Entrevista a Pedro Casaldáliga

«La Vanguardia», Barcelona,
jueves 13 de enero de 2005, pág. 28

 

   
 

El relevo del catalán Pere Casaldàliga, obispo de Sao Félix de Araguaia -en el estado de Mato Grosso-, enfrenta el Vaticano con esta diócesis brasileña y pobre, que es de una extensión como Catalunya, cuenta sólo con 120.000 habitantes y sigue una pastoral basada en la teología latinoamericana de la liberación. Casaldàliga llegó como misionero a Brasil en 1968. Dos años después se creó la prelatura o diócesis de Sao Félix. Y él fue nombrado obispo en 1971, siendo el primer prelado de esta diócesis. Casaldàliga, siguiendo las normas canónicas, presentó su renuncia en el 2003 al cumplir los 75 años. El anciano obispo tiene problemas de salud: parkinson, presión alta. Vive en una humilde casa como la de sus conciudadanos, muy abierta a todos y sin privacidad. Su voz, a través del hilo telefónico, era ayer serena e inteligible.

-¿Hay un pulso entre el Vaticano y la diócesis?
-No. Se trata de un pulso entre el Evangelio y todo lo demás... La Santa Sede, en su día, aceptó mi renuncia pero me pidió que continuase hasta que llegara mi sucesor. Hace unas semanas el nuncio Lorenzo Baldisseri envió a un obispo, que estuvo muy cordial y fraternal, para preguntarme adónde me iría, porque, si yo me quedaba en Sao Félix, causaría, según dijo literalmente, un constreñimiento al nuevo obispo. Después, el equipo pastoral, reunido en asamblea, aprobó el pasado lunes un documento en el que expresa su disconformidad, compartida por millones y millones de católicos, con el modo como se efectúa el nombramiento de un obispo, sin participación real de la Iglesia afectada ni del obispo anterior. El documento también manifiesta su respeto por mi disponibilidad a marchar de la diócesis, pero recalca que no puede aceptar que mi salida sea condición sine qua non para la venida del nuevo obispo. Les suena a expulsión. Y, como se dijo en la asamblea, la comunidad no quiere que expulsen al abuelo viejo y enfermo que soy yo.

-El Vaticano debe observar estos hechos con preocupación.
-Nosotros insistimos en que no se trata de drama alguno, que no queremos declarar la guerra a nadie, que queremos llevar las cosas en paz. Pero también decimos que es un derecho y un deber de conciencia manifestar una vez más que estamos en contra de un sistema de nombramientos episcopales que es secretista y autoritario, que no respeta el caminar y la opinión de las Iglesias locales. Nos parece un sistema no sólo poco democrático, sino también poco evangélico.

-¿Y qué dice el nuevo obispo?
-El nuevo obispo ha sido nombrado, pero no sabemos quién es. El equipo pastoral, y creo que su lectura es correcta, supone que no debe ser muy de nuestra línea, porque si lo fuera no tendría inconveniente en encontrarse conmigo. Por nuestra parte -se dice en el documento aprobado el lunes-, recibimos al nuevo obispo con toda amistad fraterna, con espíritu abierto y con la esperanza de que podremos continuar manteniendo la misma opción de nuestra Iglesia, que es la línea renovadora del concilio Vaticano II, de la teología latinoamericana de la liberación, de la opción preferencial por los pobres.

-¿Cómo prevé que va a terminar todo esto una vez el conflicto ha saltado a la prensa internacional?
-Ja, ja, ja. Yo tengo varias cosas. Tengo edad y eso significa una cierta experiencia. Sobre todo tengo esperanza y, a pesar de todos los pesares, sé que la historia continúa y que el Reino de Dios continúa. De modo que nos tomamos las cosas con bastante esperanza y hasta con bastante sentido del humor, aunque pueda haber problemas, tensiones y, de hecho, ya ha habido lugares donde se ha desmantelado todo un proceso de liberación cristiana.

-Y si el Vaticano insiste en que usted tiene que marcharse, ¿qué hará?
-Yo pensaré no sólo individualmente, sino también con el equipo pastoral y con el pueblo. Si veo que causo constreñimiento al nuevo obispo, pues me voy, no hay problema. No quiero que parezca que yo soy dueño de esta Iglesia y que me están arrancando una propiedad. No es eso, de ningún modo. Concluye mi mandato de obispo, y yo acabo, y se acabó.

-¿Consultará su decisión, entonces, con los miembros de la diócesis de Sao Félix de Araguaia?
-Sí, quiero que mi decisión sea adoptada con los agentes de pastoral y con el pueblo. Hace ya tres años que estamos preparando al pueblo para la sucesión y, con toda sinceridad, hemos cuidado mucho evitar tensiones, traumas, comparaciones. Así, juntos lo acabaremos de pensar y rezaremos. Quizás el nuevo obispo sea una persona discreta, sensata y serena con la que se pueda hablar y decirle: si usted cree que le puedo ayudar una temporada, me quedo; y si usted prefiere que me vaya, me voy ya.

 

  Domingo Oriol
 


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