarse de la hamaca, tomar el mate junto al fuego, sentir cómo se disipa la niebla de la primera mañana, ir recorriendo el sendero donde se han colocado las trampas o llegar hasta los campos de cultivo, para cuidarlos, limpiarlos y rezar sobre ellos. Más radical fue el buen vivir que experimenté cuando en los años 70 tuve la oportunidad de vivir por largos perÃodos entre los Enawené Nawé del rÃo Juruena, en Mato Grosso (Brasil), ésos que llamarÃa los «benedictinos de la selva», por los largos rituales de canto y danza de 12 a 16 horas por dÃa, en ciclos de uno a dos meses. En esta experiencia acompañaba a Vicente Cañas, asesinado por los latifundistas el 8 de mayo de 1987 (cfr. el martirologio de esta misma Agenda). Reciprocidad de bienes y palabras Lo más resaltante del buen vivir es la reciprocidad en el intercambio de bienes, que los guaranÃes expre-san con la palabra jopói: manos abiertas uno para otro. Pero más importante que esa circulación generalizada de bienes, no regida por deudas que deban ser pagadas a sus tiempos ni en cantidades fijas, sino por el deseo de mostrarse generoso, está la del jopói o reciprocidad de palabras. No puede haber tekó porã donde la palabra no circula con libertad y sin recelo. Lugar privilegiado de la palabra es el tekó marangatú, el modo de ser santo y religioso, expresado mediante las palabras buenas y verdaderas de los mitos y los relatos ejemplares. Del tekó marangatú es parte esencial también el ritual en su doble dimensión de canto y danza, lenguaje envolvente en el que participa toda la comunidad en espiral ascendente hacia Los de Arriba. En las fiestas rituales no faltan la bebida y los alimentos con los cuales se cierra de manera concreta y tangible la reciprocidad. El tekó porã cuenta también con otro elemento que lo sustenta y al mismo tiempo muestra su propiedad; es eltekó katú, el modo de ser auténtico y legÃtimo, norma y ley del buen vivir. Todo ello constituye una verdadera filosofÃa –y teologÃa- guaranÃ, formulada sistemáticamente, de la que la mayorÃa de ellos saben dar razón, no sólo los sabios y chamanes, los ancianos y ancianas, sino incluso niños y adolescentes Es común que cada uno, a su manera, sea capaz de dar razón de sus propios conocimientos y experiencias. Profetas y poetas en el acto de cantar su inspiración, son también teólogos, que saben explicar el origen de la Palabra y las relaciones de las palabras entre sÃ. Es ésta una constatación que los etnógrafos registran con admiración. La teologÃa de la palabra-alma supone la filosofÃa de la morada terrenal como trasunto imperfecto de una perfección ideal, la fascinación por la tierra nueva y, sobre todo, la preeminencia del amor mutuo, cuyo sÃmbolo es la fiesta ritual con bebida y canto a la manera de un banquete sin fin. El lugar donde somos lo que somos En la cosmovisión guaranÃ, la tierra habitada por los humanos es concebida como tekohá, lugar de vida y convivencia con todos los seres que en ella hay. Ñandé rekohá es el lugar donde somos lo que somos, el lugar de nuestro modo de ser y de nuestra cultura. La palabra tekohá contiene una visión holÃstica, es decir, significa y produce al mismo tiempo relaciones económicas, sociales, polÃticas, ecológicas y religiosas, de tal manera que «sin tekohá no hay tekó » (sin lugar del ser no hay modo de ser). El guaranà necesita la tierra con toda su vida dentro, para poder vivir su cultura y para ser guaranÃ. La vida guaranà está destinada a la interrelación, a la reciprocidad. El mito de los Gemelos destaca la interrelación entre la tierra y la humanidad como primer orden creacional: Ñanderuvusú (Nuestro Padre grande) llevaba el sol en su pecho. Él trajo la cruz originaria (yvyrá joasá), la colocó en dirección al Este, pisó encima y ya comenzó a hacerse la tierra. La cruz queda hasta el dÃa de hoy como soporte de la tierra. En cuanto Él retire el soporte de la tierra, la tierra caerá. (Comienzo del mito de los Gemelos). Suele atribuirse a los indÃgenas de América una concepción de la tierra como «madre», seno de fertilidad y pechos de abundancia. Esta imagen no es común ni tÃpica de los guaranÃes; la tierra es para ellos, más bien, un cuerpo cubierto de piel y pelos, revestido de adornos. El guaranà tiene de la tierra una percepción visual y plástica, y hasta auditiva. ¡Qué bonito es ver y escuchar la tierra con sus múltiples colores y sus innumerables voces! El monte es alto: ka’á yvaté; es grande: ka’á guasú; es lindo: ka’á porã; es aúreo y perfecto: ka’á ju; es como llama resplandeciente: ka’á rendy; es la cosa brillante. Los rÃos son claros: y satÃ; blancos: y morotÃ; negros: y hu; bermejos: y pytã; o como una corriente de agua coronada de plumas: paragua’y. El mar es, en fin, el color de todos los colores: pará. El mal en la tierra Es cierto que la historia más reciente ha privado a los pueblos guaranÃes de sus selvas, ha traÃdo la deforestación a sus montes y el veneno de los agrotóxicos a sus rÃos y arroyos; el tekó porã se ha tornado tekó vaÃ, mal vivir insoportable para el que no hay palabra. La historia colonial es para el guaranà una progre-sión de males que parece no tener fin ni lÃmite. El peor de todos los males coloniales será simplemente negarles a los guaranÃes la tierra. ¿Ir adónde? Tanto a oriente como a occidente, la misma devastación, el mismo cerco. Aquella tierra que todavÃa no ha sido traficada ni explotada, que no ha sido violada ni edificada -que era una de las proyecciones ideales de la tierra-sin-mal: yvy marane’y, simplemente no existe ya. Desaparecen las selvas y los montes, todo se vuelve campo y el campo es reclamado por el blanco para sus vacas y para plantar soja. Toda tierra se ha vuelto mal; el mba’é meguã –la cosa mala– lo cubre todo. Migrante y, por tanto, frecuentemente trans-terrado, el guaranà nunca habÃa sido un des-terrado. Ahora, en busca de la tierra-sin-mal, sólo teme el dÃa en que sólo habrá mal sin tierra; serÃa el destierro total. Se ha hablado del pesimismo guaranÃ, del cual serÃa prueba la enorme cantidad de suicidios en los últimos años, especialmente entre jóvenes, ellos y ellas. Ahorcados o envenenados, niegan la palabra del buen vivir. Pero la memoria de tekó porã está todavÃa muy presente y se habla del buen vivir como algo posible que está por volver. Las palabras que refieren ese modo de ser y estar no han perdido fuerza. La búsqueda de la yvy marane’y, de la tierra-sin-mal, alienta el agitar incansable de sus maracas y el retumbar de sus bastones de ritmo en las noches de canto y danza. Los pueblos de nuestra Abya-Yala están ahà y reclaman con paciencia y con firmeza al mismo tiempo la convivencia de la reciprocidad de bienes y palabras, un sistema justo de intercambio en toda nuestra vida; fue posible y es posible; y lo consideran válido para todos los tiempos. Los pueblos y naciones indÃgenas de América son memoria de nuestro futuro, y si no existieran, habrÃa que inventarlos. Como todos nosotros, que estamos ya también en la hora de inventarnos de nuevo. Bartomeu Melià Asunción, Paraguay
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